Por Claudio Izaguirre.-

Pablo Galfré rellena sus libro La Comunidad con mentiras y fantasías con el objetivo de demonizar los espacios de rehabilitación y haciendo así potable la ley de Salud Mental.

Galfré define al Programa Ibicuy en su libro, como un espacio asentado en una zona inhóspita, con metodologías carcelarias y con similitudes a un campo de concentración.

Este centro de rehabilitación de adictos que funciona desde 1983 en la cadena de Islas del Ibicuy, está asentada en una especie de golfo que por la parte anterior y mediante un espejo de agua está conectada con la localidad de El Paranacito a tres minutos de lancha y por la parte posterior con un camino que conecta con el aeropuerto de la zona y con la Ruta Provincial 12. Lo inhóspito del sector que inicializa Galfré en su libro es una clara mentira, la que podía haber soslayado con solo mirar Google Maps.

Para ser más certero aún, viajé a visitar la institución y permanecí en sus instalaciones por el término de 48 horas, donde pude ver, oír y palpar el estilo de vida en ese espacio terapéutico, conversar con sus autoridades, sus terapeutas y las personas internadas.

Cuenta con tres cascos con amplias instalaciones, un quicho de dimensiones descomunales con una parrilla para asar media vaca y una pileta de natación con medidas casi olímpicas. Biblioteca, sala de estar, Salón de Uso Múltiples, cocina tipo salón de baile y un parque inmenso que fue invadido en mi presencia por una vaca de un vecino lindero interesada en dejar al ras el pasto lindante. Otro invasor permanentes fue la bandada de aves de todo tipo, entre las que pude disfrutar había garzas, cigüeñas, tijeretas, pecho amarillo y otras que de tan amigables permanecían a metros de uno sin sentir el menor temor.

Las 18 personas internadas allí tenían como única preocupación el accionar del Juez Civil Adolfo Weimberg que viene hostigando a los internos desde hace un año, intentando arrancarlos de éste paraíso y devolverlos a los espacios de consumo de drogas por capricho del Órgano de Revisión de la Ley de Salud Mental y el Defensor Oficial de apellido Ruso que los presionan para que hablen mal del espacio de rehabilitación y firmen a cualquier costo su externación.

El caso de un joven de Bahía Blanca llamó la atención ya que él dice haber firmado su consentimiento para permanecer en el centro de tratamiento, mientras su “Defensor Oficial” Ruso amenaza a las autoridades con externarlo en los siguientes 40 días, y aunque su juez de origen es de Bahía Blanca insisten desde el juzgado del Weimberg en El Paranacito aniquilar el Programa Ibicuy sacando a todos los jóvenes que se sienten resguardados por la institución.

Juan Carlos Ferreira, su director, encontró su rehabilitación de las drogas a principios de los años 80 en el Programa Daytop para lo que tuvo que viajar a los Estados Unidos.

A su regreso a Buenos Aires lo único que le interesó fue encontrar un lugar en el que pudiera replicar aquella experiencia para ayudar a otros, lográndolo en 1983. Hoy pasado 35 años de aquel momento, se siente desconcertado cuando dice que lo persiguen como a un delincuente por haber dedicado los últimos 35 años de su vida a ayudar a personas con problemas de adicción a conseguir su rehabilitación.

La filosofía Daytop propone encontrarse a usted mismo conociendo a los otros. No dejarnos llevar por los sentimientos de culpa y miedo sino por la confianza y convicción adquiridos en el Programa. Dejar de vivir en la irrealidad y la fantasía. Ver la diferencia entre lo que se necesita y lo que se desea. Aceptar la responsabilidad por uno mismo y por los demás. Aprender de los propios errores. Combatir el primer pensamiento reflexionando sobre las acciones y sus consecuencias.

Pablo Galfré, un confeso consumidor de drogas, que tiene la pluma como espada para aniquilar todo lo que combate su enfermedad, intentó desprestigiar al Programa Ibicuy. Entendemos el motivo por el cual no lo visitó, hubiera tenido que quedarse como residente.

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