Por Carlos Tórtora.-
En el marco de una realidad que es insólita, caminamos hacia las urnas influidos por dos opiniones que, también curiosamente, no son de ningún político argentino. En un extraordinario acto de sinceramiento, Donald Trump dijo lo que ningún dirigente se atreve a decir: “Argentina está luchando por su vida. Se están muriendo”, dijo, para luego aclararle a la periodista: “no hagas que parezca que les va muy bien. Se están muriendo. ¿De acuerdo? Se están muriendo”.
Así, sin vueltas, Trump echó a pique el “milagro económico” de Javier Milei así como “el gobierno más exitoso de la historia” y otros autoelogios del presidente. Quedó así desnuda la verdad: Luis Caputo y su equipo se arrastran por los pasillos de Washington, fracasados y sin salida, mendigando que la Casa Blanca, para evitar un vuelco estatista de la Argentina, le posibilite a Milei sobrevivir aunque sea como presidente títere. Así Trump dejó en claro que la inmensa mayoría de los que el domingo van a votar por LLA no lo harán para defender los éxitos del gobierno, porque éstos casi no existen. Lo harán para tratar de evitar que el peronismo vuelva al poder. No es un voto pro nada; sólo es un voto contra.
La otra frase que hace mucho ruido la dijo Fred Machado horas después de enterarse de que el 5 de noviembre será extraditado a los EEUU. “Si hablo, se cae el país”, fue la amenaza que dejó flotando. Obviamente hay dos posibilidades: puede tratarse de un bluff para tratar de impresionar sin tener en realidad cartas. Pero también puede ser que Machado esté amenazando con revelar sus conexiones con el poder en niveles más altos que los de José Luis Espert y Lorena Villaverde. De cualquier modo, es insólito que un jefe narco sea protagonista de una campaña electoral nacional.
Un nuevo mapa
No se puede desconocer que en el salvataje financiero de la Argentina diseñado por Scott Bessent juega un papel fundamental el rescate de los fondos BlakRock, Pimco, Fidelity y Discovery. Pero hay también una directriz estratégica y es tratar de evitar una remake populista que aleje a Argentina del alineamiento con Washington. Esto se da en momentos en que la administración Trump está rediseñando el mapa político de Sudamérica.
Hace una semana, la alianza de derecha que controla el congreso peruano destituyó a la presidenta Dina Boluarte y designó como presidente interino a José Jeri, el que a su vez nombró como jefe del nuevo gabinete al fujimorista Ernesto Álvarez. Esto en lo que parece ser un giro más profundo hacia el alineamiento con Washington.
Horas más tarde del realineamiento del gobierno peruano, en el balotaje boliviano se impuso el liberal moderado Rodrigo Paz Pereira. Candidato de la Democracia Cristiana, el nuevo presidente se declara amigo de los EEUU y no sólo le pone punto final al largo ciclo en el poder del socialismo sino que probablemente corte los vínculos estrechos que el régimen iraní mantiene con el gobierno boliviano.
Se insinúa así un eje Lima-La Paz-Buenos Aires para frenar al socialismo del siglo XXI que se atrinchera en el régimen chavista. La presión militar de EEUU en el Caribe buscaría sobre todo crear condiciones para una ruptura de la cúpula militar que sostiene a Nicolás Maduro. Pero éste resiste, sostenido por un sistema de terror y corrupción generalizada. No obstante ello, Maduro no carece de reflejos y acaba de ofrecerle a Trump una sociedad para explotar, entre otras cosas, nuevos recursos petroleros y de oro. Pero además ofrece reducir la presencia China en Venezuela, tema recurrente también con Argentina.
En otro de sus giros sorpresivos, Trump incluyó en su ajuste del mapa a Colombia y ordenó el hundimiento de una lancha de ese país. Petro reaccionó y Washington no sólo le cortó la ayuda financiera sino que Trump lo calificó de jefe narco.
Claro está que el Departamento de Estado desarrolla esta ofensiva luego de que se puso en marcha la reconciliación entre Trump y Lula, que tendrían una bilateral el mes que viene. Itamarati, lenta pero firmemente, le va soltando entonces la mano a Maduro y se prepara para retomar una alianza con EEUU que data de 1943.
Un costo impagable
En este contexto, es obvio que Trump preferiría que Milei pueda sobrevivir como presidente, porque le permitiría depender algo menos de Brasil. El problema es que, si el domingo hay paliza electoral, sostener a Milei puede tener un costo impagable.
Un problema no menor es que, para cumplir con las metas del FMI, el gasto público interanual debería reducirse un 6% en el último trimestre. O sea más ajuste, lo que crearía condiciones óptimas para un estallido social. En este contexto, sólo Mauricio Macri, que está a punto de perder la mitad de sus diputados, aceptaría subirse al carro oficialista. Los gobernadores, y en especial los de Provincias Unidas, dudan. Avalar a un gobierno repudiado en las urnas tendría un costo inmenso para dirigentes que pretenden disputar la presidencia en el 2027.
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