Por Hernán Andrés Kruse.-

LA AMISTAD FILOSÓFICA E INTELECTUAL DE TEILHARD CON ÉDOUARD LE ROY

“Esto muestra hasta qué punto esta amistad filosófica e intelectual es importante para Teilhard. Escribe a Valensin el 26 de mayo de 1925: «Le Roy ha sido el verdadero amigo que yo preveía y que usted esperaba». Y a Gaudefroy llegará a decirle: « No hay nadie en el fondo que, aparte de usted y de Le Roy, pueda tener influencia sobre mí». Como se verá más tarde, las críticas a Le Roy le afectarán, en particular las que se expresan en la revista Études y sobre todo, las medidas tomadas por Roma y de las que será víctima. Si creemos a Claude Cuénot, es a lo largo de los años veinte cuando la relación mutua llega a su apogeo: “Entre 1920 y 1930 la relación entre el Padre Teilhard y Le Roy fue la más estrecha, y es sin duda entre 1925 y 1927 cuando la colaboración entre estos dos grandes espíritus se hizo más visible”.

Édouard Le Roy no es el único filósofo con el que Teilhard se inclinó a consultar. Teilhard encuentra también en la Compañía de Jesús varios colegas filósofos con quienes mantiene intercambios frecuentes, aunque no siempre el entendimiento es perfecto. El primero que hemos de mencionar es Auguste Valensin, que se formó con él en Jersey (Isla de Gran Bretaña frente a las costas francesas) y después en Hastings. El idealismo de Valensin no fue siempre del gusto de Teilhard, pero su amistad durará hasta la muerte del primero. Es por medio de Valensin como Teilhard entra en contacto con Maurice Blondel. Aunque un poco más joven, hay que mencionar a Gaston Fessard (1897-1978). Hubo un debate entre ellos, como lo atestigua una correspondencia poco numerosa, pero rica en contenido. A este respecto, en una carta de 1924 al padre Henry de Lubac, Fessard dice que encuentra al P. Teilhard “más hombre de ciencia que filósofo”, pero añade: “este reproche afecta puramente a la forma. Porque en el fondo, es un verdadero filósofo”. A estos filósofos jesuitas hay que añadir a su prima Marguerite Teilhard-Chambon, primera mujer profesora Agregada de Filosofía y sobre todo, a Léontine Zanta, cuya correspondencia es rica en contenido filosófico.

Muy pronto, las entrevistas parisinas de Teilhard con Le Roy se van a convertir en intercambio epistolar. El 6 de abril de 1923, Teilhard embarca en Marsella para iniciar su primera estancia en China. Allí debía encontrarse con el jesuita Émile Licent para llevar a cabo con él expediciones paleontológicas sufragadas por el Museo de Historia Natural de París. Teilhard pasa el verano en la extensa región de Ordos descubriendo yacimientos prehistóricos. Es entonces cuando redacta una primera versión de su Misa sobre el Mundo. El 15 de octubre de 1924, Teilhard está de vuelta en Marsella. Pero se entera algunos días después de que un texto que él escribió sobre el pecado original en 1922, a petición de un compañero jesuita, el padre Riedenger, profesor en el centro de estudios de Teología de Enghien, en Bélgica, ha suscitado recelos en Roma. El 15 de mayo de 1925, después de una segunda entrevista con su superior provincial, éste le indica que debe suspender sus enseñanzas en el Instituto Católico. Debe dejar Francia y es destinado a la misión de China (el 16 de enero de 1927, conoce por medio de una carta de su amigo Gaudefroy que ha sido borrado de la lista de profesores del Instituto Católico de París).

Por esta razón, desde 1925 hasta 1946 Teilhard residirá alternativamente entre China y París; se consagrará totalmente a la investigación geológica y publicará, tanto en revistas francesas como chinas, una obra científica abundante que le dará una sólida reputación internacional. Pero también se dejará llevar por una ardiente reflexión tanto filosófica como religiosa: durante todo este período no cesará de redactar “papeles” – casi siempre durante sus largas travesías transoceánicas – que Teilhard enviará a sus amigos, entre los cuales se encuentra Le Roy”.

INFLUENCIAS Y SIMBIOSIS INTELECTUAL ENTRE TEILHARD Y LE ROY

“¿Cuál ha sido la influencia de Édouard Le Roy sobre Pierre Teilhard de Chardin y cuál ha sido la influencia recíproca del paleontólogo sobre el filósofo? Es una lástima que no haya hasta ahora ningún estudio de conjunto, más allá de las notas que señalan el interés que había en llevarlo a cabo. Sin duda, el olvido en que cayó la obra de Le Roy es en buena medida la causa de este abandono. En la reseña que le dedica Gérard- Henry Baudry en su apreciado volumen cuyo título en castellano sería Diccionario de correspondencia de Teilhard de Chardin, escribe: «Es innegable que se influenciaron mutuamente, sin que sea por el momento, fácil de precisar». Y en la biografía dedicada a Teilhard de Chardin, Robert Speaight afirma: «Es difícil estimar lo que cada uno debe al otro, e incluso distinguirlo con claridad». La amistad se acompañaba de un compartir intelectual orientado hacia el eje de una búsqueda común: ¿cuál es el último término del “hecho evolutivo”, lo específico del hombre? Es difícil – y quizás, al fin inútil- querer atribuir cualquier elemento, apropiadamente, a uno o a otro, en la medida en que lo esencial es aquello que ha sucedido en el intercambio mutuo, en un dialogo constante, mantenido durante bastantes años. A medida que se suceden las conversaciones, se va elaborando progresivamente un pensamiento común.

