Por Italo Pallotti.-

En esta Argentina nuestra, tan plagada de sorpresas, no hay día en los que la capacidad de asombro tenga una nueva manifestación. Porque hay una sociedad plagada de personajes tan dispuestos a darnos sobresaltos que ya nada puede sorprender. Lo que parecía desechado, florece con una nueva impronta. Una escena que vuelve remozada, pero de forma insólita, frustrante. Nada que aporte algo positivo, nuevo, superador. Todo impregnado de un vetusto accionar. Donde cada protagonista, del mismo carácter, viejo y apolillado en su costumbre del retroceso, nada innova. Todo lo acciona con el espejo retrovisor; como si eso lo catapultara a novedosos resultados. Como si lo tan remanido pudiera volver con un agua bautismal que haga cambiar su contenido de lo inútil. Con esa costumbre inveterada de hacer creer que lo que se intenta, con argumentos falaces, puede ya convencer a alguien. Sí es cierto que, lamentablemente, hay un grupo social muy primitivo en su comportamiento cívico que nada le importa lo que pasa a su alrededor. Cierto es que un día la sociología y la psicología deberán ocuparse de ello para darnos una respuesta del porqué el tiempo inexorable de la educación, la realidad inteligente de una sociedad en progreso, todavía no ha conseguido explicar; y menos cambiar.

La “novedad” de estos días son las testimoniales que aparecerán en las listas para las próximas elecciones. Una nueva, aunque ya muy de antaño, manera de engañar a esa clase que refiere el párrafo anterior. Una forma rústica, vulgar del embuste de la política; aunque se la pretenda cobijar bajo un manto de legalidad. “Lo que no está prohibido, está permitido”, se argumenta; más antiguo que el planeta. Sí X, con antecedentes conocidos, ni bueno ni malo (no está en discusión, por ahora) es reemplazado por un ignoto candidato (triple 000, quizás), que luego de ganar X ocupa su lugar, es una maniobra que ensombrece lo mínimo que se puede esperar de un adecuado proceder democrático. Se olfatea a estafa. A burladores arrendados por un tiempito.

Otro capítulo aparte, en estos tiempos electorales; pero no menos atrapante por lo extraño e inaudito son las conformaciones de alianzas y las posteriores listas de candidatos. Los viejos y los nuevos. Como árboles que pretenden dar al mundo de la política retoños que hagan reverdecer esa clase de personajes tan desprestigiados en los últimos tiempos. Lo grave, que en sus ensueños de hacer creer que todo será distinto, apelan a formas y modismos que nada permite presagiar algo diferente. En un todo vale que arrasa cualquier vestigio de esperanza. Cada cual en su postura. Y si para ello merodea la sospecha, la duda, el antecedente, poco parece importar; porque la fragilidad de memoria se encarga, casi en simultáneo, de desvanecer las opiniones en contrario, pues habrá un núcleo duro que se encargará de ello, sin importar premisas, ni medios para conseguirlo. Porque siempre aquello de que “algo huele mal…” será rebatido con solidez aplastante; aunque el argumento sea espurio. La falacia como norma. Muchos se “desconocen”, en apariencia, emborrachados de soberbia. Donde el amor propio los subyuga hasta el espanto. Donde el individuo anula a la persona, llevándolo hasta el ridículo. Todo lo dicho, en un aura enigmática y misteriosa. En un escaparate donde se visibilizan personajes, tantas veces oscuros, que de talento y virtudes nada pueden exhibir. Una “alianza” de manuales y modismos rotos; solo con el fin del acceso a lugares donde el republicanismo democrático suele brillar por su ausencia. El tiempo dirá la verdad. Por eso aquello del título: “Testimoniales, intrigas y uniones efímeras”.

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