Por Carlos Tórtora.-

Una oleada de críticas cayó sobre el gobierno luego de conocerse las últimas medidas sobre el dólar. Esto, en coincidencia con una nueva caída de la imagen positiva del presidente en las encuestas. Este mal clima se acentuaría con la inminente sanción del nuevo impuesto a la riqueza. Esto, en medio de un repunte de la inflación (2,7 en agosto) y del afloramiento del costo económico y social de la pandemia. En semejante contexto más que complicado, Alberto Fernández resolvió cerrar filas en torno a Cristina Kirchner: en tiempo récord firmó el presidente el decreto que convalida lo resuelto por el Senado con respecto a los jueces Leopoldo Bruglia, Pablo Bertuzzi y Germán Castelli, dejando así a la Corte Suprema ante una opción de máxima: si resuelve a favor de los magistrados entraría en colisión con el Ejecutivo y el Congreso. En síntesis, Alberto, ante la amenaza de una tormenta económica peor que la del año pasado, se refugia en la unidad del kirchnerismo, expresada en la comunión con la vicepresidenta. Esta situación se extiende a la alianza con Axel Kicillof, que empieza a estar a la defensiva ante la presión de los intendentes del PJ que le reclaman más participación en el gobierno. El gobernador bonaerense estaría decidido a continuar gobernando sin darle juego al PJ, con el objetivo de mantener intacto el poder K en la provincia.

Mientras tanto, Alberto tiene que decidir si pone en marcha un escalonamiento para salir de la cuarentena o sigue con un aislamiento que cada vez se respeta menos. La decisión no es inocua, porque una vez que el gobierno minimice el Covid-19, ésta sería la señal de largada para una escalada de presiones sociales y económicas. Sería lo que Eduardo Duhalde llama parecerse a Fernando de la Rúa.

El juego de Mauricio y Horacio

Paradójicamente, a medida que Alberto se refuerza abrazándose al kirchnerismo, su base de sustentación en la clase media y el voto independiente se angosta peligrosamente. “Está volviendo al 33 por ciento que tiene Cristina” sintetizó un diputado oficialista, preocupado por el clima que se vive en el Congreso. Con relación a la oposición, el gobierno intentaría potenciar la rivalidad entre Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta, pensando que esta tensión puede debilitar a Juntos por el Cambio. Pero el jefe de gobierno no es de los que se apresuran y no se deja llevar por la tentación de discutirle frontalmente a Macri el liderazgo nacional. Este último sabe que aquél no sólo tiene su base en la Ciudad sino que es prisionero de su cargo, es decir, que su crecimiento nacional puede costarle asumir riesgos de crisis en la Ciudad.

Share