Por Jorge D. Boimvaser.-

Lo dijimos en este mismo espacio antes que asumiera el actual gobierno.

Por pura demagogia y fines electoralistas, el gobierno de Daniel Scioli sacó a la calle decenas de miles de policías, bonaerenses y comunales, pésimamente entrenados y con chalecos antibala vencidos y armas descompuestas.

Fue desastroso que se hayan truchado los exámenes psicofísicos que debe tener un vigilante al que se entrega un arma, una placa y un poder para supuestamente proteger a la comunidad.

Dos ejemplos claros. Aquella mujer que parió en el baño de una estación de servicio y arrojó la criatura a un tacho de basura había sido promovida poco tiempo antes y con la aprobación de un gabinete de examen psicofísico.

Una personalidad criminal no aparece de improviso. Esa mujer tendría que haber sido reprobada en un análisis profesional, porque no estaba psicológicamente apta para salir a la calle.

Sin embargo, salió igual y gracias a una cámara de seguridad fue descubierta y dada de baja. Pero ya igual había cometido el homicidio en grado de tentativa.

Varios policías sin preparación fueron asesinados por delincuentes con más calle y mejor armamento que esos uniformados.

Si son víctimas o victimarios es secundario; el asunto es que cayeron como moscas sólo por la demagogia de Scioli y su equipo (Matzkin y Granados son cómplices de ese desatino) para querer mostrarse “preocupados” y tomando medidas para paliar la inseguridad.

El último incidente fue hace horas. Un patrullero desbocado conducido por policías sin registros de conducir rompió la pared de una vivienda y mató a un vecino que estaba durmiendo, en La Matanza.

¿Cuántos muertos y heridos lleva este desatino en los últimos seis meses?

No llevamos la cuenta, pero alcanzamos a recordar veinte casos y nos quedamos cortos. Los polis heridos en el periplo de la triple fuga de Ezeiza también cuentan.

María Eugenia Vidal y Cristian Ritondo tienen que pensar alguna medida urgente para evitar más tragedias que se ven venir.

Revisar caso por caso es muy arduo pero no quedan demasiadas alternativas.

Dejar a esos uniformados en sus puestos como si nada hubiera pasado es gravísimo. Pero quedarse de brazos cruzados rezando que no haya más muertos es peor.

A Ritondo le tiran con munición pesada para desplazarlo del ministerio, y todo lo que ocurra en territorio provincial con estos cuerpos de policías casi truchos le potenciarán el camino a sus enemigos.

Son los muertos de Scioli, las víctimas de su demagogia sangrienta, quienes imploran que se ponga coto a la barbarie.

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