Por José M. García Rozado.-

Se cumplió ayer un mes del paso al cielo de “Pepe” Castiñeira, poeta, peronista de ley, hombre probo, honesto y familiero luego de tres años de soledad tras la muerte de “su Elena” José María nos abandonó para sentarse con ella y con Juan y Eva; su admirada Eva de quien fuere secretario y admirador eterno. Consecuente y sabio pensador y poeta peronista Don José María nos deja “un mensaje y un legado”: bregar por una Patria Justa, Libre y Soberana siendo consecuentes, honestos y probos.

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Pepe Castiñeira, mi segundo viejo, mi amigo entrañable a quien siempre llevaré en el corazón aquel que supiera inculcarme el amor y la admiración por María Eva Duarte en interminables y aleccionadoras charlas íntimas en su departamento de Palermo, ese que comprara con un crédito a 30 años y que albergaba su inmensa y profunda, por lo importante, biblioteca. Desde nuestro reencuentro allá por los comienzos de los ’80, en las oficinas del extinto senador Leónidas Saadi cuando nos invitara a varios arquitectos compañeros a editar un semanario de arquitectura en el periódico “Mayoría” de quien era director editorial, nunca dejamos de vernos y su partida me encontró lejos para despedirlo.

Era un poeta y un artista, identificado con la Patria, con la Iglesia y con el peronismo desde toda su vida por lo que quienes lo conocieron tanto como aquellos que no tuvieron la dicha, siempre lo respetaron porque fue un hombre probo, un honesto ciudadano y funcionario público y un determinado dirigente de la Sociedad de Escritores, así como de la Biblioteca Nacional (que fue quien por persistencia e insistencia la terminó inaugurando). Recuerdo una charla a la que tuve el placer de llevarlo, en el Palacio Dardo Rocha de La Plata allá por el año 1996 sobre -como no podía ser de otra forma- la vida y la obra de su amada y respetada Evita y convocada por Manuel Urriza en ese entonces funcionario provincial del Gobernador Eduardo A. Duhalde quien al verme acompañándolo se sorprendió a lo que el entrañable “Pepe” le espetó con esa permanente alegría y sorna: “¿lo conoce?… Es casi mi hijo, de jóvenes su madre y yo noviamos”, generando el estupor de aquel y las sanas risas de él y de quienes lo presenciaban, entre ellos Manuel con quien tras la charla nos fuimos a cenar en un pequeño y coqueto restaurant de la ciudad de las diagonales. ¡Ese era José María! Un tipo risueño, cariñoso, amiguero pero por sobre todo un “Señor”, así con mayúscula, uno de esos que hoy casi no existen o de los que quedan muy pocos.

El, junto a otro de mis entrañables “maestros” hoy también desaparecido -Don Enrique Pavón Pereyra- concurrieron militantemente a dar charlas (no querían que las llamaran “Conferencias”) a la Escuela de Formación y Adoctrinamiento del PJ de Lómas de Zamora, durante la presidencia de ese distrito del Diputado (MC) Osvaldo Mércuri y lo hacían “de corazón” y por su verdadera militancia para llevarles la palabra de Eva y de Juan a aquellos militantes provinciales, muchos de ellos de los barrios más carenciados, a quienes uno y otro trataban con respeto y con mucho amor. Lo dejé allá por enero una tarde-noche, luego de una extensísima y muy inteligente conversación en la que él me expresaba la tristeza de que el peronismo se hubiere alejado tanto de los principios, la doctrina y la honestidad que para él era un tema central siempre acompañado de Cuyén (su perrito querido y legado por Elenita), y esa tristemente fue mi última visita… aunque no mi despedida, porque de los maestros, los amigos y la familia uno no se despide nunca.

Tanto él como el resto de los “viejos” del peronismo histórico nos legaron aquello de que la vida era “entregarse a los más necesitados” y hacerlo sin reparos, y sin pretender “recompensa alguna”, y él como sus compañeros de lucha e historia supieron ser austeros, probos y vivir el peronismo y la función pública dedicándose a “servir al pueblo todo”·, porque -como siempre remarcaba- “el pueblo es lo primero, y la Patria y Dios nos exigen que nos dediquemos a ellos”. ¡Que terrible diferencia paradojal con las dirigencias que los sucedieron, que vinieron a servirse del pueblo y de la Patria! Pepe nos abandonó a los 95 años y en plenitud de su conciencia y capacidad, sólo muy entristecido por lo que el país estaba soportando y por su irreparable soledad extrañando a su adorada y querida “Elenita”. Quizás algunos verdaderos peronistas lo sigan recordando por su entereza, por su larga visión política y por sus dotes artísticos, otros -los menos y los que poco importan- porque quizás recién se enteran que el “volveré y seré millones” fue una parte de su poema en honor a su amada y respetada Evita, y no una frase de aquella, como ellos creyeron durante décadas de ignorancia.

Por suerte, “Pepe” está junto a Elena, Eva, Juan, Enrique, Leopoldo y fundamentalmente junto a Dios porque fue un “Hombre digno y de bien” y nos dejó con la conciencia tranquila de quienes se saben honestos, trabajadores y consecuentes con sus ideales. Ocupó innumerables cargos públicos desde aquel peronismo temprano del 46, luego en el 73 y hasta llegó a acompañar a Menem cuando aquel aún se referenciaba en Perón. Su único bien fue su departamento de escasos 99 metros cuadrados, donde conviviera con su eterna compañera de vida, y donde criara a Josesito, como él lo llamaba, rodeado de libros, de dedicatorias y de las riquezas históricas que él atesoraba. Casi un Museo de la cultura peronista en “la mejor de las versiones”, esa que nos muestra que el ser peronista es “un estilo y una forma de vida”, por lo que no tenía fortuna ni casi siquiera un peso en el banco y mucho menos cuentas o propiedades a nombre de terceros, amigos, familiares o testaferros. Algunos pretenden que este Gobierno Fernández de Kirchner le brinden el merecido homenaje, pero desconocen que él no lo hubiera querido porque como bien repetía “esta señora que desprecia a Perón y se pretende Eva” nunca fue ni será peronista.

José María brilló con aúrea propia en el universo cultural del peronismo de sus épocas de oro y sólo reconoció a dos seres humanos como sus iluminadores Eva y Juan, y recordaba permanentemente las enseñanzas de ambos, esas que se entrelazaban permanentemente con su fervor de católico profesante desde siempre. Amigo entrañable y alumno de Leopoldo Marechal, “Pepe” Castiñeira era confidente privilegiado de Evita y un hombre y un artista y poeta respetado, valorado y admirado por el General Perón; hoy me vengo a enterar que el cardenal Poli, por pedido suyo, le prologó su última obra hace casi un año. Con seguridad su familia, sus amigos leales de la vida y la política nunca lo olvidarán porque él es inmortal para el peronismo histórico y no ser reconocido por éste Gobierno nunca hubiere sido una ofensa, muy por el contrario “una ofrenda a su peronismo verdadero”. Como bien dijo hoy Carlos Acaputo vinimos a celebrar en la Catedral metropolitana con el Cardenal Primado “las Pascuas de José María Castiñeira de Dios”.

¡Hasta mañana y siempre querido José María!

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