Por Juan Manuel Otero.-

El Sr. Alfredo Leuco cerró la semana pasada su programa radial (“Le doy mi palabra”) con un editorial -“Estela, de Cristina a Mauricio”- que adhería y exaltaba el encuentro del Presidente Macri con la Abuela Carlotto insinuando que el mismo era una real contribución a cerrar la grieta que, en forma alevosa, creó el kirchnerismo durante la última década en la sociedad argentina.

Y así se explayó con su conocida e inflamada verba sobre las bondades de uno y otro y lo auspicioso de que dos personas que habitan antípodas políticas comenzaran a recomponer sus relaciones dentro del marco del respeto y la comprensión, aun manteniendo sus propias ideologías, “Los presidentes de la Nación y de Abuelas de Plaza de Mayo, representan y piensan cosas muy distintas sobre temas estratégicos” expresó don Alfredo recordando también que Estela de Carlotto había confesado que Macri hirió su sensibilidad (en realidad Estela citó una incompresible “susceptibilidad” herida) cuando visitó la ESMA “uno de los más horrorosos campos de concentración”.

Y aunque también estoy en las antípodas de la Abuela Carlotto, veo con simpatía y apruebo cualquier acto que tienda, con honestidad, a la pacificación, a la concordia de los argentinos.

Pero esos actos, necesariamente, tienen que ser acompañados de reconocimientos mutuos, de asumir cada uno sus errores, de comprender, divulgar y aceptar la historia completa con el fin de poder -enhorabuena- dar vuelta una triste página de nuestra historia y mirar el futuro con optimismo.

Y esa actitud, por lo visto, se está dando de un solo lado, y el editorial del señor Leuco tampoco ayuda a cerrar la grieta, todo lo contrario. La mención o reconocimiento del accionar de las bandas terroristas asesinas que asolaron nuestra Patria brilla por su ausencia en sus editoriales en los que, por el contrario, abunda su odio visceral hacia las fuerzas armadas pese a que el accionar terrorista durante un gobierno democrático, sus fines, su origen, sus atentados, su extraña ideología, sus apoyos foráneos, las inocentes víctimas de su “idealismo”… todo esto seguramente es de su conocimiento.

Tampoco hay cita en las palabras de Leuco a la mentira de los 30.000 desaparecidos y el costo a las arcas del Estado por las graciosas indemnizaciones a los actores o deudos de quienes se alzaron en armas contra la Nación, asesinando, secuestrando, atentando contra la seguridad de los argentinos y sus instituciones. Sólo hay vituperios salvajes para con los soldados que cumpliendo órdenes superiores los combatieron en su propio terreno. Menos podría haber alguna mención a los payasescos juicios llevados a cabo por jueces prevaricadores, fiscales complacientes y testigos mendaces, con octogenarios que van muriendo encerrados en crueles mazmorras sin la mínima atención médica ni humanitaria, claro que se llena la boca con supuestos Derechos Humanos que en realidad son Privilegios Humanos.

No vale la pena siquiera ya a esta altura citar la anomalía de aplicar la ley penal (estatuto de Roma) en forma retroactiva, eso sí, sólo para uno de los bandos enfrentados. Prestigiosos juristas nacionales e internacionales se han ocupado de destacar la aberración procesal que soportan miles de argentinos.

Por el contrario, en este mismo editorial sin ir más lejos, comentando los próximos recordatorios del golpe militar el próximo 24 de marzo, el Sr. Leuco abre la grieta al dejar sentada su posición: “El estado no puede estar ausente de la recordación del día en que una banda criminal uniformada destruyó a sangre y fuego el estado de derecho”.

Señor Leuco, si usted tuviera un mínimo de honestidad, objetividad y humanidad, seguramente sería un buen periodista.

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