Por Alfredo Nobre Leite.-

Señor director:

Con respecto a la sanción de la ley sobre el acuerdo con el FMI, que senadores cercanos a la vicepresidente Cristina Fernández de Kirchner (se borró) rechazaron convalidar la deuda contraída por el presidente Mauricio Macri, en 2008, considero oportuno consignar la escatológica herencia que la actual vicepresidente legó a su sucesor, un endeudamiento de US$ 240.000 millones, con las arcas exhaustas sin un dólar cash de reserva en el BCRA, por lo cual pidió al FMI el empréstito de US$ 44.000 millones. A lo cual, se suma la deuda con los holdouts de US$ 1.330 millones, ante el Juzgado Federal de Nueva York del fallecido juez federal Thomas Griesa, que más que se triplicó con actualizaciones e intereses, mal asesorada por su ministro de Economía, Axel Kicillof, de no negociar; amén de la deuda por el 51% del paquete accionario de YPF, de propiedad de Repsol, que fue confiscada por CFK sin una ley de expropiación y el pago de una indemnización, que pagó el presidente Macri con bonos por US$ 5.000 millones; como también las deudas por la anulación de contratos de servicios públicos por CFK ante el Banco Mundial, y el endeudamiento con el Club de París que también el gobierno de Juntos por el Cambio se hizo cargo, para lavar el buen nombre y prestigio de la República Argentina.

Tampoco se puede ignorar que a diciembre de 2015, el kirchnerismo legó un gasto público que del 27,2% del Producto (PBI) fue elevado por el tercer gobierno kirchnerista al 46,2% causando recurrentes déficits fiscales que se financiaban con la emisión fiduciaria espuria y consiguiente inflación (que continúa al pie de la letra el actual jefe de Estado), que en los primeros cinco meses de su gobierno imprimió equivalente a US$ 16.000 millones); una presión fiscal del 22,6% elevada al 34,8% del PBI, confiscatoria, según las Corte Suprema de Justicia de la Nación, que ahoga a la empresa privada y licua salarios y jubilaciones -que prosigue AF); y el peso semejante y proverbial gasto público, es motivo de elevados impuestos como el «impuesto extraordinario sobre ‘patrimonios altos'», no importando que los empresarios pagan el impuesto a las Ganancias, como también de los bienes personales (llevaba ‘inventado’ en dos años unos 20 impuestos), reiterando lo que hizo el kirchnerismo durante 12 años y medio de desgobierno. Lo cual, ha dado lugar a que actualmente las empresas buscan radicarse en países que ‘no combaten al capital’, y benefician a sus empleados y al país, como Uruguay, Paraguay, Brasil, Chile.

Además de la deuda externa legada de US$ 240.000 millones, que ignoran, con todos los mercados voluntarios de crédito cerrados para la Argentina, como deudor recalcitrante por la Cámara Federal de Apelaciones de Nueva York, en la causa de los holdouts, y en default (¿una virtud kirchnerista?), legó 12 millones de pobres, mientras se llenaban sus alforjas con un sedicente desfalco/latrocinio, iniciado por Néstor Kirchner en Río Gallegos, estimado en US$ 80.000 millones, con los contratos de obras públicas amañados, por lo cual CFK y adláteres están sometidos a juicio, como presunta jefa de una asociación ilícita parta delinquir.

Le sigo reclamando al jefe de Estado el plan económico -que brilla por su ausencia- que el FMI exige para cualquier acuerdo, con metas a alcanzar, a fin de determinar la capacidad de pago del país, movilice inversiones (no tratar a los empresarios de miserables) para eliminar las trabas de las normas laborales que entorpecen la producción y la productividad, la creación de riqueza y el bienestar, y al tiempo de que se reduzcan la pobreza y la miseria (superior al 50% de la población) elevadas a la décima potencia por el kirchnerismo; en un país como Argentina pródiga en fertilidad -produce alimentos para 400 millones de almas-; rica en minerales preciosos, gas y petróleo; por lo cual el mundo entero se asombra por el estado deplorable y mísero de la Argentina (gracias al peronismo).

Y lo más deplorable es la carencia, desde 1946, salvo honrosas excepciones, de una clase dirigente capaz y honesta para llevar a cabo las reformas para «promover el bienestar general, y asegurar todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino: invocando la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia», que el presidente Alberto Fernández…, debe respetar (y hacer respetar) y obrar en consecuencia.

Con cordiales saludos.

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