Por Manuel Lichtenstein.-

Querida Alesia:

Aunque me da la desagradable sensación que no me das ni cinco de bola, no puedo dejar de reconocer la profundidad de la valiente Carta Abierta al Papa Francisco.

Con preocupación y dolor siento que mis esperanzas se van diluyendo en una neblina que se suma a otra inevitable desilusión que en general viene sufriendo el mundo que responde a ideas claras y puras, por las actitudes del presidente Obama de los EE.UU., sobre todo por su cuasi enfrentamiento con el actual gobierno del Estado de Israel, lo que de alguna manera envalentonó al palestino Mahmud Abbas, a quien el Papa Francisco en una desafortunada declaración lo etiqueta como un Ángel de Paz, cuando en realidad no sólo es todo lo contrario, sino que es el responsable de cerrar todas las posibilidades de un acuerdo definitivo de paz en la región, que contribuiría a apagar a este tremendo volcán en erupción como es hoy el Medio Oriente.

Es que nada te descoloca tanto como cuando percibes que tus esperanzas se desmoronan al observar que los intereses políticos o culturales de los que tienen la sartén por el mango y el mango también, dan vuelta la taba y el destino de un mundo mejor se desdibujan y trastocan una esperanza en una desolado páramo.

Estoy muy consternado porque cuando trato de apoyarme en figuras que generan expectativas promisorias, traicionan a los mismo valores que les sirvieron de tobogán para hacerse conocer en este mundo.

En cuanto a Francisco, creo como vos que es un hombre bueno, pero el solo hecho de darle pedal a Cristina, conociendo la verdad de la milanesa, me obliga a revisar todo lo elogioso que escribí sobre él, cuando fue ungido como Jefe Máximo del Estado Vaticano.

Estoy enojado con Francisco como ciudadano del mundo, como argentino y sobre todo como Judío, porque los dobles juegos en actitudes que deben ser prístinas y valientes, me ponen mal, Manolo.

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