Por Jesús Evaristo Scanavino.-

Cada vez que los políticos hablan de recuperar la seguridad, la población se ilusiona y los policías temblamos. Hace mucho que los políticos, especialmente los candidatos, hablan de seguridad, prometen y una vez ungidos, hacen todo lo contrario. Por lo menos 15 años de mentiras. La irrupción en la vida política del PRO integrando la alianza “Cambiemos” pareció ser distinto y nos ilusionó a todos. A civiles y a policías. Seguramente el antecedente del PRO en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, con la formación de una nueva policía, bien entrenada, bien paga y por sobre todas las cosas bien tratada, nos convenció que esta vez sí se produciría el ansiado cambio en materia de seguridad, ya que estas tres condiciones son indispensables y previas a cualquier plan o política de seguridad que se pretenda implementar.

Durante más de una década sucesivos gobiernos peronistas/kirchneristas se dedicaron pertinazmente a destruir la organización policial con la excusa de supuestas reformas, y a modificar la ley procesal, convirtiendo el aceptable nivel de seguridad de fines de los años ‘90 en una verdadera batalla campal entre delincuentes, vecinos y policías. Hasta hoy siempre ganaron los delincuentes. No podía ser de otra manera. Legisladores peronistas, radicales, del GEN, de la CC, etc., todos unidos, levantaban la mano en la legislatura para aprobar cuanta ley se proponía para recortar atribuciones a los policías, para restarles derechos cívicos y a la vez para ampliar beneficios a los delincuentes, cada vez más, como siempre lo hemos advertido desde APROPOBA. Se olvidaron que los policías de carne y hueso eran los encargados de hacer cumplir la ley, y que los delincuentes eran aquellos a los que los policías debían someter al imperio de la ley, para que los ciudadanos puedan vivir y desarrollarse en paz, con seguridad. La policía fue vencida por la delincuencia sobreprotegida por el propio estado.

La provincia de Buenos Aires tiene la fuerza policial más grande, numerosa y más compleja, con la misión de brindar seguridad al territorio más extenso, con alta densidad demográfica y el más alto nivel de conflictividad social. En el medio de este enorme guiso hirviendo están los policías, tratando de contener el rebalse que puede motivar uno de los principales condimentos, la seguridad. Quién no entienda que en estas condiciones siempre va a existir algún conflicto o algún hecho negativo que involucre a policías, respetuosamente opinamos que tendría que ir pensando, seriamente, en dedicarse a otra cosa. Y si no enfrentan responsablemente a cierto gataflorismo periodístico, que eternamente están en contra de las fuerzas policiales -tiro por elevación al gobierno-, más vale que se resignen a administrar la crisis.

El gobierno debe estar sereno y esperar siempre casos de corrupción en la fuerza. Pero debe ser implacable ante el menor hecho que se verifique. Los jefes deben volver a tener autoridad moral, requisito indispensable para conducir; es más, todos deberían ser calificados y seleccionados para el ascenso, y eventualmente premiados con dinero, según su desempeño en la erradicación de este flagelo.

¡Doce años mintiendo al pueblo!

El último gobernador, Daniel Scioli, al asumir prometió públicamente un “abordaje integral” de la problemática de seguridad. Que iba a premiar y apoyar a los buenos policías y a castigar a los malos. No cumplió nada. Mintió a todos todo el tiempo.

La flamante gobernadora Sra. María Eugenia Vidal, a quién le hemos dado un voto de confianza esperanzados en un cambio verdadero, tiene la oportunidad de aglutinar detrás de sí a toda la fuerza policial, incluidos los retirados de quienes todavía no se advierte ni valora el rol importante que pueden tener en futuros planes de seguridad serios, que devuelvan la tranquilidad al pueblo bonaerense. Pero primero lo primero:

¿Cómo se puede decir al pueblo que les preocupa la inseguridad cuando los encargados de velar por la vida, bienes, honra y derechos de los vecinos tienen el sueldo más bajo de la administración provincial, y además, en una actitud inexplicable de soberbia, ni siquiera se los escucha? Ni hablar que a los retirados se nos robó parte del sueldo violándose la ley de la Caja de Retiros. ¿No se dan cuenta que si empobrecen al policía retirado, muchos de los que están en actividad tratarán de asegurarse su bien estar por otros medios?

