Por Carlos Pissolito.-

Estimado Monsieur Hollande:

Estuvo hace unos días de paso por nuestro país. Pero, en lugar de entregarnos algún presente, como hubiera hecho un buen visitante, usted nos vino a exigir.

Para colmo de males, usted -ni su país- tienen autoridad para reclamar lo que ha tenido el descaro de pedir.

En primer, lugar, nos pide que recibamos a miles refugiados sirios. Cuando el país del cual es usted presidente, hoy, fue el que creó el problema sirio, tras el fin de la IGM. Con los acuerdos conocidos bajo el nombre de Sykes-Picot. Y por los cuales, junto con la Gran Bretaña, se la dividieron en la mesa de negociaciones. Y en contra de las promesas formales que ambos gobiernos le habían formulado a los árabes de darles su independencia.

Claro, ustedes, no los consideraron maduros para tal experiencia. Como tampoco los consideran, hoy, maduros a los cientos de miles inmigrantes y a los cuales durante años recibieron como mano de obra barata. Ahora se asustan porque éstos les reclaman derechos sindicales y políticos. O, lo que es muchísimo peor, les practican el terrorismo, puertas adentro.

Sepa usted que nuestro país dispone de una extensa comunidad siria, perfectamente integrada a nuestro ser nacional. Ya que nosotros, a diferencia de ustedes, recibimos con los brazos abiertos a todas las personas de buena voluntad que quieran habitar nuestro suelo. Y ese fue el caso de los sirios que llegaron a nuestras puertos hace algunos años.

El segundo de sus pedidos es, aún, más hipócrita. Y es que nos solidaricemos con su peculiar versión de lo que constituye terrorismo.

Una vez más debo recordarle que fue su Francia quien hizo políticamente célebre a la palabreja durante la dictadura de los jacobinos, tras su famosa revolución. Una acción que han practicado con intensidad a partir de esa fecha y hasta el momento. Baste nombrar, para ello, el hundimiento del velero de Greepeace «Rainbow Warrior», por parte de agentes de su gobierno, hace solo algunos años atrás.

Pero lo peor de todo, creo que ha sido la habilidad de su país, de Francia para colocarse a ambos lados de la barricada. Tal como lo hicieron en los años 70. Apuntalando a nuestros terroristas con asilo, dinero y apoyo moral; y por el otro, difundiendo en nuestras fuerzas armadas su dos veces fracasada teoría (Indochina y Argelia) de la guerra revolucionaria. Una nefasta doctrina que justificaba entre otras torpezas la tortura.

Monsieur le Président, en pocas palabras y con todo respeto: ¿nos toma usted por boludos?

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