Por Luis Américo Illuminati.-

Soy simpatizante de Boca Juniors desde niño. No soy hincha ni fanático. Si el equipo gana me alegra y si pierde no me amargo ni me quejo, pues hay cosas muchísimas más importantes en la vida que un partido o un club de fútbol. La primera y única vez que fui al estadio de Boca, la Bombonera, fue en 1970. La selección nacional perdió ante el seleccionado del Perú y fuimos eliminados del Mundial. Me acompañó mi padre. La hinchada argentina le arrojaba botellas y vasitos de plástico con orina al público peruano. Me dio tanta vergüenza e impotencia que juré nunca más volver a ese lugar. El día 14 de Mayo tiene para mí una significación muy particular, en primer lugar porque es el día de mi nacimiento. Un año después, el 14 de Mayo de 1953 tuvo lugar el “partido del siglo” entre la selección argentina y el seleccionado inglés, dirigido por el árbitro Ernest Ellis. El cotejo fue una revancha del partido que había perdido Argentina en Wembley en 1951. En la cancha de River el seleccionado nacional ganó 3 a 1. El entonces presidente Juan Domingo Perón que presenció el partido, firmó un proyecto de resolución para establecer ese día como el “Día del Futbolista”. Creo que los barrabravas y demás inadaptados sociales han logrado con los actos vandálicos del jueves pasado -día de mi cumpleaños Nº 63- quienes arrojaron gas pimienta en la manga por donde salían los jugadores de River Plate, que en adelante el día del futbolista sea un símbolo de la Argentina «K”, la nave de los locos. Pero, justo es decirlo, las chanchadas no son culpa del chancho sino de quien le da de comer. Los dirigentes deportivos y los políticos han formado un maridaje innoble, sucio y deletéreo. Ellos, igual que el Dr. Frankenstein, han creado una criatura criminal, un monstruo que no pueden dominar, un monstruo que amenaza con destruir el fútbol y al país al que embrutecen con la consigna “pan y circo” que los emperadores romanos utilizaban con la misma malignidad que hoy lo hacen los gobiernos populistas. ¿Quién tiene la culpa de que esta mafia se haya apoderado de los estadios y de las almas de los hinchas? La respuesta surge por sí misma: todos o casi todos nosotros tenemos la culpa. Por permitir que el fanatismo, la frivolidad y la imbecilidad guíe nuestros gustos y preferencias. Todo lo intrascendente y banal y trivial es tomado como trascendente y lo que es verdaderamente trascendente es tomado por intrascendente y sin importancia. Somos un país donde la ramplonería es lo que nos caracteriza por regla general. Nos encantan los demagogos baratos y charlatanes de feria. Es hora de que este pueblo fanfarrón, de poco juicio y nulo honor, comience a pensar que “no sólo de fútbol, show, cerveza, rock y stand up se vive, sino también de honor, dignidad, austeridad y virtud, es decir, valores que nos saquen del chiquero de los puercos y nos lleven a la recuperación de la cordura y la lucidez que como pueblo hemos perdido, salpicando de estiércol los templos de la Patria en cuyo altar al lado del becerro de oro y el dios Baal, se adora a un tipo bajito, regordete, sexista y chauvinista que se dice argentino y vive en Dubai. Que me disculpen los simpatizantes de Boca Juniors, pero los políticos y los dirigentes de fútbol son los que han puesto al club y al país «BOCA ABAJO».

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