El nuevo gobierno primero debería sacudirse de encima los parásitos y los vividores que a todo le ponen ideología. La seguridad, como la salud, la justicia y la educación no tiene ideología. Y hay varios que habiendo perdido las elecciones, ahora pretenden imponer programas a cambio de apoyo legislativo. Programas vetustos, impregnados de ideología barata, que pretenden sembrar incertidumbre y miedo, presentando a los uniformados como los culpables de todos los males. Es el pensamiento arslaniano que llega por interpósitas personas, como Felipe Solá, pretendiendo doblegar a quienes deben decidir el futuro de la fuerza policial más importante y más antigua del país.

Tratar los salarios policiales en un pie de igualdad con los restantes gremios y ubicar al sueldo del policía entre los más altos de la administración. Y pagarle todo lo que se les debe a los uniformados, en actividad y retirados. No es ético ofrecerles como mejora, el aumento de los adicionales; Eso es mandarlos a trabajar en horas de descanso. ¡Una falta de respeto!

Si verdaderamente pretendemos recuperar la seguridad perdida ya hace 20 años debemos sincerarnos y modificar la realidad de hoy. En nuestra provincia la policía tiene prohibido realizar tareas que son esenciales para la prevención y detectar delincuentes en la etapa pre-delictual.

Por ejemplo pedir documentos a un sospechoso. La policía no lo puede hacer. ¿Cómo es posible que el policía no deba conocer la identidad de un sospechoso? Tampoco puede interrogar a un delincuente. ¡Sólo en este país puede ocurrir semejante despropósito!

El policía para verificar el interior de un baúl de un vehículo sospechoso que puede llevar armas, drogas, un secuestrado, un cadáver, etc., debe requerir previamente autorización judicial. Una ridiculez sin parangón. Semejante disparate es parte de las “importantes” reformas de los 12 años de gobiernos previos. Y si no se comienza por pulverizar estas medidas supuestamente “garantistas” que solo garantizan el libre e impune accionar de la delincuencia, seguiremos teniendo una policía hemipléjica. Y si no se da una solución definitiva en materia salarial que incluya a los retirados, que son el espejo donde los activos miran su futuro, la ética policial, la decencia, la vocación de servir, los ideales, todo en forma progresiva se lo terminará devorando la corrupción. La corrupción seguirá existiendo porque está instalada en el poder, en la política, que es donde más segura se siente, pero con una policía sana la justicia podrá combatirla, como en otras partes del mundo. Como lo acabamos de ver en Brasil.

Otro asunto a considerar seriamente debería ser el ingreso a la fuerza. En los tiempos en que, según la prensa y algún sector político ya conocido, la policía era mala, se privilegiaba la vocación de los postulantes, los ideales, los valores y todo ello se exaltaba en los institutos de formación. La policía tenía prestigio y sus integrantes eran personas que gozaban de la confianza de la población, a pesar que eran pocos los que tenían estudios secundarios. La policía no fue nunca ni debe ser una fuente de trabajo. La policía debe discriminar a sus aspirantes. Debe seleccionar siempre a los mejores. No se debe permitir que la politiquería demagógica la utilice para necesidades electoralistas, como se vino haciendo hasta estos días. Como lo ha hecho descaradamente el ex gobernador Daniel Scioli.

Los policías de la provincia apoyamos a nuestra gobernadora. El grueso de la fuerza, consciente de la gravísima situación económica y financiera de la provincia, de lo que todos estamos bien informados, sabemos de lo difícil de la situación y en general estamos dispuestos a esperar pero en igualdad de condiciones al resto de la administración. Y reclamamos que “el cambio” para bien, también llegue de una vez al componente humano de la fuerza, a toda la familia policial. En primer término, la convocatoria a reunión a la dirigencia de nuestra Asociación Profesional de Policías de la Provincia de Buenos Aires (APROPOBA).

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