Por Oscar Edgardo García.-

Luiz Inácio Lula da Silva viajó al país para participar en la cumbre del Mercosur y el juez a cargo del régimen de visitas autorizó su solicitud para visitar a su condenada amiga en la cárcel domiciliaria.

Es respetable el deseo del primer mandatario brasileño de visitar a Cristina Fernández de Kirchner pero es inexplicable que se haya prestado a fotografiarse payasescamente con un cartel con la leyenda «Cristina Libre» como resultado, según revelan algunas fuentes periodísticas, de una negociación entre el canciller brasileño Mauro Vieira y Eduardo Valdés en la que acordaron, como condición, que el diputado argentino compartiera la fotografía en el otro extremo de la misma con el mensaje «Lula Livre».

Al margen de otras consideraciones que le caben al Presidente de Brasil por su intromisión circense, violando la ética diplomática, sería muy oportuno que manifestara públicamente las razones por las que considera que la expresidenta debería estar libre y las fundamentaciones que demostraran las equivocaciones en que incurrieron los fiscales que la acusaron y los jueces que la condenaron por los mayores actos de corrupción cometidos en toda la historia de la República Argentina.

Con toda seguridad, el intento del condenado por corrupción en su gestión presidencial anterior para cumplir con dicho propósito hubiera producido el regreso a su país en absoluto silencio, con la cabeza gacha y con vergüenza, si es que aún la posee.

Finalmente, la relación distante que mantiene con Javier Milei no lo justifica para manifestarse con conductas irrespetuosas hacia la justicia y la ciudadanía argentina.

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