Por Roberto Fernández Blanco.-

La mente emocional es un depósito de creencias, prejuicios, dogmas, doctrinas, axiomas, lemas, principios incuestionables, preconceptos, todos estos custodiados por un salvaje y rígido enano despótico instalado en la mente emocional que no permite que sean cuestionados.

Ejemplo de esto son las verdades religiosas, dogmáticas o doctrinarias, que consideradas por el creyente como inconcusas e intocables pueden llevar a la persona a tener salvajes reacciones según interprete como ofensivas algunas simples opiniones respecto de sus preceptos.

Einstein emitió una conocida acertada observación, “es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”.

Para operar en la vida productiva son necesarias Unidades de Medida.

Así se estableció en Francia [en 1795] el “metro” como Unidad de Referencia para comparar [medir] longitudes, hecho que por pertenecer al mundo de las ciencias y por sus indudables beneficios, fue mundialmente aceptado.

La pulgada, unidad de medida profundamente arraigada en el mundo anglosajón [Canadá, Inglaterra, USA] cedió ante los beneficios del sistema métrico decimal.

No convirtieron la pulgada en un símbolo de soberanía al que había que defender y preservar como se hace con un símbolo sagrado o patrio.

Se trataba simplemente de una Unidad de Medida y lo científicamente razonable fue el aceptar los beneficios de su adopción internacional.

Si bien en un tiempo se “creyó” que la Unidad de Moneda de un pueblo era un sagrado símbolo de soberanía, lejos está de esa condición.

La Unidad de Moneda es una unidad de referencia física para identificar los montos de los elementos que se intercambian en un proceso comercial de compra-venta de bienes y/o servicios.

Esos montos, una vez adoptada y establecida la unidad de referencia, son lo que denominamos Precios y -como es práctica corriente- esa elemental condición la tienen el Peso, el Dólar, el Euro, el Bolívar venezolano y otras unidades monetarias, cada una con sus inherentes fragilidades.

Cuando España dio de baja la Peseta para adoptar el Euro, no solo no perdió soberanía sino que reforzó y revitalizo su poderío económico. Nadie en España piensa el haber perdido soberanía, aunque sí algunos personajes y sectores políticos lamentan calladamente el haber perdido la poderosa herramienta de despojo [y corrupción] que es la emisión de moneda con la que cubren y encubren la malversación de riqueza de sus pueblos en sus personales beneficios.

Ergo, despojemos nuestras mentes emocionales del prejuicio de considerar la propia moneda como un símbolo de soberanía y comprendamos racionalmente que adoptando una moneda con mayores garantías de solidez [cercana a la condición de patrón de referencia que algún día nuestra civilización establecerá] conseguiremos operar con mucha mayor eficiencia y fluidez en el intercambio [Comercio] internacional a la vez que eliminaremos el mayor componente de corrupción que en nuestro país se canaliza con la emisión de moneda [inflación monetaria].

Llegará el día en que el mundo adopte una unidad de moneda patrón como referencia inmutable [cantidad total fija], pero mientras tanto los consumidores y proveedores necesitamos operar con la más estable unidad de moneda disponible y de mayor uso internacional, sabiendo que no hemos llegado aún a esa unidad patrón universal como trataron de establecer en Francia [por decreto del 4 de noviembre de 1800] con la emisión del Franco, entonces equivalente a 0,290322 gramos de oro, que por el incremento de sus cantidades [inflación] por descubrimientos de nuevos yacimientos condujeron en 1927 al fin de la tentativa de unidad monetaria internacional.

Esto pone definitivamente en evidencia que la inflación monetaria, esto es, el incremento de la cantidad de unidades monetarias por emisión manipulada por un irresponsable y corrupto gobierno, tiene el siniestro propósito de fabricar para quien emite, un ilícito poder de compra adicional para ejecutar malgastos públicos [improductivos] e instrumentar un latrocinio, una apropiación subrepticia y delictiva de riqueza que se incauta al pueblo productor, de lo cual los argentinos tenemos sobrados ejemplos.

