Por Claudio Valdez.-
Actualmente se habla de ciberespacio refiriéndose a cibernética, significando combinación de equipos automatizados y la acción humana, instalada en un espacio; espacio “virtual”, espacio sin explicar, no expresado formalmente pero presuntamente sobreentendido.
En este mundo contemporáneo, a pesar de estar de moda lo virtual, muy pocos individuos son conscientes de la existencia de un subrepticio “poder virtual”, poder sin explicar, no expresado formalmente. Es más, la mayoría de la gente goza con cómplice inconsciencia su despreocupación por los propios inciertos destinos comunitarios.
Con psíquica fantasía se sobrevaloran los automatismos naturales, explicados mediante leyes científicas, además de los automatismos artificiales, que la tecnología industrial supo aplicar a la vida práctica. Así el hombre de nuestro tiempo está inclinado a buscar y desear el cotidiano automatismo como solución a todas sus necesidades: en economía la “mano invisible” que la regularía, en política el equilibrio de fuerzas que controla su poder, en religión una diversidad tolerada que evita fundamentalismos, en producción la mecanización que incrementa rendimientos. Todo bajo control y en forma automática, con mínima intervención humana. Todo sobreentendido y nunca explicado formalmente. Todo virtual.
Al considerarse los hechos políticos y económicos como fenómenos virtuales, terminan resultando esotéricos para el ciudadano común; sucediendo así con las decisiones sobre relaciones exteriores, con los fundamentos legislativos, con los principios jurídicos, con la emisión monetaria, con el control del crédito. Felizmente se suele creer que esas regulaciones automáticas suponen ajustes a favor de intereses comunes.
En verdad se ignora cuáles son esos “intereses comunes”, estimándose que el poder político y económico los gestiona desde el Estado. La realidad virtual ubica al poder, capacidad de determinar la conducta de otros, en un espacio más amplio e impreciso que el de las jurisdicciones políticas y los mercados económicos.
El bloque demócrata liberal, liderado por el Estado norteamericano junto a sus aliados en el resto del planeta, constituye parte de un poder que habiendo sometido la riqueza y las finanzas a su control dispone de una siniestra potestad para dominar voluntades. Embarga de ese modo el destino de los pueblos, produciendo inexorablemente miseria e inevitables guerras.
El bloque colectivista en proceso de reacomodamiento, a pesar de su origen como fuerza antagónica al liberalismo económico, ha develado luego del derrumbe de la URSS (comunismo ruso) que aquel antagonismo fue solo para “consumo de ingenuos”. En verdad siempre se mantuvieron los “intereses permanentes de la sinarquía”; vocación de gobierno mundial, que como poder virtual al margen de las ideologías del momento estuvo presente acordando en la guerra y aun interviniendo en los bandos contendientes. Activamente influyó en la partición de áreas de influencia y sus aprovechamientos económicos, actuando como verdadero “cartel” en las zonas convenidas.
Luego de la “demolición del muro de Berlín”, la emergente unipolaridad fue un paso más a favor del mundialismo, pudiendo observarse que ese “poder virtual”, ni siquiera por cuestiones ideológicas se consideró constreñido a ocultarse. De hecho, se publicitó como globalización, multipartidismo democrático, pluralidad cultural, apertura social, tolerancia religiosa y otras, pretendiendo constituirse en suprema instancia de poder: reclamó entonces el monopolio de la fuerza a nivel mundial y persigue ser aceptado como virtual “Estado mundial”.
La peligrosidad de este proyecto dominador por sobre los Estados conocidos, es que sus representantes atribuyéndose un poder virtual se posicionan en capacidad de resolver y decidir sobre situaciones prioritarias y vitales, sin responder al compromiso por el bien común de sus conciudadanos y los legítimos intereses de las propias naciones.
La experiencia argentina de sucesivos gobiernos a partir del año 1955 demuestra que la intervención de ese “poder virtual” (Organizaciones Internacionales) sólo fue capaz de producir infelicidad, pesares y duelo en nuestra población. En la actualidad el fenómeno se presenta con mayor complejidad por la vocación de multilateralidad de emergentes Bloques Regionales, algunos con capacidad estratégica considerable.
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