Por Juan Carlos Grisolía.-

(Exigencia del sistema de eliminación selectiva de seres humanos, implantado y operante en la República Argentina).

No se trata de una ilusión. No es “un concepto, imagen o representación sin verdadera realidad, sugeridos por la imaginación o causado por engaño de los sentidos” (D.R.A.E.).

Se trata de la realidad, que es la verdad, aquella que desde el punto de vista ontológico se define como la “adecuación de la cosa con el intelecto”.

La “cosa” -el “rei”- se precisa como verdad, en tanto existe y se constata, entre otros datos, en los cuerpos despedazados y en la sangre derramada por la acción criminal de quienes han decidido que era necesario matar a un niño, por el solo hecho de vivir en el seno de su madre.

Y ello así, por cuanto la cuestión es la de afirmar, con la perversión propia del crimen, los dictados de un relativismo, que despreciando la propia contradicción con sus enunciados, instala el absoluto que reza la negación de la condición humana para aquellas personas que han sido ubicadas en el listado de quienes no tienen derecho a ser considerados tales.

El relativismo es por definición la afirmación del egoísmo, por cuanto se trata del intento de afirmar las tesis, que con exclusivo valor en la subjetividad de quien las enuncia, desprecian la realidad y con ella el ser que es la verdad.

Se amparan en la libertad vacía que dicen garantiza la democracia. Pero ignoran que la libertad tiene, para su debido ejercicio y conservación, una directa relación con el bien.

El hombre libre, es el promotor, mediante el ejercicio de la opción de la justicia legal -que es la de la parte al todo- del bien común como objetivo fundamental de una comunidad que pueda afirmarse tal.

Dice Joseph Ratzinger: “Pero la libertad individual sin contenido, que aparece como el más alto fin, se anula a sí misma, pues solo puede subsistir en un orden de libertades. Necesita una medida sin la que se convierte en violencia contra los demás” (“Verdad, valores, poder”. Pág. 82. Ediciones Rialp).

La afirmación de la vida como primario derecho humano, implica el enunciado de un dictado de la naturaleza. Y ésta violenta, al punto de la ira incontrolable, al sujeto que sostiene el absoluto que constituye las afirmaciones del propio relativismo.

Por eso, quienes dicen de la existencia de los principios que surgen del orden natural, y que son debidamente expresados en la ley que los resume, son calificados como intolerantes y antidemocráticos.

No pueden negar la verdad, por ello es que cada uno la “asume” en sus formulaciones, lo que conduce al hipócrita resultado de dar el carácter de tal a las afirmaciones de quienes precisamente proclaman su inexistencia. Y ello así por cuanto no se puede negar el orden natural, que se conoce a título de evidencia y se comprueba, prácticamente, en la propia vida personal y en el entorno que rodea la misma y ayuda a su desarrollo.

Difícil es sostenerse contra lo evidente. Por ello Hans Kelsen, defensor de una posición rígidamente relativista, afirmó: “En cierto momento… habría que imponer esta certeza relativista con sangre y lágrimas si fuera preciso”. (V. Possenti. Le Societá Liberali al Bivio. Lineamenti di Filosofía della Societá. Citado por Joseph Ratzinger. Ob. Cit. Pág. 88).

¿Y cuál es, entonces, el mecanismo para “crear” la “verdad” que desea imponer el grupo dominante?

Se trata de la falacia democrática, que negadora de todo principio que pueda afectar el dogma que afirma la validez de lo decidido por las “”mayorías populares””, reduce las esencias a la simple opinión del número.

Afirma Joseph Ratzinger: “El ‘derecho natural’ es rechazado como sospechoso de connivencia con la metafísica y como perjudicial para mantener consecuentemente el relativismo. Según eso, no hay en última instancia otro principio de la actividad política que la decisión de la mayoría, que en la vida pública ocupa el puesto de la verdad. El derecho solo se puede entender de manera puramente política, es decir, justo es lo que los órganos competentes disponen que es justo”. (Ob. Cit. Pág. 86).

La democracia entonces es la estructura formal destinada a ser colmada por toda regla -expresiva de simples mecanismos- que asegure los intereses de quien se atribuye la condición de absoluto. Es, en definitiva, el conjunto de los artificios dispuestos para hacer posible que el mecanismo electoral y la alternancia en el poder, se practiquen en el marco de los métodos impuestos para asegurar el resultado de quienes los manejan.

¿Es que alguien puede hoy afirmar que la voluntad popular manifestada por sujetos degradados en su condición de personas, precisamente por el régimen que dice encontrar, en tal expresión, su legitimidad, puede ser fuente de verdad?