La influencia de Teilhard en Le Roy se encuentra fácilmente en muchas de sus obras. En “L´exigence idéaliste et le fait de l´évolution”, publicación de los cursos en el Colegio de Francia de 1925 y 1926, las referencias son numerosas, tal y como atestigua el título “el hecho de la evolución”. Es en la continuación de estas conferencias en los años 1927 y 1928, publicada con el título: “Les origines humaines et l´évolution de l´intelligence”, es donde la influencia es más notable. Los tres primeros capítulos de la obra siguen rigurosamente el desarrollo del ensayo, entonces inédito, de Teilhard, “La Hominización” con fecha del 6 de mayo de 1925. Le Roy escribe sobre esto, ya en las primeras páginas, todo lo que debe a las conversaciones con este «paleontólogo eminente, además de un verdadero filósofo».

Merece la pena reproducir extensamente esta presentación: “Las opiniones que van a ser presentadas, especialmente al comienzo de este Curso, las hemos debatido tantas veces, que hemos llegado a enlazarlas en el mismo orden, a traducirlas casi con las mismas fórmulas y en adelante, ni nosotros mismos sabríamos hacer una separación exacta de nuestras ideas respectivas. Una cita preliminar y global, debidamente señalada, era precisa, puesto que el padre Teilhard, hasta ahora, no ha publicado nada sobre la materia de nuestras reflexiones comunes y por eso, no me sería posible elaborar un texto preciso para detallar mis “préstamos”. Mientras tanto, seguiré reuniéndome con él, encuentros buscados, pues una de mis intenciones es dar a conocer su pensamiento. Por todo ello, haciendo a veces oficio de simple relator, utilizaré incluso los inéditos, de los que reproduciré algunas notas e incluso expresiones sin distinguir las mías de las suyas o privarme de retocarlas. Así he procedido, en las páginas que preceden, exponiendo el problema: Lo importante, pensamos los dos, ¿no es la idea más grande que su autor?”.

Resumir el texto de esta obra, equivaldría a resumir las grandes teorías de “La Hominización” de Teilhard, del que son numerosas las citas. Recordemos simplemente que, para Teilhard, las “propiedades experimentales de la humanidad” son de cuatro tipos: una débil diferenciación del cuerpo en relación con las formas de las de los animales, que hay una potencia única de extensión y de invasión, el descubrimiento de la herramienta; y que la envoltura tejida por la Humanidad forma “una red recorrida por una vitalidad común”. En esta ocasión, Teilhard forja la palabra “noosfera”, utilizada por Édouard Le Roy en sus cursos.

La intención de Le Roy es desligar lo específicamente humano, sin separar por ello al hombre de la naturaleza “antecedente y ambiental” (p. 2). Esta es la razón por la cual, al igual que en la obra de Teilhard, la forma de evolucionar procede de un análisis fenomenológico, “una simple descripción y análisis del fenómeno humano” (p. 5); “se trata de mirar al Hombre como puros naturalistas” (p. 6). Esto, con la finalidad de aclarar el “auténtico principio explicativo” en el “poder de iniciativa” (p. 2), para fundamentar la tesis anunciada al principio: «Hay, en el fondo de la vida, como una causa principal que origina los cambios y progresos, un factor de orden psíquico, un auténtico poder de invención, el único capaz de realizar lo que, sin él, sería improbabilidad físicamente equiparable a lo imposible» (id.).

De una manera manifiesta, Le Roy pone el acento en la dimensión reflexiva de lo humano. La separación respecto a una ciencia incapaz de explicar este elemento, porque es una metodología materialista, es más firme que en los textos paralelos de Teilhard. Sin embargo, en el fondo de las tesis de ambos, la convergencia es sorprendente. La influencia inversa (de Le Roy sobre Teilhard) es menos evidente. Las obras publicadas de Teilhard contienen muchas referencias explícitas a Le Roy. Gerard-Henry Baudry avanza la hipótesis de que «la tendencia idealista del filósofo ha influido algo en el Teilhard de los años 1930». De hecho, la afirmación de la persona, el rol de la acción son los elementos dominantes de sus escritos de entonces.

