Por Guillermo Cherashny.-

Esta semana el presidente se jugó a todo o nada por una rebelión de todos los gobernadores que reclaman un reparto de fondos coparticipables y también porque ya comenzó la campaña electoral rumbo a octubre próximo. Es que el superávit financiero es muy finito y no da para repartir el 0,2% del PIB para que lo reciban los gobernadores ni para aumentar el presupuesto de discapacidad, que se propuso un 0,3%, y mucho menos aumentarles a los jubilados, porque ese superávit es la base de toda la confianza del plan económico. En cambio, el superávit comercial desapareció y ya hay déficit externo de 5400 millones de dólares sólo en el primer cuatrimestre.

En el campo político, la confrontación con la vieja política fue la clave de su llegada a la presidencia y seguramente será la misma fórmula para ganar las elecciones legislativas que son imprescindibles para implementar reformas pendientes que serían imposibles si hay un traspié electoral. Estos desacuerdos de la semana pasada instalaron un panorama oscuro, cuando se descontaba un triunfo electoral cómodo, y ahora puede tener un margen más estrecho, aunque el presidente está convencido de que habrá un triunfo aplastante.

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