Un hecho histórico ejemplificador lo constituye el diálogo que se registra en el proceso contra Jesús. Pilato pregunta al Redentor: “¿Qué es la verdad?” (Jn. 18,38). Al hacerlo no espera la respuesta, e inmediatamente dirige su mirada a la multitud. Dice Joseph Ratzinger, comentando este hecho: “Así quedaría sometida, según Kelsen, la decisión del asunto en litigio al voto popular. Kelsen opina que Pilato obra como perfecto demócrata. Como no sabe lo que es justo, confía el problema a la mayoría para que decida con su voto” (Ob. Cit. Pág. 88).

Y agrega quien hoy es el Papa Emérito Benedicto XVI: “”Pilato vicia su poder y el del Estado en el momento en que deja de percibirlos como administración fiduciaria de un orden mas alto que pende de la verdad y lo utiliza en beneficio propio. El gobernador deja de preguntar por la verdad y entiende el poder como puro poder. ‘Al legitimarse a sí mismo, dio su apoyo al asesinato legal de Jesús” (Ob. Cit. Pág. 89).

El poder por el poder mismo ordenado a la satisfacción de los intereses de grupo o de sector. Ajeno entonces deviene el bien común. Posible es reducir la persona humana a la condición de cosa. Todo es manejable en la borrachera en que quedan sumidos quienes no saben que son meros administradores de los intereses de todos los miembros de la comunidad política.

Pero en esta dramática segmentación del cuerpo social, el relativismo introduce en cada fragmento el veneno del individualismo. La confianza es imposible, por cuanto ha desaparecido el principio de lealtad, el que ha sido sustituido por el equivalente a las 30 monedas con las que se comprara la traición más trágica de la historia.

Las sonrisas de triunfo, tan frecuentes en estos últimos tiempos, son la expresión espasmódica de la débil condición mental de quienes ignoran que no existe poder que se sustente sobre el dinero.

La persona humana es tal en cuanto se define por su vida intelectiva y volitiva. Es el espíritu -inmaterial y por tanto inmortal- el que da origen al cuerpo. Para su creación Dios ha dispuesto la sociedad primaria que constituye la unión conyugal, la que integrada por hombre y mujer, se incrementa cuantitativa y cualitativamente en la sociedad paterna, estos es la familia. El tejido social, con sus diversos estamentos, no puede explicarse sin este protagonista fundamental. Por ello es que degradar la condición humana es destruir la sociedad. Esta no puede existir sin el sujeto que define su esencia, y a través de la cual transitan las distintas etapas de la perfección en orden a su fin. Nada tiene sentido sino con relación al destino que la propia naturaleza de la persona humana, unión sustancial conveniente de espíritu y cuerpo, reclama como componente de su esencia.

No existe posibilidad de manifestación de voluntad comunitaria, sin reconocer este carácter fundamental de los miembros que integran el cuerpo plural. La ley natural que expresa el orden en el que vive la persona humana, es la barrera que impide el arbitrario manejo de los miserables.

Es torpe el pretendido engaño de dar carácter de fuente de principios y de valores a la manifestación de la mayoría. Para más, de una mayoría cuyos integrantes son despreciados y reducidos a la condición de objetos que pueden manejarse, por cuanto se los ha privado de su dignidad, al obligárselos a la sumisión que exige la dádiva prodigada con dineros ajenos.

Dice Joseph Ratzinger: “La historia de nuestro siglo ha demostrado dramáticamente que la mayoría es manipulable y fácil de seducir y que la libertad puede ser destruida en nombre de la libertad” (Ob. Cit. Pág. 94/95).

Y entonces el cinismo seguirá imperando en nuestra tierra, cada vez con mayor vehemencia. La inteligencia de cada uno de nosotros, de los que no hemos renunciado a pensar, actividad fatigosa pero fundamental a la naturaleza de la persona humana, la que defendemos en la conciencia de su valor que explica el sentido de nuestro tránsito y de nuestro destino; podrá ser materia de ofensa, pero nunca eliminada.

El relativismo de los hombres de gobierno, les llevará necesariamente a pisotear el derecho. Porque éste constituye una definición normativa, que fija conductas en orden a fines. Y “entonces, lo único que cuenta, a fin de cuentas es el poder del más fuerte…” (Joseph Ratzinger. Ob. Cit. Pág. 95).

¿Cómo puede la sociedad argentina admitir, con tan marcada resignación, el plan de eliminación selectiva de la vida humana que se ha instalado en el país?

Puedo enunciar algunas razones: La primera, el proceso de empobrecimiento de la capacidad de entender. Éste opera a través de la formidable influencia de los medios “llamados”, de comunicación.

