Por María Delicia Rearte de Giachino.-

Y un día te fuiste, no sabías adónde, ni cómo, ni a qué…

Tenías veinte, treinta años, tal vez algunos más; el corazón latiendo ante lo desconocido, la mirada húmeda con la emoción de algo nuevo, los músculos tensos en la virilidad de la juventud, vestido de soldado y armado de un fusil y un rosario.

Dejabas mucho y te despedías sin nostalgia. Novias, esposas, hijos, hermanos, amigos y… tu madre.

La despedida fue sencilla. Tal vez un abrazo profundo, un apretón de manos o sólo una carta y te ibas sin dejar nada, porque te llevabas todo… y tu madre viéndote partir desde una ventana, desde una pantalla de TV, desde un papel arrugado por las lágrimas…

Todo nuevo para vos: el embarque, los pertechos, las órdenes, la incertidumbre, los interrogantes y las fantasías, las bromas y las dudas… y tu madre frente a esa misma ventana, a aquella pantalla de TV o releyendo aquel papel arrugado esperando sin saber qué esperaba.

Y llegó el día en que lo supiste. Ibas a liberar a la Patria, a tu Patria, la de San Lorenzo, de Tucumán y Salta, la de Obligado, la de San Martín y Belgrano, la de Rosas y Urquiza, la de Brown y Espora, la tuya… y entonces se te abrió el corazón; tu vida cobró valor insospechado y entre el miedo y el honor sentiste que ese rosario que colgaba en tu cuello era todo lo que tenías uniéndote a tu madre en aquella ventana, o en aquella pantalla o en aquel papel enredado en las AVE MARÍA… ignorando tu destino de grandeza, esperando el retorno, intuyendo el peligro, recordando, añorando…

Y venciendo tempestades, derrotando ultrajes, destruyendo tradiciones, ultrajando orgullos, Argentina, tu Patria, tu bandera subió al mástil, desalojando el trapo pirata, arrogante y vencedora, limpia, pura, color de cielo y brillo de sol… Asombro del mundo y escarnio para el usurpador. Y tu madre, asomada a la ventana de su alma, espiando en la pantalla, esperando otro papel para enredar en sus AVE MARÍAS, con secreto orgullo y secreto miedo desconocido y callado…

Y llegó la guerra y supiste a que habías ido, soldado de mi Patria, valiente, generoso, inocente y temerario, que rompiste tus pies en la turba helada, que atravesaste los vientos con tus alas de fuego, que la maldad asesina de una mujer te sepultó en el mar indolente y bravío, que diste ejemplo al enemigo de coraje y entrega. Tu madre entonces supo a que fuiste tan lejos… y siempre esperando, el orgullo latiendo en su corazón, el honor desbordando sus ojos, el temor sosteniendo su sueño, el rosario atado al cuello de su hijo en la comunión perfecta del amor y el dolor…

Y, terminó la guerra y vos, madre, volviste a esperar junto a la ventana, en la pantalla de TV, sin ningún papel; sólo el rosario oculto en tus labios temblorosos. Aquel que no sabías adónde iba, ahora no sabías si volvía…

Y un día volvió. Ya no era aquel de los veinte, treinta años y tal vez algunos más, sino un hombre cargando su pasado de díias bien gastados, de sufrimientos y amarguras, pero de lecciones de vida y de muerte que lo marcarían para siempre. Volvió mutilado, ignorado, victorioso en las heridas de su cuerpo, derrumbado en las heridas de su alma. Volvió en una medalla y una cruz allá, lejos, adonde no sabías que iba…

Y, así, madre de un hijo que fue a Malvinas, ya no espías por la ventana, ni en la pantalla, ni esperas un papel; sos la mujer fuerte del Evangelio, que guarda su dolor en las entrañas que parieron ese hijo y se para ante la miseria de los gobiernos, ante la infamia de las calumnias, ante el deshonor de muchos de sus pares, ante la vergüenza del olvido y la conjura, ante la banalidad del poder, ante la mentira en los foros del mundo, ante el desprecio de los corruptos, altiva, silenciosa, rebosante de dignidad, de pie, erguida, como la SANTÍSIMA VIRGEN, ante su Hijo crucificado y que también un día se fue y Ella no sabía adónde, pero lo esperaba sabiendo que iba a la Gloria…

MADRE DE DIOS, RUEGA POR LAS MADRES ARGENTINAS DE UN HIJO QUE FUE A MALVINAS…

María Delicia Rearte de Giachino

Madre del Sr. CFIM (PM) D. Pedro Edgardo Giachino

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