Por Sebastián Dumont.-

Transitar por el conurbano hoy permite observar parados en varias esquinas a los efectivos de la policía local que implementaron Scioli y Granados el año pasado y cuya formación está en discusión. Con sólo seis meses de preparación, salieron a la calle y ya se reportaron un número grande de problemas por esa razón. La inexperiencia hace que muchas veces sucedan accidentes que, de no ser fatales, terminan tapados y sin salir a la luz. Ahora, el gobierno bonaerense piensa hacer con esa fuerza lo que en algún momento plantearon los intendentes, que era la policía municipal. El tema es complejo y podría complicarse el futuro de “los pitufos” -así los llaman por el uniforme azul-. Algunos casos puntuales.

Llenar las calles de policías no es sinónimo de mayor seguridad, pero en estos tiempos de conflictividad con el tema, ayuda a generar la sensación de que hay más control. Con esa idea, y mucho de política electoral, nacieron las policías locales durante el gobierno de Scioli. Inundar el conurbano con los efectivos de color azul a los que la gente, de manera cariñosa, los terminó llamando “pitufos”.

Todo ello fue la consecuencia del fracaso para que se votara la ley de policías municipales que pedían los intendentes y que La Cámpora trató de frenar por todos los medios. Ante ello, Scioli decretó este nuevo apéndice de la bonaerense. La necesidad de que estuvieran pronto en la calle hizo que su formación fuera de sólo seis meses. La mayoría de los intendentes adhirió, porque no querían perderse la posibilidad de contar con mayores efectivos ante la demanda de sus propios vecinos. Un caso fue distinto: el de San Miguel, que no adhirió y se mezcló la política electoral. De eso hablaremos más adelante.

Ahora, Ritondo quiere que esos efectivos se conviertan en la policía municipal trucada anteriormente. Y que pase todo a la órbita del control de los municipios. Así se lo hizo saber a los intendentes en varias reuniones recientes. Será parte del anuncio que se daría en los primeros días de marzo.

La falta de formación y la selección, a veces hecha a las apuradas, trajo sus problemas. Es más, se ha detectado en varios distritos que efectivos de la local tenían prontuario complicado. Y aun así sortearon los filtros.

Otro caso concreto de la improvisación fue, como dijimos, el distrito de San Miguel. El intendente Joaquín De La Torre no adhirió a la policía local de Scioli, porque creía que era algo muy tirado de los pelos y, además, en su comuna había desarrollado un sistema de seguridad con agentes propios, que le venía dando resultados. Llegó la campaña y el ex gobernador decidió darle la posibilidad de inscribir a los aspirantes por fuera del municipio. Práctica habitual del kirchnerismo cuando el territorio lo gobernaba alguien que no era de su palo.

Por ese entonces, el candidato K era Franco La Porta y se puso al frente del armado de la policía local con bastante improvisación, que terminó de colapsar cuando no pudo ganar las elecciones. Primero, los cadetes se quedaron sin comida, los recursos dejaron de llegar y tuvieron que reducir horas de entrenamiento. Hasta les pidieron que se llevaran la vianda de su casa para comer. Ésas son las condiciones con las que, dentro de unos meses, esos hombres y mujeres tendrían que salir a la calle.

La política de seguridad no puede estar nunca más atada a las cuestiones electorales y mucho menos al marketing. La experiencia Scioli-Granados debiera ser muy bien asimilada por Vidal-Ritondo. Para evitar copiarla.

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