En este plano, la televisión tiene un papel determinante. Giovanni Sartori, en su obra “Homo videns” (La sociedad teledirigida), pág. 47, ed. Taurus, dice: “Así pues, en síntesis, todo el saber del homo sapiens se desarrolla en la esfera de un mundos intelligibilis (de conceptos y de concepciones mentales) que no es en modo alguno el mundos sensibilis, el mundo percibido por nuestro sentidos. Y la cuestión es esta: La televisión invierte la evolución de lo sensible en inteligible y lo convierte en el ictu oculi, en un regreso al puro y simple acto de ver. La televisión produce imágenes y anula los conceptos, y de este modo atrofia nuestra capacidad de abstracción y con ella toda nuestra capacidad de entender”.

La realidad es “armada” en la pantalla televisiva. Se impone la imagen como una expresión sensible que obliga al hombre a sólo la captación visual. Al quedar vedada, por razón de la intensidad del medio, la actividad de aprehensión del dato mediante la develación, el acto de conocimiento se perjudica. Así entonces, inclusive por razones de comodidad, la inmaterialidad propia de lo inteligible, se da por satisfecha con el mensaje que acompaña a la imagen. Es un claro procedimiento de trasbordo ideológico que el “homo videns”, recepciona pasivamente. Rindió ante un perverso enemigo su capacidad para incrementar su ser mediante el uso del mecanismo que lo define como persona humana.

Obvio es que éste es el sistema que termina esclavizando a la persona humana, por este moderno método que no reclama ni de cadenas ni de grilletes.

El homo videns aceptará todo lo que “el gran hermano”, en off, le dicte. Su capacidad de reflexión ya ha sido anulada, ¿cómo entonces pretender examen crítico alguno?

Sigue diciendo Giovanni Sartori: “En este último (el homo videns), el lenguaje conceptual (abstracto) es sustituido por el lenguaje perceptivo (concreto) que es infinitamente más pobre: más pobre no solo en cuanto a palabras (al número de palabras), sino sobre todo en cuanto a la riqueza de significado, es decir, de capacidad connotativa” (Ob. Cit. Pág. 48).

La segunda razón, por la que se admite este siniestro proceso en curso, es el miedo.

Sabido es que en las esferas del gobierno anterior y aún del presente, aunque en menor cantidad (tanto Poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial) se encuentran instaladas personas que han confesado ser autores de crímenes, integrando los grupos subversivos terroristas, que asolaron la Patria en los años 70. Corresponde aplicar aquí aquél relato que es todo un ejemplo al respecto: En una cárcel un abogado visita a su defendido, recluido por un delito menor. Le alienta para templar su ánimo, al tiempo que observa un sujeto de pequeña estatura y físico enjuto. Le pregunta: ¿Es que Ud. no tiene miedo, no se encuentra desanimado? El sujeto le responde: “No Dr., yo estoy acá por homicidio. A mí me respetan”.

Cierto que es posible que quien mató vuelva a hacerlo. Pero la principal causa de miedo es la que surge de la comprobación de que pueden y lo hacen, usar arbitrariamente de los mecanismos del poder. Así por ejemplo, la reducción a su mínima expresión de las facultades del Poder Legislativo, que de ser un apéndice del Poder Ejecutivo, se integra hoy con bloques conformados por quienes han causado grave daño a la sociedad argentina. El manoseo agraviante del Poder Judicial, con lo que ello implica en orden a las garantías constitucionales del debido proceso.

Pero aun en este marco, les es imposible exhibir omnipotencia. La Nación Argentina, aunque novel, cuenta ya con sólidos cimientos brindados por quienes le dieron origen, y además tales fundamentos han sido confirmados por la sangre de muchos de nuestros héroes en distintas guerras. Además, les será imposible borrar la tutela que desde la historia, en la manifestación de la vida del espíritu preocupado por la de sus hijos, brindan el Padre de la Patria, Don José de San Martín, el noble abogado -soldado- Don Manuel Belgrano, y todos aquellos otros que no permitirán que la Patria perezca por la acción de los perversos.

Para ello, las armas que debemos utilizar en esta misión, será el estudio y la formación consecuente con los cuales estaremos en condiciones de oponernos al perverso relativismo obrando en la libertad que nos ha de dar la posesión de la verdad.

