Por Lorenzo Hernández.-

En el susurro del tiempo, resuena el eco de una guerra que, aunque marcada por la tragedia, se ha convertido en un testimonio de valor y coraje: la Guerra de Malvinas. En aquel abril de 1982, Argentina se vio envuelta en un conflicto que desafiaría el espíritu y la tenacidad de su gente, un conflicto que, a pesar de su desenlace, dejó una marca indeleble de heroísmo en el corazón de la nación.

Los soldados argentinos, jóvenes en su mayoría, enfrentaron un enemigo poderoso con una valentía que trasciende el tiempo. Como los guerreros de antaño, que luchaban con honor hasta el último aliento, estos héroes modernos defendieron cada pulgada de suelo patrio con una determinación inquebrantable. No luchaban solo por tierra; luchaban por un ideal, por la soberanía de un territorio arrancado de sus manos mucho antes.

Las mujeres, a menudo invisibles en los relatos de guerra, emergieron con una fuerza indomable, brindando apoyo esencial en cada etapa del conflicto. Su presencia fue tan vital como la de cualquier soldado en el campo de batalla, y su contribución merece ser recordada con el mismo respeto y admiración.

Incluso los perros, compañeros leales en las horas más oscuras, demostraron una lealtad y un coraje que brillaban con luz propia, alzándose como emblemas vivientes de valentía. Estos valientes caninos, al lado de sus soldados, lucharon con una lealtad y un coraje que inspira. Unidos en la batalla, hombre y perro se convirtieron en un solo frente, un solo espíritu de lucha. Cada uno, a su manera, contribuyó a la defensa de la soberanía argentina, demostrando que la unidad y el compañerismo no conocen de especies. Honor y gloria también a estos fieles compañeros, que con cada ladrido y cada paso en el frío suelo de las Malvinas, reafirmaron su inquebrantable compromiso con la causa. Cada miembro del personal que participó en la guerra, contribuyó a la narrativa de la heroicidad que define a la Guerra de Malvinas.

La RECTITUD guió sus pasos en el campo de batalla, donde cada decisión era un reflejo de su integridad moral. El CORAJE fue su estandarte, enfrentando adversidades con un valor que superaba el miedo y la incertidumbre. La BENEVOLENCIA se manifestó en la camaradería y el cuidado mutuo, incluso en los momentos más oscuros.

El RESPETO por sus compañeros caídos y por la causa que defendían se mantuvo incólume, mientras que la HONESTIDAD se reflejaba en cada acción, cada palabra, cada mirada. El HONOR no era solo una palabra; era la esencia de su compromiso, y la LEALTAD hacia la patria y entre ellos era el lazo que los unía más allá de la muerte.

La usurpación de tierras por parte de Inglaterra, una sombra larga y oscura en la historia, fue enfrentada con la dignidad de quienes saben que están en el lado correcto de la historia. La lucha contra el colonialismo y la piratería no es solo una cuestión de soberanía territorial, sino de justicia y honor nacional. Pero esta guerra no fue solo un episodio aislado, fue un capítulo más en la larga historia de usurpaciones de tierras por parte de Inglaterra. Desde la ocupación de 1833, las Islas Malvinas han sido un símbolo de resistencia contra la injusticia de una potencia que se ha apropiado de territorios ajenos a lo largo de los siglos. La lucha de Argentina por las Malvinas es un recordatorio de que la piratería no puede ser aceptada.

La valentía y heroicidad de nuestros héroes de Malvinas quedó inmortalizada en el tiempo, como un faro de inspiración para las generaciones futuras. Hoy al recordarlos decimos con orgullo: HONOR Y GLORIA A NUESTROS HÉROES. Que el grito de “¡LAS MALVINAS SON ARGENTINAS!” resuene no solo en nuestras voces, sino en nuestros corazones, hoy y siempre.

Share