Por Jorge D. Boimvaser.-

“Vine a sanar enfermos” dice Jesús en los Evangelios.

Después en un hermoso pasaje relatan las Escrituras que el Maestro les cuenta metafóricamente a sus discípulos que en el final de los días el Padre pondrá las cosas en orden en el llamado Día del Juicio.

Los “salvos” (así se los llama en el Nuevo Testamento) estarán a la diestra del Señor… “porque me diste agua cuando tuve sed, porque me diste alimento cuando tuve hambre, porque consolaste a las viudas y me visitaste cuando estuve en la cárcel.”

Y le preguntan a Dios: ¿Cuándo hicimos esto por vos, cuándo estuviste preso?”

“Cuando lo hiciste por cualquiera de nosotros lo hiciste por mí”, fue la respuesta.

Así, contado en un lenguaje entendible, el cristianismo recibió un legado bíblico. Visitar a los presos o consolarlos no significa apañarlos si son delincuentes; es simplemente un acto de piedad.

Lo que hace el Papa Francisco no es ser condescendiente con Milagro Sala; es sólo uno de los tantos gestos papales, como su reciente visita a una cárcel.

El periodismo ya se está pasando de rosca queriendo decirle al Papa lo que es bueno o lo que no. Así como Francisco no me dice cómo hacer periodismo, yo no le digo a él cuál es su misión ni cómo cumplirla.

Una de las estupideces brutales fue cuando alguien le escribió durante “el reinado de la Reina Cristina” para pedirle que no la reciba por su condición de corrupta a prueba de balas.

Ninguno sabe lo que le dijo a solas Francisco, pero algún rumor cuenta que le pidió sacar de la competencia electoral a Aníbal Fernández. Cristina no le hizo caso y “la maldición bíblica” cayó sobre el kirchnerismo y hoy ya sabemos que los K se fueron para no volver.

Así que, si Francisco le envía gestos a Milagro Sala, está cumpliendo el legado bíblico. Si sos católico y no te gusta, podés excomulgarte solo. Si no lo sos, lo mejor que podés hacer es no hablar imbecilidades y leer los Evangelios para entender a Jorge Bergoglio.

Consolar a un preso no es ser su cómplice; solamente un acto de piedad.

Ahora bien, como jefe del catolicismo, hay un personaje en el gobierno de Mauricio Macri que a Francisco no le cae en gracia por la adhesión que ese economista presenta a una “sociedad secreta” que tiene entre sus reivindicaciones abolir todas las religiones. Ésa es la piedra en el zapato que tiene Mauricio Macri, le guste o no.

¿Alfonso Prat Gay es miembro de los Illuminati, y como tal lleva adelante un adoctrinamiento para destruir al catolicismo, el judaísmo, islamismo y toda otra doctrina religiosa?

Es quizás lo más inofensivo de los Illuminatis, porque la doctrina más perversa de sus seguidores es una especie de esclavitud ecuménica que profesan los grandes dueños del dinero en todo el mundo. Esa batalla la están ganando.

El Código Da Vinci es una gran novela, pero el poder que ejercen los poderosos de la tierra es una realidad incuestionable.

Y no te amargues porque Francisco tiene gestos con Milagro Sala. Leer en los Evangelios esos pasajes donde Jesús habla de sanar enfermos es entender lo que está haciendo Francisco. Puede enviarle rosarios al “gordo Valor” y eso no transforma al jefe vaticano en un ladrón de bancos. Es sólo un gesto de piedad.

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