El proceso de eliminación selectivo, ya cuenta con leyes que integran el derecho positivo argentino. Estas son la Ley Nº 26.130, por la que se habilita la afectación de la integridad física de la persona humana, derogando el carácter inalienable de tal derecho personalísimo. Con ella queda abierto el camino a reglamentar la eutanasia -tanto de los enfermos como de los ancianos- como la eliminación de los discapacitados conforme se integren al régimen argentino las disposiciones de la “Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad” (Resolución Nº 61/106, aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas, en fecha 24 de Enero de 2007). La Ley Nº 26.171, por la que se aprobó el Protocolo Facultativo de la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW); que reconoce la competencia del Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer, en la fijación de las políticas atinentes a la Convención, las que deberán ser adoptadas por el Estado Parte -en este caso la República Argentina- cumplimentando las resoluciones del Comité respecto de comunicaciones que personas o grupos de personas, hagan llegar al mismo. Se trata en definitiva de una instancia superior a la del propio Estado, que define y obliga por encima de su propia soberanía. Queda claro que el art. 17 del Protocolo no admite reserva alguna a los contenidos del mismo. En este marco se inscribe la Recomendación General Nº 24 que incorpora al derecho positivo argentino las llamadas “perspectiva de géneros”, y con ello el desconocimiento de la naturaleza de la familia, la castración psicológica del hombre, la auto -mutilación, la despenalización del homicidio en las entrañas de sus madres de los niños no nacidos, etc. En la sanción de estas leyes ha tenido papel protagónico la mujer que fuera designada en este último tiempo, para ocupar la presidencia de la Nación. A ello hay que agregar la orden de quien con antelación a la nombrada, ocupara la titularidad del Poder Ejecutivo al Presidente de la Comisión de Salud de la Cámara de Diputados, para que active todos los proyectos de ley destinados a provocar el aborto sin consecuencias penales. Se ha ignorado y con ello violado la hermenéutica del orden jurídico positivo argentino, al considerar aplicables normas derogadas tácitamente, como son aquellas que sustentan el art. 86 del Código Penal en las eximentes a la antijuridicidad del acto, regladas en los incisos 1 y 2 de la segunda parte del texto. Estas normas, aparte de aceptar un repudiable criterio eugenésico, que se enuncia como “No puede seguir viviendo quien presenta alguna deficiencia o discapacidad física o mental”, conspira además contra el resto del orden jurídico positivo argentino, violenta la estructura lógica criteriológica que predomina en nuestro derecho, que en sus aspectos esenciales asume la evidencia de la ley natural. La derogación tácita aludida se ha producido en tanto han entrado en colisión con expresa normativa de carácter constitucional, expresadas en los tratados incorporados a la Carta Magna (Ver mi trabajo “El Derecho a la Vida. Un Absoluto”). Estas normas, a pesar de ser inaplicables por tribunal alguno, han sido usadas como mandatos expresos para matar al niño en el seno materno. Esto es, ni siquiera -a pesar de su improcedencia- fueron aplicadas en el marco conceptual de sus enunciados.

Ninguna duda puede caber de la tragedia que se ha instalado en el seno de nuestra Nación.

No se trata de una ilusión. Es la realidad, tal como la percibimos si queremos hacerlo, para evitar que mañana peticionemos se nos otorgue lo que no supimos defender.

Parafraseando al ex presidente Clinton, no se trata en este caso de “La economía”. La cuestión pasa por la vida de tus padres, de tu esposa, de tus hijos, de tus nietos y la tuya propia; cada una de las cuales en su momento y conforme las exigencias de la locura relativista, movida por inagotables requerimientos de intereses sectoriales, podrán ser arrebatadas.

Cabe recordar los niños que fueron asesinados con directa intervención del Estado, en la ciudad de La Plata (Pcia. de Buenos Aires) y en la ciudad de Mendoza. En ambos casos los Ministerios Públicos -que tenían a su cargo la defensa de la vida de los respectivos niños por nacer, optaron por la pasividad, avalando de ese modo, con el incumplimiento de su misión, el asesinato de inocentes por el hecho de vivir en las entrañas de su madre.

En la ciudad de Paraná, Pcia. de Entre Ríos, un niño concebido por una discapacitada, en tanto se lo intentó asesinar, movió la valiente decisión de la Defensora Pública -Dra. María Marcela Piterson- que asumió la defensa de los derechos del menor, deduciendo una medida cautelar que fue concedida por la Jueza interviniente. El Superior Tribunal de Justicia de Entre Ríos, autorizó el crimen, aún desconociendo doctrina de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Entonces, llevan la madre con su niño al Hospital Materno Infantil “San Roque” de Paraná, los médicos, enfermeros, auxiliares todos, se negaron a ejecutar el crimen. El Estado Nacional y Provincial, acudió a sus importantes medios, y la madre y su hijo fueron trasladados a la ciudad de Mar del Plata, donde se consumó el homicidio, desechando los pedidos de su abuelo para hacerse cargo del nieto. Esta es la necesidad de matar.

