Por Italo Pallotti.-
En esta Argentina nuestra, tan proclive a generar hechos inusuales, como extraños, no pierde ocasión de sorprendernos con esa manía de parir cada mañana episodios que en cualquier país serían novedosos. Para nosotros son rutinarios, esperables; tanto que ya ni da para el asombro, todo lo contrario. Hemos cometido tantos desatinos que ya no se pueden disimular. Estamos cautivos de una realidad en la que los personajes, aunque de distinto origen; pero con el mismo pensamiento. Adaptados a una constante que está perdurando en el tiempo mucho más allá de lo deseado, al menos por una mayoría silenciosa. Cuando la memoria, y haciendo gala de un retroceso histórico, creo intencionalmente malsano, se vuelve al “Peronismo” de la mano de Cristina Fernández, olvidando su evidente amnesia sobre el vetusto régimen, luego cobijada bajo mil ropajes del acuñado Kirchnerismo (Frente de Todos, Unidad Ciudadana, Concertación Plural, Frente para la Victoria, Unión por la Patria) no puede menos que pensarse que hay un aprovechamiento perverso de un pensamiento que por décadas pivoteó por senderos del populismo, la demagogia y otros males endémicos (desde lo cívico) que transformaron el raciocinio de miles de ciudadanos en una entropía incrustada a fuego en el comportamiento colectivo de tantos hombres y mujeres en la nación. Viene a cuento una frase del General (8/6/51) diciendo en una de esas arengas destempladas, audaces y bien de “grieta”: “Vamos a salir a la calle para que no vuelvan nunca más ni los hijos de ellos”.
Si la historia puede repetirse como tragedia y como farsa, nosotros las tenemos, desdichadamente, a ambas. Nuestra historia se está escribiendo así. Mal que nos pese. Muchos años de sombras. Y cuando aparece algún mínimo rayito de luz, vuelve todo a repetirse. Nada parece cambiar. Una morbosa costumbre se plantea con una naturalidad que espanta. Todo amaga con procurar un contagio a manera de martirio para aquellos hombres y mujeres de bien que solo aspiran a vivir en paz. En tales circunstancias el pueblo parece dividido de un modo feroz, inaudito. Dicho esto, tantas veces, o adicto o enemigo. Nada en el medio.
La rutina de este tiempo nos trajo a Cristina Fernández condenada. Y a partir de eso el aluvión de una especie de jauría humana dispuesta, los más exaltados, a lo inverosímil. Ilógico. El incentivo, desde un balcón patético, para una especie de cofradía fanática; parroquianos reunidos en una adoración devota trucha hacia un relato que ahora fue solamente casi exclusivo de señas; pero igual de contagioso y solapadamente mítico.
Las consecuencias, de todo tipo. Desde los que hacen del escrache una modalidad grosera, insultante. Las propuestas más descabelladas desde el mensaje sobre proscripción hasta el pedido de indulto. Desde el reclamo de liberación hasta la negación de la sentencia y autoridad de fiscales y jueces; más las diatribas hacia ellos, como si tal cosa. Un Congreso en el que los enfrentamientos de sectores dan la pauta que cada cual se erige en dueño de las verdades; cuando la Justicia ha dado su veredicto. Atribuirse prerrogativas, como si el fuero diera derecho a modificar el mandato de las normas. Desprecio por las Instituciones. Pedido estrambótico sobre el régimen de visitas, calificado como impertinente por el Tribunal, con justa razón. Cada cual en su juego. En el medio, una interpretación y aplicación difusa de la ley, con supuestos privilegios (al menos para el juicio popular, el de la calle) para unos y para otros (súmese a lo de Cristina, lo de Alperovich), entre varios. Todo lleva a plantearse lo expuesto en el título: “La ley. ¿Qué ley?”
29/06/2025 a las 9:37 PM
UNA FUNCIONARIA DEL KICHI, DESPARRAMO MIERDA EN LA CASA DE ESPERT
Y LA METIERON EN EL PENAL DE EZEIZA.
LA POROTA, DESPARRAMO MIERDA POR TODO EL PAIS Y ESTA EN SU CASA BAILANDO LA KONGA EN EL BALCON.
QUE COSA ESTA JUSTICIA ARGENTINA, NOOOO ?
30/06/2025 a las 7:53 AM
NO PASARÍA SI HUBIERAN PERMITIDO QUE ARIEL LIJO LLEGUE A LA CORTE.