Por José M. García Rozado.-

Asistí azorado este pasado 25 de mayo al discurso presidencial, y como no es bueno contestar en caliente, me he tomado sanas 48 horas para desmenuzar lo que fue la Cadena Nacional de la “refundación nacional y peroniana” llevada adelante por la pareja de Néstor y Cristina. Argentina ya no existía a la llegada de ellos al poder aquel agónico y trágico -por lo que luego vino- 25 de mayo de 2003; los DDHH nunca habían sido defendidos hasta su irrupción ni por el peronismo, ni por ninguna otra fuerza política argentina. El acto político de intento de perpetuación o despedida gloriosa del poder suplió el recordatorio de aquella gesta de 1810, como de tantas otras en estos 12 años de destrato humano y de confrontación permanente.

Antes de este 25 de mayo, CFK refiriéndose a la inauguración de una muestra sobre la memoria de la dictadura sediciosa en la ESMA, sostuvo que “hoy aquí hay una victoria de la vida sobre la muerte, de la memoria sobre el olvido, de la patria sobre la antipatria” Y aquí encontramos el “marco mítico” que empleó el cristikirchnerismo para en forma muy amplia referirse a la historia muy vieja ya en Argentina sobre la concepción del enemigo político como “antipatria”. Una definición muy utilizada en otros períodos de la historia argentina, ya fuera por los conservadores de principios del siglo XX, así como por los radicales irigoyenistas y alemnistas, los sediciosos de la revolución del 30, el peronismo del 46 y los sediciosos del 55, los desarrollistas y el golpismo onganiísta, hasta llegar a los criminales sediciosos -civiles (montos, erpianos, etc.) y militares- del 76. La lucha siempre generó “antis” y la Presidente no es la primer persona en usarla también en democracia. Para ser absolutamente claro, “no es la primera vez que un seudo nacionalismo -que nada tiene que ver con el sentimiento nacionalista que enaltece a los pueblos y que los conmina a desarrollarse y a convertirse en potencias (hasta Imperiales si así fuera)- de este tipo es usado desde el Estado para presentar opiniones personales sobre la historia y el presente”; es más, en democracias y en dictaduras siempre se dio una tendencia a “identificar el poder político con la nación en su conjunto”.

Los insultos y la definición de aquellos que piensan diferente como antítesis de la patria se entienden en ese marco, pues esa mirada -por lo general miope y muy torpe-, “en la voz del líder de turno se presenta como esencialmente trascendente, como si estuviera situada más allá de la percepción común, y limitada por lo general, de los ciudadanos de a pie”. Como era previsible, la Presidente Cristina Fernández arrancó su discurso del 25 de mayo con una muy gruesa falla de cálculo diciendo descaradamente “Hace 12 años…”, recordando no el 25 de mayo de 1810 sino el fatídico y erróneo cálculo de Eduardo Alberto Duhalde de investir aquel 25 de mayo de 2003 a Néstor Carlos Kirchner como presidente de los argentinos; y aquel comienzo de discurso de la Presidente Cristina Fernández “no fue una errata ni un fallido, ¡sino la decisión política de rememorar la llegada de la “dinastía” Kirchner al poder!”, y lo más tragicómico sino fuera realmente trágico y deleznable es que ese arranque se impuso sobre el grito libertario de aquellos hombres de 1810. Para ser totalmente crudo: “Cristina Fernández de Kirchner “se olvidó” del equipo patrio, aquel que aprendimos de chiquitos y (a veces tontamente o ahistóricamente) recitábamos de memoria: Saavedra, Moreno, Paso, Belgrano, Castelli, Alberti, Azcuénaga, Larrea y Matheu”, muy por el contrario ella eligió el equipo de dos: ella y Néstor o él.

