Por Carlos Tórtora.-

Hasta pocas semanas atrás, la clave de la estrategia electoral del gobierno nacional en relación a la oposición fue tratar de que Sergio Massa y Mauricio Macri se mantuvieran en un nivel de paridad, dividiéndose el voto opositor y fortaleciendo así las chances de Daniel Scioli. Este dividir para reinar parece estar quedando de lado por varios motivos. En primer lugar, la gran crisis interna del Frente Renovador con la emigración de docenas de dirigentes. Pero sobre todo, lo que hace que la Casa Rosada vea el panorama de otro modo son los síntomas de veranito económico y las encuestas que muestran un repunte de la imagen positiva de la presidente y de Scioli.

Este cambio haría que, paradójicamente, Mauricio Macri no se sienta en absoluto feliz con la posibilidad de que el massismo colapse. Es que el grueso de los votantes que siguen al tigrense, en su mayoría peronistas, en la primera vuelta del 25 de octubre podrían inclinarse por Scioli, acercándolo al 40% de los votos que, con el 10% de diferencia sobre el segundo, lo convertiría en presidente sin necesidad de ganar la segunda vuelta. En otras palabras, que hoy al jefe del PRO empezaría a interesarle que Massa no levante su candidatura presidencial, porque ésta podría ser la garantía de que el PRO llegue al ballotage.

Esta variante explica, a su vez, la frenética actividad que despliegan en estos días Aníbal Fernández, Jorge Landau y Juan Carlos Mazzón para desmantelar el Frente Renovador mediante el método más obvio: captar intendente por intendente prometiéndoles un regreso triunfal al Frente para la Victoria. Este triunfalismo oficial también se traduce en una mayor agresividad hacia el macrismo. Una versión no comprobada sostiene que el Frente para la Victoria estaría decidido a direccionar a una importante cantidad de sus militantes a que el próximo 5 de julio voten en la Capital por Martín Lousteau. En estos momentos, Horacio Rodríguez Larreta orillaría el 35% de intención de voto y necesita mayoría absoluta de votos válidos para ganar sin segunda vuelta. Aunque Gabriela Michetti está contenida por los gestos de reconocimiento que le hace el círculo áulico de Macri, existe el riesgo de que muchos de sus seguidores también se vuelquen a favor de Lousteau, con lo cual el peligro del ballotage está lejos de eliminarse.

Si se llegara a esta instancia, la derrota de Rodríguez Larreta no sería imposible y, de ocurrir, precipitaría a la candidatura presidencial de Macri en un abismo.

Si se diera este contexto óptimo para el cristinismo, tanto Massa como Scioli podrían llegar exhaustos a las PASO nacionales del 9 de agosto. Un triunfo contundente del FpV en esa elección podría entonces producir el mismo efecto que el 51% conseguido por CFK en las PASO del 2011. A partir de ese momento se impuso el “Cristina ya ganó” y a caballo del natural exitismo de los argentinos en la primera vuelta ella subió al 54% y la oposición, salvo Hermes Binner, se desmoronó en las urnas.

Primeras reacciones

Frente a esta perspectiva alarmante, Ernesto Sanz, Elisa Carrió y Macri estarían funcionando como comité de crisis. Una de las ideas que se barajan es generar una postulación que polarice directamente con la figura de CFK, si es que ésta termina aceptando encabezar la boleta para el PARLASUR. La propuesta sería que Carrió se ponga al frente de la lista para el PARLASUR y la desafíe a Cristina a debatir, aumentando así el atractivo del armado electoral de la Alianza.

Otro escenario crucial es la elección santafesina del próximo 14 de junio. En la misma, Macri necesita que Miguel del Sel gane la gobernación, porque las expectativas creadas en las últimas semanas son demasiado fuertes y una derrota podría tener un efecto psicológico grave en las filas del PRO. Ya metido en el armado de distintos distritos, Scioli estaría influyendo en Santa Fe para que María Eugenia Bielsa, hoy distanciada del Frente para la Victoria, acepte encabezar la lista para diputados nacionales, reforzando así al candidato a gobernador Omar Perotti, con la idea de debilitar a Del Sel.

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