Por Jorge Raventos.-

Daniel Osvaldo Scioli heredó del Néstor Kirchner dos avezados asesores y operadores. Los dos nacidos en Santa Fe y miembros de la misma generación (de la década de 1940).

Uno de ellos falleció un mes atrás: Juan Carlos (El Chueco) Mazzón, un experimentado militante del peronismo, surgido en los años setenta del siglo pasado de la legendaria agrupación Guardia de Hierro. Mazzón trabajaba desde el gobierno para la victoria del peronismo, tejía alianzas internas y vinculaba sectores. Había considerado tempranamente que el mejor candidato del peronismo para 2015 era Scioli y actuó en consecuencia. Por ese motivo, entre otros, en marzo del año pasado, la señora de Kirchner lo expulsó del cargo que mantenía en la Casa Rosada desde que había sido designado por su difunto esposo y Mazzón recaló, nomás y hasta su inesperada muerte, en oficinas sciolistas en la City porteña.

El otro operador de Néstor Kirchner que Scioli ha albergado cerca suyo es Rafael Follonier, un ex periodista, ex militante del Ejército Revolucionario del Pueblo a quien el exilio iniciado en los años setenta puso en contacto con líderes izquierdistas latinoamericanos y europeos. Esos viejos vínculos, puestos en valor cuando muchos de ellos accedieron a posiciones de poder cabalgando sobre la ola progresista-chavista de las dos últimas décadas, lo convirtieron en un eficaz abrepuertas y operador internacional que Néstor Kirchner -con un pasado dedicado a la política local y la actividad inmobiliaria, sin roce con el exterior- empleó intensamente, primero desde la Presidencia y después desde su condición de príncipe consorte. Follonier gestionó, por ejemplo, su coronación como primer secretario general de Unasur en 2010 así como, antes, su participación estelar en el show chavista de 2008 que concluyó en el frustrado rescate de tres rehenes de la guerrilla colombiana.

Follonier también trabajaba en la Casa Rosada (a metros del despacho presidencial) y, como Mazzón, fue despedido por la señora de Kirchner por ayudar a Scioli: le organizó reuniones (que dieron lugar a las respectivas fotografías compartidas) con la presidente chilena, Michelle Bachelet, y con el de Uruguay, Tabaré Vásquez.

Como en el caso de Mazzón, Follonier se mudó a oficinistas sciolistas. Y sigue trabajando por el candidato como coordinador de política internacional: esta semana dos ex presidentes de la región (el brasilero Lula Da Silva y el oriental José Mujica) se pronunciaron a favor de una victoria de Scioli en octubre. «Yo hincho para que Scioli gane las elecciones», afirmó el brasilero, que viajó de San Pablo a José C. Paz y se fotografió en un acto oficial-oficialista junto al gobernador bonaerense. Mujica habló desde su país y tuvo un tono menos fervoroso, pero un mensaje no menos favorable: estimó que el triunfo de Scioli es “una cosa razonable para que no haya una fogata en la Argentina», esgrimiendo así argumentos de orden y gobernabilidad.

Las intermediaciones de Follonier a favor de Scioli han generado la especulación de que podría convertirse en canciller si el gobernador consiguiera finalmente llegar a la Casa Rosada. Puede sonar posible, pero es muy improbable. A diferencia del brasilero Marco Aurelio García, un militante del PT, actor de discretas gestiones paralelas, que operó y manejó la política exterior de su país con Lula desde fuera del Palacio de Itamaraty, Follonier no es un experto en relaciones exteriores, sino un muy eficaz hombre de relaciones públicas dentro de determinados círculos de la progresía universal. Indispensable en ese sentido para Scioli, pues lo conecta con una red que en principio le es ajena, sería contraproducente como titular del Palacio San Martín, donde -si se convierte en Presidente- el gobernador necesitará un perfil más profesional, menos ideológico, más comprensivo de las prioridades argentinas para su reinserción en el mundo.

Con esa perspectiva hay que leer muchos de los nombres que, conjeturalmente, hoy se lanzan al ruedo como eventuales miembros de un eventual gabinete de Scioli.

Follonier, reservado protagonista de apoyos externos para el gobernador, seguirá cumpliendo sus importantes tareas de asesor discreto e influyente, pero difícilmente será ministro. Como hubiera ocurrido con Mazzón si la fatalidad no se hubiera adelantado.

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