Por Carlos Tórtora.-

El gobierno blanqueó ayer una de las principales incógnitas de la campaña electoral, el compañero de fórmula de Daniel Scioli, posiblemente apurado por una situación negativa. Las reiteradas versiones sobre que Máximo Kirchner podría ser candidato a vicepresidente, rematadas por la afirmación de Eduardo Jozami, de Carta Abierta, de que la maniobra terminaría con la renuncia de Scioli, habrían caído pésimo en la opinión pública. En cambio, la elección de Carlos Zannini, si bien tiene la misma sustancia que digitarlo a Máximo, cumple con los requisitos de una decisión política racional. Por lo menos desde la lógica del cristinismo. La mano derecha de CFK será el encargado de custodiar la continuidad del modelo y, claramente, de imponerle a Scioli, si es que gana, el acatamiento a la conducción política de Cristina.

Desde la salida del gobierno de Alberto Fernández, Zannini fue el verdadero jefe de gabinete en las sombras, ya que Sergio Massa, Juan Manuel Medina y Jorge Capitanich jamás tuvieron poder de decisión real y sólo Aníbal Fernández ocupó algo más de espacio, aunque jamás se sentó en la mesa chica del poder.

Cabe analizar, aparte de lo señalado, que la presidente, con esta decisión, deja en claro su decisión de continuar ejerciendo el poder, convirtiéndolo a Scioli en una especie de delegado. A partir de ahora, el gobernador bonaerense empezaría a sufrir un serio desgaste político, porque el cristinismo acaba de sacarse formalmente la careta, poniendo en claro que él no ejercerá el poder. Sobre todo, hay que tener en cuenta que, desde la muerte de Néstor Kirchner y al mostrar CFK su estilo de escaso contacto con los gobernadores y funcionarios nacionales, el que habla con todos y transmite las órdenes es Zannini. Son pocos los que efectivamente consiguen conversar con Cristina.

Habrá que ver si Mauricio Macri y Sergio Massa aprovechan esta oportunidad para desgastar a Scioli. Si esto ocurriera, claro está, el favorecido en las urnas de las PASO sería Florencio Randazzo, cuyo compañero de fórmula se conocería en las próximas horas.

La digitación de Zannini preanuncia asimismo que en las listas de candidatos a diputados nacionales predominarán los candidatos ultracristinistas.

Ayer se especulaba también con algunas consecuencias lógicas del encumbramiento de Zannini: durante doce años, éste rearmó a su antojo no sólo la estratégica Secretaría Legal y Técnica sino la Secretaría General y las demás áreas de la Casa Rosada, como la Casa Militar. La idea en Olivos sería que los futuros secretario general y legal y técnico sean hombres de la escuela de Zannini. Es más, existiría la posibilidad de que -como otra señal de continuidad- la presidente imponga que Eduardo Wado de Pedro, de excelente relación con Scioli, continúe como Secretario General.

Macri también preferiría su mesa chica

La jugada del gobierno presiona ahora sobre los candidatos opositores para que muestren las cartas de sus vices. En este sentido, entre Ernesto Sanz y Mauricio Macri estaría aumentando la tensión. La razón es que la dirigencia radical, que sabe que Sanz perderá ampliamente la interna con Macri, pretende que éste elija un compañero de fórmula que sea representativo del radicalismo del interior. De este modo, incentivarían en la primera vuelta el voto de los radicales a Macri, al que en su mayoría no aprecian, y esto le permitiría a la UCR obtener más bancas de legisladores nacionales y provinciales, intendentes y hasta algún gobernador. Pero la cúpula radical empieza a preocuparse porque, Jaime Durán Barba mediante, Macri estaría a punto de usar el mismo método que el kirchnerismo: designar como su compañero de fórmula a un representante de la máxima ortodoxia del PRO, que en este caso sería Marcos Peña.

De este modo el macrismo reafirmaría su criterio de salir a ganar o perder pero con figuras de la nueva política como María Eugenia Vidal o Peña. De terminar esto así, también indicaría que a Macri no le preocuparía demasiado que los radicales acumulen demasiadas bancas o que más bien preferiría lo contrario.

Así las cosas, tanto Macri como Massa están a punto de tomar decisiones claves que reflejarán la opción entre la apertura hacia los aliados o la profundización de la ortodoxia partidaria por sobre cualquier alianza.

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