Por Luis Tonelli.-

¡Finalmente hemos llegado a las P.A.S.O.! Aunque la ansiedad es más bien de políticos, analistas y miembros del círculo rojo. Los demás mortales no sólo no están muy entusiasmados con lo que suceda el domingo próximo sino que muchos de ellos, especialmente los porteños, demuestran tedio. Ésta será la cuarta elección en pocos meses, y les esperan, formalmente, todavía dos elecciones más: la primera vuelta en octubre, y eventualmente, una segunda vuelta pocos días después.

Dada la epidemia de “electoralitis”, es entonces comprensible el desinterés ciudadano. Algo que no le conviene a nadie pero menos a la oposición. El CAMBIO implica entusiasmo, el jugarse por lo desconocido, incluso la manifestación de la bronca. La CONTINUIDAD está naturalmente asociada a la calma chicha, a la conformidad, incluso a la resignación.

Eso, resignación, era lo que se percibía días atrás en ciertas tolderías opositoras, como si la percepción de la gente en las encuestas de que el próximo presidente será Daniel Scioli se hubiera contagiado también a los políticos mismos (a pesar de que las mismas encuestas indiquen que no hay nada cerrado, y de que cualquier cosa puede pasar).

Resignación de la oposición política que no fue compartida por la oposición mediática, quien quizás por la inacción misma de los líderes opositores decidió cargarse sobre sus hombros la labor de demolición del oficialismo dándole la dirección típica a una campaña ya no contra el kirchnerismo si no contra el peronismo. Los medios opositores intentarán que la gran ISSUE electoral sea la corrupción, como lo fue en la campaña de la ALIANZA contra el peronismo en 1998.

De este modo, en estos días se le puso la rueda de auxilio a los titubeos de un Mauricio Macri alabando los logros oficialistas de Aerolíneas Argentinas, ¡justo el día que se cancelaban 200 vuelos por sobreventa y falta de aviones!

El target elegido fue Aníbal Fernández, el precandidato a Gobernador bonaerense quien contando con Sabbatella como copiloto disputará su lugar en la boleta definitiva de Scioli presidente con Julián Domínguez y el inefable intendente de La Matanza, Fernando Espinosa. Ya la campaña venía desarrollándose en términos ásperamente peronistas, con temores de la conducción nacional de que se fuera de las manos. Pero ahora la cuestión ha escalado a niveles de escándalo.

Seguramente, los Medios se percataron que Aníbal podía ser su villano, pero que para un no menor sector de la población, se había convertido en “su villano favorito”, como sucede con algunos malos en las péliculas (caso, el Frank Underwood de House of Cards). Aníbal, en sus incursiones electorales por territorio bonaerense, cosecha tantas selfies como las conseguiría cualquier rockstar. Y la cuestión entonces fue que ese personaje popular de “Aníbal” dejara paso a su “verdadero y oscuro yo”. Así, Jorge Lanata, un especialista en estas lides, se ocupó de difundir su apelativo más siniestros (“La Morsa”) y le dio basamento con las declaraciones desde la cárcel de ni más ni menos quien está preso por el asesinato de los tres empresarios ligados al negocio clandestino de la droga.

Negocio que salpica a todo el gobierno kirchnerista de entonces (hasta que la hormiguita Graciela Ocaña terminó de un plumazo con la joda de comprar efedrina, un precursor para producir drogas sintéticas, para después exportarla a varias veces su valor).

De todos modos, no se sabe muy bien qué efecto tendrá el “anibalazo” en las urnas el domingo. La reacción buscada obviamente es que el voto independiente huya hacia los candidatos opositores, pero Aníbal Fernández podría usufructuar la consolidación del voto kirchnerista puro frente a su opositor interno, Domínguez, quien sigue sin perforar la barrera de un alto desconocimiento.

Aníbal lidera las encuestas, pero quien va a mandar en la boleta va a ser la cara de Daniel Scioli, y no los bigotazos del actual jefe de gabinete, en el sentido de que muchos manotearan y meterán en el sobre la primer boleta del FPV que vean y tengan más a mano. Los que están en la duda de votar a Scioli o a la oposición (un sector muy reducido), tendrán varias opciones: una votar a Scioli y a Julián Domínguez, de quien se sabe poco, pero en este caso “no news are good news” o bien cortar boleta por algún candidato a gobernador de la oposición (cosa rara en el conurbano profundo), o bien meter la boleta completa opositora (el efecto buscado por los medios opositores).

Ciertamente, cualquier puntito descontado de Scioli dará más esperanzas de que Macri podrá luego de las P.A.S.O. transformarse en una especie de Lousteau, amuchando el voto opositor, pero victorioso en su intento. Todo dependerá de cuanto se acerque Scioli al 40%, de cuanto se acerque Macri a Scioli, y especialmente, de cuanto se alejen de Massa, para eliminarlo como tercero en cuestión ya en la primera vuelta. La gran incógnita hoy sigue siendo de si los votantes de Massa son “compañeros” o “gorilas”. Si son más “compañeros” muchos preferirán a Scioli sobre Macri. Si son “gorilas”, al odio contra los K se sumará el odio contra el PJ, inclinando la balanza hacia Cambiemos. Así de sencillo. Así de misterioso, todavía. (7 Miradas, editada por Luis Pico Estrada)

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