Por Carlos Tórtora.-

Sugestivamente, cuando Javier Milei se refiere a las próximas elecciones, alude claramente a las del 26 de octubre, pero prácticamente no se refiere a las del 7 de septiembre en Buenos Aires. No sería esto casualidad. El gobierno está acumulando razones para tratar de minimizar la importancia de los comicios de septiembre. Las últimas encuestas son una razón fundamental. La mayor parte de las mediciones dan un empate técnico, pero la diferencia a favor de Fuerza Patria, por ejemplo en la Tercera Sección, son de tal magnitud que, aunque todo el interior de la provincia votara a LLA, esto no evitaría una derrota importante.

En los últimos días se advirtieron además otros síntomas. Muchos de los intendentes peronistas del conurbano están movilizando sus aparatos para que la gente vaya a votar y no se reitere la baja participación experimentada en las últimas elecciones.

En definitiva, el saldo de todo esto es que LLA se encuentra en emergencia electoral ante una elección donde el control lo ejerce el PJ a través de una Junta Electoral que le responde y con el 90% del conurbano en manos de intendentes justicialistas.

Una ola peligrosa

El problema principal para Milei, en caso de perder en septiembre, no pasa por la política, porque las bancas provinciales no son decisivas para la gobernabilidad del oficialismo. La amenaza es que una derrota libertaria en septiembre crearía la sensación de que lo mismo va a ocurrir en octubre. Hipersensibilizados, los mercados podrían entrar en un tembladeral y la demanda de dólares volverse incontenible. Si este efecto se produce, el castillo de naipes de Luis Caputo podría derrumbarse y el gobierno llegar a las urnas en octubre con la situación fuera de control.

Por estás razones, los resultados de septiembre encierran para Milei un riesgo enorme que supera por mucho la disputa por unas cuantas bancas provinciales.

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