Por Claudio Chaves.-

Un célebre historiador argentino valorado por la intelectualidad macrista y radical escribió hace algunos años respecto del auge y crecimiento de la violencia terrorista:

“Y este éxito (el de la expansión de la guerrilla) no hubiese sido posible si -por razones sin duda distintas- distintos sectores de nuestras élites políticas no hubiesen estado dispuestos a reconocer algún grado de legitimidad a esas tácticas para resolver dilemas centrales de la vida política nacional.” (La larga agonía de la Argentina peronista, Tulio Halperin Donghi)

Los años han pasado y la intelligenzia cultural y política criolla pareciera estar detenida en el mismo lugar. Ya no avalando la violencia como práctica política pero sí callando cuando se hace preciso hablar y opinar fuerte. Es que no sólo han dejado en soledad a la Suprema Corte de Justicia sobre el fallo recientemente otorgado del 2×1 sino que como inocentes almas bautismales la han criticado con argumentos leguleyos cuando el asunto es estrictamente político y cultural y que debieron ser resueltos en estos términos.

Cuando el ex Presidente Carlos Saúl Menem intentó mediante los indultos empezar de nuevo, similar o lo ocurrido en Sudáfrica con la acción redentora de Mandela o en la Polonia de Lech Walesa con los antiguos jerarcas comunistas se alzaron voces críticas, tan críticas, que fueron capaces de crear un clima que no podía tener otro final que la política de Derechos Humanos que practicó el gobierno kirchnerista. ¡No pueden desentenderse ahora! El kirchnerismo de algún lado sacó fuerza para hacer lo que hizo.

La élite progresista o bien pensante, la intelligentzia argentina, al decir de Arturo Jauretche impidió resolver el asunto en términos políticos y ahora protestan porque la Suprema Corte de Justicia promueve un fallo que a ellos no les gusta. ¡Entonces caballeros, se llevaron la política por delante y ahora pretenden hacerlo con la justicia!

También en estos días ha ocurrido que la Iglesia convocó a un diálogo entre las partes enfrentadas, recibiendo un brutal ataque de la señora de Carlotto, las madres, periodistas progres, intelectuales amigos del gobierno y de la oposición, actores, profesores, cantantes, directores de cine y una variopinta galería de hombres y mujeres de latines y de griegos, esto es, todos los que tienen voz y son escuchados. ¿Qué dicen? ¿Qué plantean? Que la Iglesia primero tiene que hacer un mea culpa por su responsabilidad en el golpe del 76’ antes de llamar a un diálogo.

Por su lado la ex presidente acortó su viaje al exterior porque en el país están ocurriendo cosas que impiden que esté tanto tiempo afuera…” pues hay que revertir con organización la decisión de la corte. No quiero vivir en un país donde los genocidas caminen libres” Que extraño lo que le ocurre a Cristina no puede caminar con represores libres pero si puede hacerlo con terroristas libres, tan criminales como aquellos, sino que además los tiene adentro de su familia.

Los represores, la Iglesia, Francisco, los empresarios, todos aparecen en la lista de sospechosos, los terroristas no. ¡La hicieron bien! desaparecieron del foco de atención. Los que empezaron con los crímenes y la violencia individual, elitista y apocalíptica por arte de magia no son responsables de nada. El coro griego que acompañó su éxito, al decir de Tulio Halperín Donghi ¿tampoco tiene nada que ver? Bueno así nos va. En mi afán de que los hechos no se pierdan en la neblina de la historia, va una gragea que merece recordarse. Las tomo de declaraciones realizadas por la responsable de los hechos a la revista Cambio 16 de España en 1977:

Transitaba el mes de junio de 1976. La Argentina se encaminaba a la locura y el entonces Jefe de la Policía Federal, general Cesáreo Cardozo no imaginaba el brutal desenlace de sus días. Su hija de dieciocho años estudiaba en el Normal 10 del barrio de Belgrano. En sus aulas había hecho amistad con una joven, Ana María González, de carácter reservado y algo tímida.

Durante un ano estudiaron juntas, frecuentándose y asistiendo alternativamente una, a la casa de la otra. Finalmente Ana María tomó la decisión. Concurrió una vez más a casa de su amiga. Ya no era el estudio lo que motivaba la visita sino lo setecientos gramos de trotyl que escondía entre sus libros.

Se sentaron a la mesa y abrieron sus carpetas. La joven guerrillera esperó que su amiga concurriera al baño. Al hacerlo se dirigió rápidamente al dormitorio del General, levantó el colchón al nivel de los pies y colocó la infernal carga explosiva. Retornó a la mesa de estudios, pero no pudo concentrarse, algo la inquietaba. Supo esperar. Cuando su amiga marchó a la cocina a calentar agua para el mate, Ana voló al dormitorio levantó nuevamente el colchón y si el lector cree que para retirar la carga se equivoca de cabo a rabo fue para desplazarla a la altura de la cabeza, no fuera cosa que el General no comprendiera los argumentos que la guerrilla criminal guardaba en sus oscuros corazones.

O todos van presos o no va nadie. O Raúl Alfonsín o Carlos Menem. El kirchnerismo destruyó al país.

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