Por Gustavo Oscar Colla.-

Los ciudadanos argentinos vemos con verdadero espanto el nivel de obscenidad que la dirigencia del fútbol argentino exhibe con respecto al manejo de los recursos que él mismo genera, en beneficio propio, a través de la compra de inmuebles de incalculable valor, al mismo tiempo que cantidades de automóviles de colección de altísima gama, exhibiendo, además, ostentosos niveles de vida, todo ello, entiendo, con toda humildad y respeto, digno de un análisis psicopatíco. Dicho esto, me permito recordar que la UIF (Unidad de Información Financiera), toda vez que la compra de un inmueble o vehículo excede cierto valor, exige lo que se llama «Certificado de Origen y Licitud de Fondos». Dicho certificado implica que el adquirente del bien presenta ante el escribano actuante o registro correspondiente una declaración del origen de sus fondos. El mismo es controlado por un profesional en Ciencias Económicas, quien procede a detallar y certificar con su firma y sello profesional la documentación que ha auditado para acreditar el origen denunciado de los fondos, lo que, además, va legalizado por el respectivo Consejo Profesional de Ciencias Económicas. Mientras se discute si hay testaferros, monotributistas, jubilados o lo que fuere, no se entiende por qué la Justicia no va a las fuentes e investiga esa documentación, que sería la punta del gran ovillo que representa todo este armado.

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