Terminar con la atribución de emitir moneda adicional por parte del gobierno de turno es vital para salvaguardar la salud económica y el bienestar de la Argentina [y de cualquier país].

Los argentinos no debemos caer en la tontería emocional de considerar la moneda propia como un símbolo de soberanía.

Y con respecto a estas emocionalidades paralizantes, imaginemos que la Constitución Nacional nos hubiera impuesto como requisito- para la defensa de nuestra soberanía- la obligación de emitir nuestra propia Unidad de Medida Lineal en sustitución del metro. Estaríamos ahora fuera del mundo.

Emitir la propia moneda no da ni garantiza soberanía, más bien lo contrario, nos aísla, tal como lo comprobamos en cada salida del país cuando vemos que nuestra moneda no tiene valor y nos es rechazada.

Nuestro Reglamento Constitucional debe ser reinterpretado y -si es necesario- corregido para adecuarse a esta realidad del Siglo XXI, eliminando definitivamente el erróneo y dañino requisito de la supuesta soberanía que implica emitir nuestra propia moneda que -en verdad- pone en manos de los politicastros la más destructiva herramienta de ilícito despojo.

El más rápido camino para terminar definitivamente con la inflación monetaria que nos corroe y alimenta la corrupción y el parasitismo de los funcionarios políticos es dar por definitivamente extinguido el Peso argentino que, a esta altura, está ya totalmente depreciado y despreciado por los ciudadanos.

Y nos beneficiaremos dejando librado a la Acción Humana el libre intercambio usando la Unidad de Moneda que los ciudadanos decidamos libremente para referenciar nuestros intercambios nacionales e internacionales, preferencia que actualmente está entre el Dólar USA y el Euro.

Es este el principal requisito para preservar e incrementar nuestro potencial productivo para rescatar la Argentina de su involución y cumplir con el sueño de volver a convertir nuestra patria en una gran nación, libre, progresista, económicamente pujante, rica y poderosa.

EPÍLOGO

Es importante que nosotros los integrantes del Soberano Consorcio de Ciudadanos [el Estado] terminemos de comprender que la inevitable y definitiva eliminación de la inflación monetaria es una condición necesaria pero no suficiente para rescatar nuestra República Argentina de la decadencia a la que nos hemos dejado arrastrar.

Se ha enquistado en las instituciones del Estado una asociación ilícita parasitaria encabezada por el poder político con sus ramificaciones que opera en contubernio con empresarios prebendados, sindicalistas y organizaciones piqueteras, todas ellas financiándose ilícitamente con recursos succionados de los frutos del trabajo productivo del consorcio de ciudadanos [Estado], obviamente sin contrapartida alguna.

Esta espuria y corrupta financiación se produce en tres niveles escalonados según se vayan agotando. Estos son: la creciente sobrepresión impositiva, el endeudamiento público y la destructiva inflación monetaria.

Será necesario considerar una interpretación o reforma constitucional que contemple los elementos necesarios para terminar con los nutrientes del Malgasto Público: 1- poner límite a la carga impositiva, 2- limitar todo tipo de endeudamiento público [pasando las inversiones en infraestructura comunitaria a la iniciativa de emprendimientos particulares privados] y 3- poner fin a la emisión de la ya extinta moneda propia [el Peso] para integrarnos al comercio internacional con las monedas de mayor actividad y potencial [Dólar y/o Euro].

Y dejar explícitos los alcances de las atribuciones delegadas a los funcionarios de todo nivel [nuestros empleados públicos] para que en su condición de mandatarios se limiten a cumplir rigurosamente con lo decidido por el soberano pueblo mandante, atribuciones que no tendrán permitido rebasar.

Sin la espuria financiación del Malgasto Público [que deriva en latrocinio] los desajustes fiscales se extinguen como brasas sin oxígeno.

Share