Ese fue el motivo, el largo ensayo, interesado y archi-repetido resumen de la gestión desde el 25 de mayo de 2003. Lo triste es que se despide del último 25 de mayo como Presidente mirando más el pasado que el futuro; bastardeó la grada de una efeméride patria hasta convertirla en una “tribuna política del poder”, ritual autocelebratorio ya excesivamente repetido de su fallecido esposo; pero además, y como es su costumbre -y la impuso como “marca de origen”-, ¡falseó el pasado y la historia nacional… y hasta la del Justicialismo! Porque dijo sin sonrojarse, quizás por desconocimiento básico de la historia reciente o, simplemente porque por aquellos años ella y él se dedicaban a enriquecerse a costillas del sufrimiento de sus comprovincianos, y nunca presentaron un amparo o un hábeas corpus por ningún compañero perseguido que “el peronismo no se ocupó de los derechos humanos hasta la llegada del kirchnerismo”. ¡Falso y falaz!, pues mientras ellos lucraban y se escondían bajo la cama en Río Gallegos el PJ con la firma de Deolindo Bittel y Herminio Iglesias -o sea “la derecha según estos progres de pacotilla de una supuesta izquierda”- presentaba ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA, en septiembre de 1979, una denuncia sobre la dictadura sediciosa y la existencia de desaparecidos en el país.

¡No tiene vergüenza… ni memoria! Si hasta es capaz de desconocer a su padre de crianza, el colectivero de Berisso, Fernández como va a reconocer que aquel PJ que ella tanto desprecia y odia denunciara en plena dictadura sediciosa que “el dolor de una madre es nuestro dolor”, dura y valiente denuncia de un PJ en plena época de plomo; es más, la caradurez llegó al paroxismo cuando la Presidente Cristina Fernández hizo blanco en los medios “por no denunciar las desapariciones”, justo ella que concurría a las festividades militares del Regimiento de Río Gallegos y nunca recordaban presentar hábeas corpus pese a sus condiciones de abogados. Es que “su mejor hábito no es mirarse a la cara oculta del “espejo” de la historia argentina”. Pero llegó al paroxismo de la falacidad, cuando reivindicó el “traslado del sable corvo de San Martín -ese que aquellos viejos compañeros y camaradas de la Resistencia Peronista “escamoteasen a la dictadura de Onganía”- como “la reconciliación del pueblo con el ejército sanmartiniano”, como si hubiere más de un ejército argentino, y más allá de algunos uniformados como de muchos de los seudo dirigentes revolucionarios de la izquierda peronista de los ’70. Hubo asesinos y traidores pero los hubo en todos los bandos en pugna, y no como ella pretende sólo en el bando militar. Milani debe haberse sentido en el Olimpo de los dioses patrios, pese a las denuncias de enriquecimiento ilícito; pero además ella descubrió y pretendió descubrirnos en esta semana de Mayo que San Martín le “donó su sable a Don Juan Manuel de Rosas, por sus altos servicios prestados a la Patria, con motivo de la defensa de los ríos interiores ante las potencias imperiales”, una lección básica de escuela primaria hasta en los vetustos y ahistóricos libros de Mitre, Astolfi, Iglesias, etc.

Fue tan estúpida y autoreferencial que en el homenaje del 25 de mayo de 1810 se incluyó ella y su gestión señalando que ellos “han forjado una “nueva identidad” democrática, en la que los derechos humanos se han incorporado definitivamente”. Olvidándose de las muertes por desnutrición infantil o de ancianos y aborígenes en todo el territorio nacional durante sus gestiones presidenciales, o los más de 6 millones de argentinos que no logran un trabajo, y muchos de los cuales ni estudian siquiera, y donde casi un cuarto de la población no accede a una educación de excelencia, o a la doble jornada exigida por ley y tampoco acceden a la salud ni siquiera básica. ¡Esos Derechos Humanos no los tiene en cuenta! Ella sólo cuenta los de Carlotto o Bonafini… y entonces se está muy lejos de la realidad argentina. Ni que hablar de la falacia de “la reestructuración de la deuda soberana -según su visión particular de la historia- más importante en toda la historia del mundo” llevada a cabo por Néstor olvidándose de Roberto Lavagna. Y como no podía ser de otro modo, se metió con “los buitres que -según ella- quedaron aleteando afuera muchos buitres. Algunos pocos, pero poderosos, que manejan medios y ONG’s, que proliferan por todos lados y que uno nunca sabe de dónde sacan los fondos y que atacan al país”, y lo que más la preocupa es que la investigan a ella, su entorno y sus testaferros y la ruta del dinero K, esa que ella jamás va a poder justificar, ni siquiera la nimiedad de lo que declara en sus DJ.

