Por Jorge D. Boimvaser.-

Un edificio del barrio porteño de Constitución -la mutual del Servicio Penitenciario- es la sede cuasi oficial donde se negocian los arreglos que tengan que ver con los presos.

Permisos, salidas “ad hoc”, fugas y otras triquiñuelas a las que estamos acostumbrados a tener noticias todo el año, se acuerdan en ese lugar que hasta tiene hotelería propia.

El cambio de gobierno vino aparejado con una noticia que alarmó a la vieja guardia penitenciaria. La creación de al menos 5 nuevos complejos penitenciarios y una cuasi privatización del servicio puso en alerta a los denominados “candados” (argot con que se conoce a los hombres que trabajan como carceleros).

Todos los fines de año ocurre lo mismo. Los presos sienten casi desesperación por estar libres para las fiestas. Los abogados llamados “sacapresos” les piden fortunas a sus defendidos para negociar con los jueces de las causas la liberación transitoria o definitiva.

Es un negocio macabro que todos conocen pero nadie lo dice abiertamente.

De todas las versiones que circulan por la triple fuga del penal de “máxima seguridad”, la que más asidero parece tener es la que indica que el acuerdo se celebró en el edificio hotel de la mutual del servicio penitenciario.

Ahí se habrían acordado los términos del episodio.

Los financistas para que los hermanos Lanatta y el tercero en discordia pudieran escapar habrían sido laboratorios de especialidades medicinales que lucraron con el tema de los remedios truchos. Todo ligado al placebo que una vez tuvo nombre propio: efedrina.

Por el tema de los medicamentos truchos estuvo preso el ex titular de la bancaria, Juan José Zanola, hasta otro personaje sin escrúpulos como un tal Néstor Lorenzo.

Los laboratorios, algunos de ellos muy publicitados, zafaron de la condena pero les debían una a los tres prófugos recientes.

Ya cancelaron esa cuenta pendiente.

El gobierno entrante sigue pecando de ingenuo con los poderes que acechan en las sombras. Llámense Policía de la provincia de Buenos Aires o SPF, son estructuras muy complicadas de manejar si no se tienen operadores aptos para negociar lo innegociable.

Si los prófugos aparecen vivos o muertos, es otra cuestión. Quizás esta vez Aníbal Fernández sea ajeno a la conspiración… ¿Pero quién pone las manos en el fuego por su presunta inocencia?

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