Por Carlos Tórtora.-

Alberto Fernández ya tendría plenamente asumido que Mauricio Macri le entregará la economía en llamas, con hiperinflación o al borde la misma, y por lo menos una baja sensible en las reservas. En este contexto, el primer desafío político que se le presentaría al futuro presidente sería controlar al peronismo. La unidad peronista expresada en el Frente de Todos es hasta ahora apenas un compromiso electoral y cada grupo pretende un rol hegemónico en el futuro esquema de poder. A toda máquina, Alberto puso a funcionar el albertismo como un esquema de contención interna del justicialismo. Así las cosas, el albertismo hoy lo integra en primer lugar el Grupo Callao, con la conducción de Santiago Cafiero y Guillermo Chaves y la cercanía de Guillermo Nielsen. Para coordinar a los gobernadores, por ahora se las arregla el primer mandatario tucumano Juan Manzur, aunque a partir de diciembre puede emerger la figura del santafesino Omar Perotti, A su vez, el nexo con los intendentes del conurbano son los alcaldes de San Martín, Gabriel Katopodis, y de Hurlingham, Juanchi Zabaleta. Otro grupo albertista con peso propio es de “los amigos”, que suma a Eduardo Valdez, Jorge Argüello y Alberto Iribarne, entre otros. En el entorno presidencial crece la figura del vocero, Juan Pablo Biondi, que viene de trabajar para Alejandro Granados en Buenos Aires. Como aliados estratégicos, el futuro presidente cuenta con Sergio Massa, que presidirá la Cámara de Diputados, y Felipe Solá, que se integraría como ministro. La presencia de Cristina Kirchner en la presidencia del Senado haría que el albertismo no intente tener una presencia importante en esta área.

Las relaciones entre el albertismo y La Cámpora se parecería a un pacto de no agresión. Como ya es sabido, Eduardo Wado de Pedro es hoy el nexo más importante y se sumaría al gabinete. La nueva estrella de la Cámpora, la juvenil Luana Volnovich, representaría directamente a los Kirchner (madre e hijo) y también tendría a su cargo una cartera.

Queda la incógnita de qué harán los sectores ortodoxos del kirchnerismo que no son de La Cámpora. Alberto los sumaría al gobierno pero no en cargos de importancia estratégica.

Su estilo de conducción es radial, como el de Néstor Kirchner y Carlos Menem, o sea que mantiene separados a los distintos grupos y no se dan instancias de debate. La incógnita es si hará reuniones de gabinete, ya que muchos apuestan a que no. En el entorno de Alberto se asegura que el estilo de gobierno será distinto al de los Kirchner y que no habrá, como con aquellos, un estado de permanente movilización callejera para presionar por los objetivos. Mantener las formas republicanas no parece que sea lo más fácil, teniendo en cuenta los antecedentes.

Obviamente, la primera tarea de Alberto en el gobierno será imponer su autoridad política haciendo uso del enorme poder presidencial. Kirchner lo hizo a costa de la liquidación de Eduardo Duhalde. Cristina Kirchner no necesitó hacerlo, porque heredó la conducción, y Alberto tiene el problema extra de contar con una compañera de fórmula que no ha renunciado a ser la jefa.

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