Por Jorge Omar Alonso.-

El régimen kirchnerista, próximo a ser historia (negra), lejos de menguar la descomposición a que ha sumido a la República, no cesa de profundizar la destrucción en todos los niveles. Pero detrás de estos hechos, sus causas podemos encontrarlas en la debilidad de la oposición al régimen, que por incoherencia, ceguera o incapacidad no ha sabido poner frenos a la destrucción del Estado argentino llevada a cabo por la canalla kirchnerista. ¿Por qué estos dirigentes han revelado un estado de decrepitud que los ha ubicado en una posición de inferioridad con respecto a la autocracia kirchnerista? Yendo a lo que “el relato” ha sostenido como “la década ganada”, ¿cuánto tiempo podrá sostenerse el sistema ante el aumento de desocupados y ante el estancamiento del nivel de vida de los ocupados? Los bolsones de pobreza y miseria que se observan en el Gran Buenos Aires, se han transformado en bolsones permanentes y crecientes poblados por gente sin recursos y sin esperanzas. Superficialidad, incoherencia, esterilidad de ideas, es lo que se observa actualmente en las ofertas electorales. Tuvimos partidos políticos que ya son un recuerdo. Hoy son movimientos en los que un líder se muestra como cabeza del mismo, proponiendo “soluciones”. Los partidos tradicionales se han transformado en máquinas burocráticas, que lo único que obtienen es el apoyo puramente electoral de ciudadanos a los que son incapaces de movilizar. Y como si todo fuera poco, debemos padecer un sistema educativo en fase de disgregación acelerada, lo que yo veo como más dramático que el desastre económico. Nunca me cansaré de insistir, nuestra gran tragedia es la educación.

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