Por Carlos Tórtora.-

En medio de un clima de confusión generalizada que él mismo provoca, Javier Milei no consigue construir un relato de campaña medianamente consistente. Ante la trepada del dólar, episodio no concluido, el presidente hizo uso de una batería de acusaciones contradictorias. Primero acusó a Victoria Villaruel, luego al kirchnerismo y finalmente -lo más logico- culpó a una parte del Círculo Rojo.

Tal vez la principal pregunta es si, asediado por la presión alcista del dólar, el líder libertario va a terminar abriendo un nuevo frente de combate, en este caso contra los grupos del Círculo Rojo que lo cuestionan.

La versión periodística sobre lo que habría comentado Mauricio Macri en la reciente cumbre del PRO, encierra una clave importante. El expresidente habría deslizado que el respaldo de la administración Trump a Milei no es irreversible. Y agregó que el caso $LIBRA se complicaría en las próximas semanas, debilitando al presidente.

A los dichos de Macri, algunos analistas le agregan el hecho significativo de que, pese a que lo apoya en la práctica, Trump sigue sin invitar al libertario a que lo visite en la Casa Blanca. Pero los rumores acerca de la pérdida de apoyo encontraron asidero en las recientes observaciones de Jaime Durán Barba. Éste predijo que, si Patricia Bullrich gana la elección porteña el 26 de octubre, es muy probable que termine siendo presidente. Y, agregó, “en ese caso, lo primero que haría es meter preso a Macri y luego a Milei”.

Lo cierto es que la posibilidad de que Bullrich escape a todo control ya es una de las principales preocupaciones en Olivos.

En dos frentes

Este escenario que se va esbozando muestra la posibilidad de que Milei enfrente la campaña electoral en una situación de marcada incomodidad. Esto es, tratando de llevar a la sociedad a la polarización con el kirchnerismo, pero a la vez confrontando con parte del círculo rojo.

De todos modos, es obvio que del actual callejón sin salida el gobierno solo podrá escapar mediante una victoria electoral que le dé oxígeno para devaluar sin perder un nivel mínimo de gobernabilidad.

Share