Es la verdad, reitero, es la realidad, y así se relata:

“Soy Rogelio Jesús Rodríguez, Enfermero de profesión y hoy me ha tocado la gracia de trabajar en quirófano de maternidad y pre-parto, donde estaba internada esta chica de la que se hizo eco toda la sociedad. En el hospital se producen alrededor de 15 y 20 partos por día; cesáreas, partos de fetos muertos, prematuros de 18 semanas, como el caso de la chica de la cual se habla. Yo solo pregunto una cosa: ¿Cuántas veces los que hablan de la libertad a abortar, más allá de que este sea un caso especial, vieron un bebé muerto, un feto muerto, pedazos de carne humana por abortos caseros, almas que Dios ha enviado al mundo por algo, para algo? Lo único que nos falta ahora es creernos dioses y decidir quién vive y quién no. A los que hablan de que la voluntad de abortar tendría que legalizarse, sepan que hay un Dios allá arriba, que ve todo y todo el mundo se mueve por él Sépanlo señores, señoritas que mantienen relaciones sexuales desde muy chicas, que quedan embarazadas y luego abortan… ‘total, me lo saco y listo’. Señores, yo controlé a esa chiquita, la cuidé, sentí los latidos fetales de una vida en su panza, los movimientos, ¡no me vengan con cosas raras para confundir a la gente! Se mató a una persona, hija de Dios, con un alma, con una misión en la tierra. Si no lo querían lo hubiesen dado en adopción, la chica no tenía ni idea de lo que pasaba, tiene 19 años pero el coeficiente intelectual de una criatura de 5 años. Señores, me gustaría que un día vieran al personal de neonatología peleando por la vida de un prematuro. Y ahora voy a dar información que quizá no tendría que dar. Primero, el bebé estaba en perfectas condiciones; segundo, la madre fue manejada políticamente… sí, por esa señora diputada, el Dr. Retamoso y el mismo gobernador Busto. Crean o no, el día que fue trasladada a Buenos Aires, yo por teléfono, hablé con el Gobernador, la señora diputada y el abogado Retamoso. Se la trasladó a las 3 de la mañana, se la sacó por detrás del hospital, fue un dispositivo planeado, porque, todos sabemos, se quiere legalizar el aborto. Gracias a Dios, todos nosotros nos negamos a hacerlo, médicos, instrumentadotas, enfermeros, obstetras, solo se hicieron una pregunta: ¿Alguien se anima a sacar un ser humano formado completamente sano, cortar el cordón y dejar que se desangre sobre una camilla y verlo agonizar hasta que expire? La respuesta fue unánime: No. Yo estudié para cuidar la vida, no para quitarla, quien tenga oídos que oiga, es muy fácil hablar de afuera, total, hay gente que lo va a hacer. Mientras tanto, siga la fiesta… Sigamos matando gente, total… Hay un mandamiento de la Ley de Dios… No sé si les suena… Dios… No matarás. La Biblia no es un libro de cuentos, digo, por las dudas alguien creyera que lo es”.

Así de simple como de profundo. Así de trágico. Ya no se ocultan, y eso es bueno. La impunidad que creen obtener de la torpe omnipotencia que sólo encuentra fundamento en sus mentes, caerá hecha pedazos, cuando la justicia, que les espera tanto en este tiempo como en el juicio definitivo, les llame a rendir cuentas.

Redactado originalmente, en la ciudad de Rosario, Prov. de Santa Fe, a los diecinueve días del mes de Noviembre del año del Señor de 2007. El presente se remite corregido y aumentado conforme su tiempo. 22 de septiembre de 2016. Y ello así, habida cuenta que estas reflexiones mantienen plena actualidad por cuanto quienes persiguen el proceso de eliminación selectivo al que he aludido, han sido mantenidos por el nuevo gobierno integrados en organismos del Estado. Desde allí éstos sujetos accionan sustentados en perversas normas que se han considerado vigentes y con las que pretenden dar legalidad (pues jamás será legítimo el crimen) al homicidio de los niños que se encuentran en el seno materno. Como también al de aquellos ya nacidos -durante el llamado período puerperal-, a los discapacitados, a los enfermos, ancianos y a quienes presenten algún signo de debilidad o, sencillamente, su existencia no convenga a los planes de disolución de la sociedad argentina. Todo ello, a los que debe agregarse la conculcación del orden natural, con aberraciones como las que constituyen el llamado “matrimonio igualitario” (vocablos que expresan una contradicción en lo esencial, pues se trata del apareamiento de dos personas del mismo sexo) o la ideología de género, con las que propinan a la comunidad el golpe final destinado a su extensión.

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