Después de la muerte de Le Roy, Teilhard escribe a Claude Cuénot el 1 de diciembre de 1954: “Sí, me ha conmocionado la muerte de este querido y gran Édouard Le Roy, a quien debo mucho. No tanto porque me haya provisto de alguna idea particular, sino porque me ha ayudado a desarrollar lo que tenía en mi cabeza, me ha dirigido, me ha dado confianza, y sobre todo, me ha proporcionado una maravillosa tribuna (indirectamente) en el Colegio de Francia. Nos hemos visto mucho cuando él escribía (hablaba) “L´exigence idéaliste et le fait de l´évolution”. Nos veíamos todos los miércoles por la tarde. Y, por aquella época redacté un largo artículo sobre la Hominización (no recuerdo exactamente el título) que, Le Roy, creo, cita en alguna parte a pie de página (o al menos señala) en “L´exigence idéaliste”, pero del que no tengo ejemplar a mano (¿quizás mi prima tenga uno? Debe existir un ejemplar entre los libros de Augusto Valensin; he recogido la influencia de Le Roy en mis artículos, después). El término “hominización” existía antes que yo, lo encontré en un artículo publicado hacia 1920 por un antropólogo alemán (Von Eckstedt). Pero creo que fue en este ensayo en que aparece por primera vez la palabra (y la noción) de Noosfera, que fue afortunada, gracias a Le Roy y al sabio ruso Vernadsky (que estaba entonces en París)”.

Madeleine Barthélemy-Madaule, que realizó un estudio sobre la correspondencia entre Teilhard y Le Roy al final de su tesis, recoge algunas nociones teilhardianas donde las referencias al filósofo son explícitas. Se trata, en primer lugar, de la función de la invención. Se la encuentra mencionada en un texto de 1925, La paradoja transformista. La invención en el mundo vivo se opone al determinismo mecánico del mundo material ordinario. Esto puede ser un eco de la noción bergsoniana de la “evolución creadora”. Otro concepto importante es el denominado “conspiración”. En numerosas ocasiones es referido a Le Roy. En contraste con la “reflexión” (replegarse en sí mismo: la “centración”), consiste para los organismos en «reunirse para constituir un Todo único». El lugar de la acción, como la encontramos expresada, por ejemplo en “Como yo creo” (1934), recuerda a un tema central de la filosofía de Édouard Le Roy.

La cuestión que expone Teilhard es la siguiente: « ¿Qué condiciones debe satisfacer el Mundo para que una libertad consciente pueda tener un papel en él?». La respuesta no se encuentra tanto en el individuo mismo, como en aquello que le atrae hacia el porvenir: «Algo inmortal delante de nosotros». La especificidad de lo humano es un tema común a los dos pensadores. Es característico de la reflexión teilhardiana de los años 1920-1930. En una segunda versión del “Fenómeno Humano” (1930) Teilhard se remite a Le Roy para exponer la evolución de los seres vivos hacia lo menos probable, al contrario de la ley general de la entropía. Este hecho “improbable” será la aparición del hombre, el “umbral” del pensamiento que pone de relieve en un texto de 1932, «El lugar del hombre en la naturaleza». Lo humano manifiesta un «nuevo estado de vida». Por este hecho, deduce un elemento nuevo en el cosmos que la ciencia debe tener en cuenta: «el pensamiento es una energía física real». Sin embargo, el eje principal de Teilhard lo lleva más allá del idealismo de Le Roy.

Reconocer la primacía del espíritu es una característica común en los dos pensadores. Pero, como escribe M. Barthélémy-Madaule, Teilhard «supera el momento del sujeto en una síntesis sujeto-objeto». La recensión que Teilhard hace del libro de Le Roy, “L´exigence idéaliste et le fait de l´évolution” en la revista “La Vie catholique en France et à l´étranger”, del 18 de agosto de 1928, nos permite hacernos una idea del pensamiento del primero. Teilhard ve positivo el razonamiento de Le Roy quien considera que “el espíritu es la única forma plenamente legítima del ser”. Está de acuerdo con él al subrayar “la impotencia de la ciencia”, en el sentido clásico, para integrar el mundo espiritual, ya que ella parte de la materia (lo “externo” de las cosas) para la creación de sus principios. Si bien, por esto, “hemos cortado de manera ilegítima la realidad”. La vida escapa a lo que la Física puede aprehender”. Por tanto no existe contradicción alguna entre las dos: “la vida acepta, anima, sin turbarla ni enmendarla, todo lo que se descubrirá en nuestros laboratorios”.

Se aprecia, por tanto, una ligera diferencia de enfoque. La de Le Roy, es decididamente más crítica respecto a la ciencia. Parece que Teilhard no desespera en su labor de creación de una “hiper-física” (la expresión hiper-física no está en el artículo, pero la encontramos en otros escritos) que reintegraría el espíritu en el mundo científico. El estudio de las influencias mutuas debería continuarse y extenderse más allá de estas breves notas. Éstas manifiestan, sin duda alguna, la fuerte interacción entre dos grandes pensadores que trataron de hacer una reflexión de la situación contemporánea con una perspectiva cristiana”.

(*) Leandro Sequeiros (Vicepresidente de la Asociación de Amigos de Pierre Teilhard de Chardin-sección española).

Share