El disloque histórico lo apuntó Hebe de Bonafini cuando aseveró que la presidente Cristina Fernández “superó a Eva Perón” porque “son muchos más años de lucha y más agresión”. “Lo que nos da Cristina es una cosa que no se puede creer. Ha superado a Eva Perón porque son muchos más años de lucha y más agresión”, dijo para luego ampliar: “Ella tuvo que luchar contra todos”. En ese sentido, la presidente -denunciada por defraudación al Estado- de Madres de Plaza de Mayo ejemplificó: “Eva (Perón) tenía un transatlántico y Cristina un bote en medio de la tormenta. Le pegan y le pegan y sale con una entereza que no se puede creer. Es una reina”, dijo en la “TV Pública”. Asimismo, consideró que al terminar su mandato la Presidente continuará “peleando en el lugar que ella quiera”, y afirmó que “va a pelear y bien”. Para reforzar la estupidez de Bonafini Cristina Fernández cuestionó “el bombardeo mediático” que sufrió el Gobierno por enfrentar a los buitres y entonces, redobló la apuesta y dijo: “pueden difamar a mi hija, maltratar a mi hijo y decir de mi cualquier cosa, pero quédense tranquilos que mientras siga siendo Presidenta voy a defender los intereses (?) del país. No tengo nada de que avergonzarme”, olvidando a Boudou, a Jaime, a Schiavi, a Báez, a Cristóbal López, a Michetti por nombrar sólo a los ya procesados… y ni que hablar de la muerte más que dudosa del fiscal Alberto Nisman, quien la denunciara por complicidad y encubrimiento de la causa AMIA.

Cada gesto y cada palabra suyos fueron una muy cuidada puesta en escena para ratificar la creencia de “una misma identidad entre el sentimiento patrio y la adhesión al Gobierno”; ese fue el verdadero y único “mensaje”, a escasos seis meses de entregar el bastón de mando y exponerse definitivamente a las investigaciones de la justicia, esa que ella teme y aborrece porque no logra doblegar por completo, más allá de contar con soldados como Gils Carbó, Oyarbide, Canicoba Corral y tantos otros genuflexos del poder. El suyo fue un “acting casi perfecto”, preludio del adiós de diciembre “…lagrimeó”, es más tuvo un soplo autocrítico -aunque cueste creerlo-, pero atacó a opositores, a jueces, a los medios y hasta se dio el ¿gusto? de advertir a los sindicalistas. Llegó al colmo cuando hizo de abuela (¿se habrá vislumbrado como la Manuela Carmena de Argentina?), y recordó que gracias a las gestiones kirchnerista el país ha reconstruido “un sentimiento ancestral: “Tenemos Patria”, como si desde 1816 no la hubiéramos tenido, algunos lúcidos argentinos ya lo habíamos descubierto casi 65 años antes -ese es mi caso- y otros mucho antes aún como mi querido segundo padre don José María Castiñeira de Dios, desaparecido para desconsuelo infinito el pasado 3 de mayo y conmigo fuera del país para impedirme acompañarlo, y otros muchos que lo hicieron antes o después pero seguro que antes de que Cristina Fernández nos lo dijera.

¡Que terrible bochorno!

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