Por Mariano Aldao.-
La presentación de la declaración jurada de bienes que integran el patrimonio de Máximo Kirchner realizada ante la Oficina Anticorrupción es lo más parecido a un chiste grotesco, de pésimo gusto, contado por el heredero de casi todo lo robado de las arcas del Estado por la familia (Él y Ella) durante los 3 mandatos consecutivos que estuvieron en la presidencia de la República.
Son los mismos que se niegan a devolver lo mal habido estimado, en el juicio condenatorio por la causa Vialidad.
Es harto probable que el grueso del dinero que viajó por distintos países y continentes en bolsos y valijas haya terminado en distintos paraísos fiscales (Islas Seychelles, Luxemburgo, Panamá, etc., etc., los cuales será difícil recuperar como tampoco será probable encontrar los dineros “físicos”, enterrados en “vaya uno a saber dónde”, pero que seguramente en algún lugar de Santa Cruz estarán esperando volver a ver la luz en la superficie.
La justicia deberá incautar hasta el último peso que pueda recuperarse, perteneciente a la familia. Es un deber moral e institucional para recuperar el prestigio que consiguió con el histórico Juicio a la Junta de Comandantes en 1985 y que los cambios que la política se encargó de introducir en ella sumado al adormecimiento prolijo de causas que involucraban al Poder lograron el desprestigio que hoy ostenta frente al ciudadano de a pie.
Es ahora o nunca.
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