Por Guillermo Martínez Moreno.-

Los viejos con conocimientos y ganas de mostrar que pueden hacer, pueden ser un motor más de la economía.

Me cuenta un amigo de varias décadas que hace como 20 años viajó durante varios meses a Asunción del Paraguay, por una licitación, en representación de un Grupo Español.

Se quedó varios días en Asunción y conoció mucha gente. Entre ellos, un grupo de profesionales jubilados, ex directivos de empresas norteamericanas que integraban un «ONG», que se dedicaba en forma gratuita al asesoramiento en distintas disciplinas a pequeñas y medianas empresas.

En aquel momento estaban asesorando a distintas compañías en procesos productivos, estructuraciones financieras etc.

La ONG tenía como patrocinadores fundaciones y empresas, que financiaban los viáticos de la organización.

El «beneficio» de los «jubilados expertos» era permanecer activos, sentirse útiles y viajar a distintos lugares del mundo.

Esto sigue vigente y se practica en diversos países del mundo.

En el otro extremo de los «millennials» y «generación z», existen estas ONGs.

No creo que estos procesos se estén implementado en Argentina lamentablemente.

¿No es el momento de que empresas argentinas apoyen este tipo de proyectos?

Mi amigo recordó mi pensamiento respecto del pasado y el futuro y mi consigna que dice que existen tres tipos de personas: «los que hacen que las cosas pasen; los que miran las cosas que pasan, y los que preguntan qué pasó».

Mi amigo me dio una lección y me recuerda que lo que me hace feliz es hacer que las cosas pasen.

Me mencionó que existe una ONG alemana que tiene representante en Argentina en la Cámara Argentino-alemana, destinada especialmente a procesos industriales que aparentemente no consigue el espacio necesario para prosperar.

Las hay en España y en toda Europa y me pasó los datos para que me contacte.

Esta organización sería funcional a los intereses del estado, que tiene como prioridad que Argentina arranque.

Espero que estas líneas despierten el interés de empresas y organizaciones que podrían ser motorizadoras de este tipo de iniciativas y que, con pocos recursos, podamos poner a una enorme cantidad de jubilados que quieren sentirse útiles en movimiento y volcar su experiencia, la que sería de suma utilidad para organizaciones que no consiguen sumar recursos a sus filas porque es cada vez más caro contratar.

No me extrañaría que una minoría de jubilados se opongan, imitando a los adolescentes que no quieren hacer pasantías y aprender.

Lo que también imagino es que muchos jubilados se van a ocupar de estos «pisa brote» más eficientemente que la masa de estudiantes que no ven, no oyen, no escuchan y además no comprenden los textos que leen.

Escucho ofertas.

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