Por Carlos Tórtora.-

Cristina Kirchner abrió la puerta para un plan B en la renegociación de la deuda y puso de manifiesto la dualidad del poder. Hábilmente, Alberto eludió nuevamente el conflicto elogiando a su vicepresidenta. Por su parte, la polémica sobre los presos políticos evidenció que una parte del gabinete nacional con Eduardo Wado de Pedro, Elizabeth Gómez Alcorta y Sabina Frederic está dispuesta a contradecir al presidente en cuestiones políticas de primer orden, Frente a esto, Alberto reacciona reiteradamente con una actitud conciliatoria. Lo contrario, una confrontación con el kirchnerismo duro, implicaría tal vez una crisis que arrastraría al gobierno en su conjunto.

La aparición de dos presos, Julio De Vido y Amado Boudou, como convocantes de un grupo que plantea la reforma constitucional y la estatización de los servicios públicos, es el reflejo exagerado del pensamiento kirchnerista.

El futuro

Detrás de las diferencias sobre la deuda, los presos políticos o la reforma previsional, está la lucha por el poder, o sea, la construcción del futuro. Axel Kicillof y los caciques de La Cámpora se inquietaron a más no poder por la aparición en Buenos Aires de Gabriel Katopodis, Santiago Cafiero y otros operadores presidenciales. ¿Es éste el primer envión del proyecto Alberto 2023? El presidente carece de poder territorial propio -su base es el reducido PJ porteño- y si pretende la reelección depende del aparato de los intendentes del conurbano y de sus buenas relaciones, media docena de gobernadores peronistas, excluyendo al santafesino Omar Perotti que tiene aspiraciones presidenciales. El cristinismo aspira a que CFK sea la sucesora de Alberto y, si ella no quiere, están Kicillof y Máximo Kirchner haciendo fila. Esta vocación K por tomar el poder hace que Alberto sea visto como un presidente de transición, que consolidaría la hegemonía K para facilitar el asalto final al poder en el 2023. Naturalmente que es de suponer que el presidente tenga otra visión de su rol. Es que aceptarse como un presidente de transición, o sea no reelegible, implicaría tener desde ahora un poder mermado y con pocas expectativas. La reelección como proyecto es lo que les da estabilidad a los gobiernos en la Argentina.

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