Por Carlos Tórtora.-

El gobierno intenta superar las divisiones internas mediante la imagen de reconciliación de Martín Guzmán con Axel Kicillof. Mientras tanto, Cristina Kirchner va concentrando una vez más el manejo de las candidaturas, con vistas a que las listas sean hegemonizadas por kirchneristas puros. Así es que la ronda de apariciones de Daniel Scioli, con vistas a encabezar la lista de diputados nacionales por Buenos Aires, atrajo la mirada de toda la dirigencia oficialista. Se generó así la impresión de que el kirchnerismo se inclinaba por abrir las listas a los sectores del peronismo que son sus aliados. Sin embargo, el raid de Scioli lo hace medible en las encuestas pero no lo habría favorecido en el vértice del poder. Fuentes allegadas a CFK subrayan que ésta habría tomado a mal las aspiraciones de Scioli y que éste ya sentiría el frío que proviene del Instituto Patria. La vicepresidenta se mantendría firme en el apoyo a Sergio Berni para encabezar la lista de diputados. El gran aporte de éste sería una campaña que en buena medida le quitaría a Juntos por el Cambio la bandera de la lucha contra la inseguridad. Claro está que Berni es un caso excepcional, ya que representa al cristinismo pero tiene una relación tensa con Máximo Kirchner y La Cámpora.

Explotar la pandemia

La conformación de la lista de diputados por Capital es otro tipo de problema para el kirchnerismo. En el gobierno están convencidos de que, con o sin primaria contra Patricia Bullrich, María Eugenia Vidal sería candidata a primera diputada. Triunfando con cierto margen, Vidal tendría la opción de aspirar a la sucesión de Horacio Rodríguez Larreta o bien a la presidencia. Pero la novedad viene del lado del gobierno, donde sigue firme la candidatura de Matías Lammens. Para secundar a éste en la lista estaría preparándose a la ministra de Salud Carla Vizzotti. El razonamiento del gobierno es el siguiente: la campaña de vacunación en los próximos 60 días sería exitosa y esto provocaría un cambio del humor social. De ser así, Vizzotti sería el símbolo del triunfo sobre la pandemia que taparía los efectos de los 100.000 muertos que ya habría para agosto o antes. Se trataría, en definitiva, de explotar políticamente al máximo el supuesto triunfo del gobierno sobre la pandemia. De más está decir que, si prospera el proyecto, el mismo sería muy criticado como una banalización de la pandemia.

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