Por Jorge D. Boimvaser.-

La última información sobre la triple fuga nos cuenta que Víctor Schillaci se separó de los hermanos Lanatta y subido a una moto de alta cilindrada se fue para no aparecer nunca más. Nos suena a que lo mataron, lo enterraron en algún campo y lo dan por perdido.

Si los prófugos hubieran sido Vittete (el uruguayo boquetero) o la Garza Sosa (ladrón de bancos ya jubilado), no habría angustia entre quienes sabemos las características de los personajes. Pero tratándose de asesinos altamente inescrupulosos como los que salieron por la puerta grande de un penal de alta seguridad, uno no puede menos que sentir angustia por la gente que quizás se les cruce en el camino.

¿Cómo empezó esta obra maldita? Hace menos de un año, Aníbal Fernández comentaba entre amigos que su proyecto político era ser gobernador de la provincia de Buenos Aires en el 2016 y cuatro años después lanzar su candidatura presidencial. Era algo así como “kirchnerismo sin Cristina”.

Augusto Timoteo Vandor fue un dirigente sindical en los años 60 que maduraba un proyecto que se conocía como “peronismo sin Perón”. Lo masacraron a tiros en su despacho sindical.

Cuando Cristina supo que Aníbal era algo así como un nuevo Vandor, reunió a un círculo íntimo de nombres y rostros desconocidos para nosotros, llamado “la pingüinera”.

Los convocó para destruir a Fernández, pero no a balazos sino incinerarlo políticamente. “La pingüinera” ideó negociar con los asesinos de General Rodríguez para que confesaran su vinculación -por otro lado, totalmente cierta y comprobada- en un espacio televisivo que los K odiaban: el PPT de Jorge Lanata.

La suma que se pagó a los criminales dicen que ronda el millón y medio de dólares. Los Lanatta tenían que designar su testaferro para recibir el dinero y conceder la entrevista a Canal 13. El dinero se depositó en la caja de seguridad de una herrería de la zona sur del Gran Buenos Aires, y “el faraón” sería quien se llevaría el dinero cuando los hermanos presos se lo pidieran.

De esa suma, una parte iría a las arcas de algunos jefes del Servicio Penitenciario comprometidos después con la fuga. Nadie puede ingresar con cámaras de TV a un penal de máxima seguridad sin tener el visto bueno de esos jefes. Pero el protocolo era que primero había que autorizar la filmación.

El jefe de “los candados” (así se los conoce en la jerga) precisaba la autorización del gobernador Daniel Scioli, y Scioli consultó con Presidencia de la Nación. Obvio que los entrevistados no iban a hablar del mundial de fútbol ni de rugby. Iban a desembuchar sus conexiones narcocriminales con el entonces jefe de gabinete.

De ahí que Aníbal reconoció ya desplomado que la operación en su contra contó con la complicidad del “fuego amigo”.

Cristina se quería sacar de encima a quienes intentaban heredar su trono sin pedirle autorización, propio de una mente totalitaria e inescrupulosa. Los tres personajes que aborrecía eran Florencio Randazzo (un hombre digno), Daniel Scioli y Aníbal, tan inescrupulosos como ella.

María Eugenia Vidal se sentó en la silla eléctrica. Ritondo es casi un perro de la calle, un buen sabueso, pero la mafia que dejó Scioli sobrepasó sus habilidades y buenas intenciones.

La inocencia de Vidal al hablar de su desconfianza en la bonaerense y “los candados” fue fatal. Los tres criminales salieron por la puerta grande, fueron a lo del “faraón” (le queda grande ese apodo, mejor llamarlo “el pizzero”) a buscar el dinero y siguieron viaje.

La bonaerense hubo un momento que los tenía ubicados, pero demoraron en exceso la cacería y al final le perdieron el rastro.

Una historia patética, y el detalle más ilustrativo fue que Telefónica de Argentina tardó 48 horas en entregar el informe de llamadas que le habían solicitado, porque no sabían a quién dárselo. Si a Gils Carbó o a la Corte Suprema…

Domingo 22 horas. Redactamos este artículo y la última comunicación que tenemos nos dice: “Los Lanatta no sabemos dónde están, les perdimos el rastro… y creemos que Víctor Schillaci está muerto y enterrado en algún campo”.

Ya no buscan a 3 sino a 2 prófugos. El tercero en discordia ya había estallado contra los Lanatta por el reparto del botín que mandó pagar Cristina.

Tres criminales no se escapan de un penal para después negociar su rendición. Ahora sí, nada augura que si los capturan estén vivos. Por ahí una versión decía que pensaban entregarse en la Embajada Norteamericana para garantizar su vida.

Ni Obama los puede salvar.

Share