Por Guillermo Cherashny.-

El país asiste en silencio a la continuidad de una crisis de seguridad que dejó el gobierno anterior y que el nuevo gobierno no hace nada para solucionarlo y en diferentes enfoques, como se puede ver en la ciudad de Buenos Aires, donde los piquetes son más recurrentes que durante el gobierno anterior, pese a que en la Capital Federal hay dos policías y ni que hablar de las fuerzas federales que dejan la calle en manos de cualquier grupo que quiere entorpecer el tráfico, principalmente La Cámpora y la izquierda revolucionaria, que hacen lo que quieren. Además, no se ven policías en la calle por las noches y la ciudad es víctima de asaltos callejeros y entraderas.

Lo más grave ocurre en la provincia de Buenos Aires, donde las entraderas no sólo producen asesinatos de personas comunes sino que las fuerzas de seguridad son blanco diario de la furia delincuencial. Pero el poder político está más preocupado de las purgas en la bonaerense que en combatir a los delincuentes y ya parece que el flamante gobierno desertó de combatir a la delincuencia y se dedica a comprar autos, chalecos y armas modernas para la policía, lo cual está muy bien, pero es prioritario combatir la ola de crímenes, ya que los robos vienen con asesinato incluido.

En Brasil, con el impeachment, el presidente Temer puso como ministro de justicia y seguridad a Alexandre de Moraes, conocido como el pitbull del gabinete, ya que como secretario de seguridad de San Pablo dicen que toleró el accionar de grupos parapoliciales que actúan cada vez que matan a un policía, cosa que no ocurre casi nunca, al revés de nuestro país, donde los miembros de las fuerzas de seguridad caen como moscas víctimas de la delincuencia y al gobierno parece no preocuparle mucho.

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