Por Paul Battistón.-

Alguien lo catalogó como imprevisible, haciendo uso de la incertidumbre como estrategia política. ¿De qué le serviría ser predecible en un escenario en el que asumió a la par del nacimiento del capítulo en el que muchos consideran a China en la delantera hacia el futuro? La incertidumbre le permite a Trump desarmar las especulaciones antes que se conviertan en algo definitivamente aceptado. Quien marca el rumbo es el que deja la estela desde donde los analistas esperan obtener una previsión de los que se vean obligados a seguir la misma. Trump está dejando estela y no exactamente la que se esperaba. Su extravagancia punzante ha marcado los movimientos geopolíticos desde que ha asumido. Impuso aranceles como artillería de defensa ante el comercio chino y ha embestido la somnolencia de la Reserva Federal ante el riesgo de que otros sean los medios confiables de valuar y concretar el comercio.

Vino dispuesto a que el pasado, en su versión costosa de conflictos, se apagara para apuntar plenamente al nuevo frente de combate frío donde debía ponerle un freno al gigante asiático. La persistencia de ese pasado al que no ha logrado alejar e interfiere alterando sus prioridades ha aumentado la imprevisibilidad con que se mueve centrándolo en un protagonismo constante desde que ha vuelto al salón oval. Cada acontecimiento lo tiene como iniciador, como partícipe necesario en algún grado o como partícipe repentino a destiempo de toda conjetura o de sus propios dichos (auto contrariados). Si en estos intentos del pasado por sostenerse en el tiempo se requiere para revertirlo del ejercicio de esas viejas intromisiones que la izquierda gusta llamar como ejercicio del imperialismo, entonces deberíamos darle cierta razón a esa izquierda. Trump hace devoluciones al modo viejo, está al frente del imperio de la occidentalidad y muros, aranceles, presiones o bombas a 60 m de precisa profundidad son los mecanismos de utilidad para resguardar el nuevo orden derivado de los exponenciales cambios provocados por la competencia tecnológica y el acelerado intercambio comercial.

Un toque de estrategia básica, antigua e imperialista aún funciona. Después de todo, es la misma que en una versión más brutal usó China en África y su ruta de la seda hace sólo segundos (pero la izquierda progre no lo vio).

La imprevisibilidad de Trump también ha alcanzado niveles estratosféricos en sus vaivenes decisorios sobre la carrera espacial (China lo condiciona y lo obliga a un re impulso de la misma). El proyecto lunar, mirado con recelo por sus costos y limitado a sólo tres misiones, parece ahora ser reflotado con más fuerza y Marte no es desestimado como continuidad inmediata del mismo. En este punto no sólo China condiciona sino también el hecho de que la conquista del planeta rojo quede en manos de un díscolo ciudadano del mundo.

El rumor de su aspiración y su postulación a premio Nobel de la paz quizás contenga la posibilidad de su rechazo al mismo en caso de obtenerlo. Trump es difícil y ésa es su forma de triunfar.

Si miramos por aquí, existe una posible analogía. Mientras el presidente Milei apunta a un cambio definitivo de rumbo, los resabios de nuestro pasado de miseria logrados con el desequilibrio fiscal emparchado con control y regulación se resiste en su intento de sostenerse en el tiempo pretendiendo conservar las viejas disfunciones. Es allí donde el gobierno tampoco desestima viejos métodos pero con mayor contundencia y acertado poder de daño para borrar ese pasado. Nunca nadie se le había plantado al peronismo con otra cosa que no fueran las palabras en pos de la institucionalidad salvo, los repentinos, golpes en el pasado pre Alfonsín que sólo le daban el combustible para una reafirmación democrática de la que luego demostraban carecer.

A la agitación murguera de reclamos parasitarios se la enfrenta con la fuerza física de precisión, la reconstrucción informativa y, cuando el momento lo amerita, no se desestima el aniquilamiento por decreto de la fuente del parasitismo expuesto.

A las fuerzas vivas de la ruta del eterno reclamo y el choripán las ridiculizan en redes el ejército talibán, ése que disfruta hasta de los insultos que recibe, levantándolos y mostrándolos como condecoraciones indicativas del acertado rumbo. El ataque y la destrucción del respeto icónico cultivado por años por la intelectualidad del “movimiento” es un disparo a la línea de flotación de la sagrada doctrina. De ella nada merece respeto.

El absorto peronismo mira cómo sus viejas mañas fueron rescatadas para ser usadas en su contra.

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