Por Sebastián Dumont.-

No sólo el peronismo vive de sus internas dentro o fuera del poder. En Cambiemos también hay de las suyas más allá que la manera de manejarse sea mucho más parecida a la de una empresa que a los clásicos métodos del justicialismo donde no se ahorran ni descartan ninguno de los métodos para resolverlas. Con la elección del 22 de octubre a la vuelta de la esquina la provincia de Buenos Aires asoma como un terreno donde el poder del oficialismo se va a solidificar tras la contienda electoral y ello abrirá nuevas pujas a las actuales, que son variadas y para tener en cuenta.

Las encuestas que circulan en los despachos oficiales anuncian el triunfo de Esteban Bullrich sobre Cristina Fernández de Kirchner. Pero nadie desconoce que no será el ex ministro del interior quien se imponga, sino la gobernadora María Eugenia Vidal que se prepara para volver a ser la principal protagonista en el tramo final de la elección. Pero hay algunas señales que difieren con lo sucedido antes de 13 de agosto. En aquella ocasión, desde las oficinas del todopoderoso jefe de gabinete provincial Federico Salvai hablaban de una elección en dos tramos. El primero, las PASO con la firme posibilidad de perder y luego la remontada con el efecto “miedo” para octubre que hiciera repensar el voto de muchos para que no vuelva Cristina Kirchner. Eso al menos decían las encuestas que llegaron a marcar una diferencia a favor de la ex presidente de hasta 5 puntos. En el gabinete de la gobernadora las posturas estaban divididas. Hay quienes creían que una derrota en las PASO -al final sucedió pero fue mucho más débil que lo imaginado- no era para nada recomendable en función de lo que podría suceder en el país.

En virtud de lo sucedido, Cambiemos pudo instalar que ganó más que haber perdido por 20 votos en Buenos Aires. Es lo que no quieren que suceda ahora. Es decir, no mostrar demasiado las encuestas que los dan arriba. No vaya a ser cosa que el resultado termine siendo más parejo y quede la sensación amarga de lo que podría haber sido y no fue. Por eso, hacia afuera siguen hablando de una elección “voto a voto”. El mismo libreto lo esgrimen los intendentes de Cambiemos. Aquellos que les fue bien en las PASO y a quienes deben levantar.

Sobre este último punto se levanta una interna aún no demasiado publicitada. Los intendentes de los distritos del primer cordón del conurbano tuvieron buenas elecciones y se preanuncian mejores en octubre. Se trata de comunas como Vicente López, San Isidro con amplio apoyo. Pero también hay que sumar a Morón y Tres de Febrero. En más, el distrito que gobierna Diego Valenzuela es mirado con atención. Las comparaciones siempre están a la orden del día. En Hurlingham, donde gobierna otra fuerza política, Lucas Delfino hizo casi el mismo porcentaje que en los ex pagos de Hugo Curto. Lo mismo sucedió en San Martín, donde gobierna Gabriel Katopodis que está con Randazzo. Allí la estrategia de Cambiemos la lleva adelante el ministro de Desarrollo Social Santiago López Medrano, de excelente vínculo con Vidal, aunque sin aspiraciones de ser intendente en 2019. De todas maneras, hablan que la gobernadora está dispuesta a “ayudar” a Katopodis para la gobernabilidad futura. ¿Tiene que ver en ello Joaquín De La Torre? No del todo. Es sabido que hay una amistad entre el ministro de Gobierno y el jefe comunal de San Martín. Pero no menos cierto es que a Vidal no les muy fácil decirle lo que tiene que hacer. Prefiere escuchar y decidir en función de su intuición y mirada. Cuentan que muchas veces cuando se le insiste con algo particular, suele tomar el camino inverso. Habladurías de pasillo.

Sí hay tres distritos donde se posa la mirada de manera especial. Se trata de Pilar, Quilmes, y Lanús. Por cuestiones diferentes. Pero allí, Unidad Ciudadana obtuvo más votos que Cambiemos en las PASO. Hubo cierta molestia de los jefes comunales porque quisieron cargarle parte del peso de los 20 votos más que obtuvo CFK en las PASO.

Hay una realidad que no todos parecen observar desde las oficinas de Capital Federal. Por eso quizá, se explique la presencia más activa de Marcos Peña en territorio bonaerense. Una de las tantas razones sería. No hay que descartar que la distensión de la imagen de Macri en el conurbano sea la puerta para que el Jefe de Gabinete comience a explorar la realidad bonaerense de manera más directa. ¿Con la mente en 2019? Quizá.

Si hace eso, tomará más conocimiento que hay distrito que parecen una cosa pero son otra. Un claro ejemplo es Pilar. En el imaginario de muchos porteños, se imagina a la comuna como más parecido a San Isidro o Vicente López. Pero la realidad es que su conformación geográfica y socioeconómica es similar a Malvinas Argentinas e incluso José C. Paz. Pilar es el distrito del conurbano con mayor cantidad de calles si asfaltar en promedio. Pensar que su gente vote igual que en San Isidro es utópico. Al menos por ahora. Habrá que ver como evolucionan algunas causas donde muchos empresarios ligados a los tiempos K han crecido mucho en Pilar. Algo parecido sucede en territorio de Néstor Grindetti o de Martiniano Molina. Más allá que a todos les cueste en el arranque y, sobre todo, tras la herencia recibida.

En medio de todo ello, se libraran varias batallas tras el 22 de octubre. Quizá la más fuerte sea la no implementación del fondo de infraestructura municipal. Ello obligará a que cada intendente deba negociar sus obras con al provincia de manera directa. Un calco de la idea de Macri con los gobernadores. Ir caso por caso. Ello también explicará los nuevos aires en la legislatura bonaerense. Donde la gobernadora ya decidió hacer un recorte del “gasto político”. Tarea para Manuel Mosca. Vaya paradoja. La Mosca será un tema recurrente en lo que viene.

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