Por Carlos Tórtora.-

En silencio y tratando de que no sea obvio, el gobierno está desplegando toda su estructura comunicacional para tratar de tapar su conflictividad interna. Con la exclusión de las Fuerzas del Cielo de las listas de candidatos para la elección bonaerense, el enfrentamiento entre Karina Milei y Santiago Caputo parecía un camino sin retorno. Pero la intervención pacificadora de Javier Milei habría conseguido congelar la crisis, pero obviamente sin solucionarla.

Algo parecido está pasando con el reguero de enfrentamientos que existe en el precario armado territorial de LLA bonaerense. La orden es ocultar los choques internos y las acusaciones de corrupción.

Hasta el ya clásico litigio entre el presidente y su vice parece ahora moverse con sordina. Milei habría llegado a la conclusión de que en los últimos contrapuntos Villarruel salió ganando con sus réplicas.

En síntesis, sobran indicadores de que el gobierno quiere ingresar en una etapa menos estridente con vistas a minimizar su deterioro en la etapa electoral. La baja cada vez más pronunciada de la imagen positiva de Milei también refuerza la tendencia a hacer menos ruido. Y ni que hablar del descenso notable del rating de los reportajes y discursos del presidente.

No es fácil serenarse

Esta tendencia se ve reforzada también por el hecho de que la paloma del gabinete, Guillermo Francos, ha ganado mayor espacio, cuando hace algunos meses lucía acorralado por Karina Milei. Pero no hay que engañarse sobre las posibilidades de un cambio de estilo del oficialismo. Milei se nutre de los escándalos políticos y no puede darse el lujo de prescindir de esas técnicas. Ahora se trataría tan sólo de un maquillaje para dar una imagen de mayor previsibilidad y control, lo cual ya sería mucho.

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