Carlos Tórtora.-

En los planes del oficialismo estaba emprender el año con la agenda económica en el centro de la escena. La sanción de la ley del aborto legal marcaría una vuelta de página en lo que fue el año de la pandemia y, por fin, el presidente podría dedicarse a gobernar con la mirada puesta en la reactivación de la economía.

Sin embargo, la realidad mostró otra vez su rostro sorprendente. El rebrote de coronavirus se fue instalando como tema central a partir de los siguientes ejes. El crecimiento del número de contagios obligó a una nueva oleada de restricciones que golpearon a su vez a la ya debilitada temporada de verano. En segundo lugar, la aplicación de la vacuna Sputnik V no despejó las dudas sobre la eficacia de la misma. La no aplicación de la vacuna a mayores de 60 años ensombreció el tema y llevó a que más de un tercio de la población se resista a aplicársela. Por otra parte, las serias limitaciones de la logística del estado nacional quedaron al descubierto, convirtiéndose en ilusoria la posibilidad de una vacunación masiva en el primer semestre del año.

Con augurios tan negativos, la amenaza del contagio de nuevas cepas como la británica proyecta sobre el escenario un clima de pesimismo.

Casi sin tiempo para que la realidad cambie

En resumidas cuentas, la pandemia muestra suficiente fuerza como para reinstalarse como tema central frente a un gobierno que no exhibe precisamente los mejores números en su lucha contra el Covid-19. La comparación entre esta segunda etapa de la crisis y la primera arroja algunos resultados interesantes. Para empezar, el grueso de la población se encuentra ahora mucho más crítica del gobierno y con escasa predisposición a cumplir las medidas restrictivas. Este estado general de hartazgo es en buena medida, el resultado de la larguísima cuarentena cuyos resultados no fueron en absoluto lo exitosos que se anunciaba. Con este clima social, las medidas que se tomen deben estudiarse con mucho cuidado, como se vio cuando la Casa Rosada retrocedió en la aplicación del toque de queda cuando éste ya estaba anunciado.

Así las cosas y por la fuerza de las circunstancias, Alberto Fernández debió ponerse nuevamente el traje de presidente de la pandemia esta vez con las elecciones legislativas a pocos meses por delante. Los consultores del oficialismo ya trabajan en los planes para insertar la lucha contra la pandemia en el marco electoral, esperando por supuesto que en los próximos meses los números empiecen a mostrar una baja en la cantidad de contagios. Para el presidente no quedan muchas opciones: las elecciones amenazan con dirimirse en función de los éxitos o fracasos del oficialismo en relación a la pandemia. Hasta el momento, el gobierno está atrapado en este laberinto que provee a la oposición de suficientes argumentos como para una campaña electoral exitosa. AF no pudo salir- ni hay mucho margen para que lo consiga- de su rol de presidente de la pandemia.

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