Por Jorge Castro.-

El dato central para comprender a Carlos Menem y su gobierno consiste en no sólo subrayar la extraordinaria transformación que realizo del Estado y la economía, sino advertir que lo hizo a partir de un caos económico y social nunca antes experimentado, caracterizado por una híper-inflación de 4926% el último año y de casi 200% en julio de 1989, cuando se produjo el traspaso presidencial 6 meses antes de lo dispuesto por la Constitución Nacional, debido a la creciente disolución del Estado, con saqueos generalizados, y una ola de violencia inminente en el Gran Buenos Aires.

Menem enfrentó esta situación terminal con su formidable capital político, derivado de su doble condición de presidente constitucional y de líder legitimo del peronismo, el primero y único después de la muerte del General Perón en 1974, y con eso impulsó un viraje estratégico de 180° que permitió la transformación económica y la reinserción internacional de la Argentina.

Menem lo hizo de acuerdo con la época y con una lúcida comprensión de lo que sucedía en el mundo con la caída del Muro de Berlín en 1989, el fin de la Guerra Fría, la autodisolución de la Unión Soviética en 1991 y el establecimiento de la hegemonía unipolar de Estados Unidos que duraría dieciocho años. Todo esto sustentado en el avance indetenible del proceso de globalización de la economía mundial.

Así como Perón reinsertó a la Argentina en el orden bipolar que surgía del fin de la segunda guerra mundial, Menem ubicó al país como un aliado de Estados Unidos en el mundo unipolar de la post-Guerra Fría y lo volcó lucidamente y en forma drástica al proceso de globalización de la economía internacional.

Al igual que Perón en su momento, Menem percibió a tiempo el cambio de las circunstancias históricas y la necesidad imperiosa de “cambiar de montura para cabalgar la evolución”. Por eso las reformas estructurales realizadas por su gobierno fueron más allá de un exitoso ajuste económico y se convirtieron en un nuevo piso histórico acorde a la época y a la nueva realidad mundial.

Menem advirtió que en el mundo globalizado de la década del ´90 la política exterior y la política económica se convertían en dos caras de la misma realidad. Esto se manifestó ante todo en la activa participación argentina en la Guerra del Golfo provocada por la invasión de Irak a Kuwait y lo hizo con el envío de 2 naves de la Armada que integraron la amplia coalición internacional liderada por Estados Unidos para enfrentar a Sadam Hussein. La Argentina fue entonces el único país latinoamericano que tuvo este protagonismo en este acontecimiento central de la post-Guerra Fría.

Resumiendo, la obra económica de Menem se presenta en estos términos: entre 1990 y 1997 la Argentina creció 52%, con un alza récord del consumo popular y una triplicación de sus exportaciones y lo hizo con un fenomenal boom agro-industrial que la convirtió en la 8va productora mundial de agro-alimentos, y en la quinta exportadora global.

Hay que agregar que la política de privatizaciones de las empresas del Estado que llevó a cabo el gobierno de Menem fue absolutamente crucial para el boom de inversiones que experimentó el país y que sólo en el sector de las tele- comunicaciones ascendió a una cifra de más de 16.000 millones de dólares.

Todo esto se hizo en el marco del sistema democrático, sin estado de sitio, sin tanques en las calles, sin presos políticos, y con el respeto pleno de las garantías y los derechos individuales, y el reconocimiento absoluto de la voluntad popular.

Menem pudo reconciliar a las Fuerzas Armadas con la sociedad argentina, pero primero aplastó, sin dudar un minuto, la última insurrección castrense de la historia del país estableciendo en forma definitiva y de una vez para siempre el predominio del poder civil sobre el militar.

Una dimensión descollante de la personalidad de Menem y de su gestión presidencial fue su énfasis permanente en la necesidad de la unidad nacional. En su discurso de asunción de la presidencia, en julio de 1989, anunció su decisión de impulsar un gobierno de unidad nacional: “Quiero ser el presidente de una Argentina unida, que avance a pesar de las discrepancias. Yo quiero ser el presidente de la Argentina de Rosas y de Sarmiento, de Mitre y de Facundo, de Ángel Vicente Peñaloza y Juan Bautista Alberdi, de Pellegrini y de Yrigoyen, de Perón y de Balbín”.

Los diez años de gobierno de Menem estuvieron impregnados de esa búsqueda de la pacificación de los argentinos, patentizado en decisiones muchas veces polémicas, pero siempre contundentes. Un presidente peronista, preso durante cinco años bajo el último régimen militar, dictó el indulto a sus carceleros, se abrazó con el almirante Isaac Rojas, puso el nombre de Jorge Luis Borges al principal salón de la Biblioteca Nacional, repatrió los restos de Juan Manuel Rosas, inauguró un monumento al general Juan José Valle y bautizó con el nombre de Perón a una unidad del Ejército Argentino.

En este contexto de reinserción internacional de la Argentina cobra especial relevancia su política de integración regional que, a partir de un acuerdo estratégico con Brasil, permitió el surgimiento del MERCOSUR, sellado en el Tratado de Asunción, celebrado en diciembre de 1991, con la participación de Uruguay y Paraguay y la posterior asociación con Chile.

El MERCOSUR constituyó la actualización, en función de los parámetros de la época, del intento de configuración del ABC, la alianza estratégica entre Argentina, Brasil y Chile impulsada por Perón a principios de la década del 50. Resulta difícil exagerar su significación histórica: Alberto Methol Ferré, aquel eminente pensador uruguayo que fue uno de los mentores intelectuales de Jorge Bergoglio, afirmó que el MERCOSUR fue el acontecimiento más importante de la historia sudamericana después de las guerras de la independencia.

El alineamiento internacional con Estados Unidos y el acuerdo estratégico con Brasil otorgaron a la Argentina una presencia protagónica en ese nuevo escenario mundial, un posicionamiento que la personalidad de Menem supo explotar con inteligencia y tenacidad, hasta el punto de que convertirse en el primer presidente latinoamericano invitado a exponer ante la asamblea general del Fondo Monetario Internacional.

Esta singularidad hizo que Menem, el primer presidente argentino de origen musulmán, fuera también el primero en visitar el Estado de Israel. Su autoridad política posibilitó también avanzar en la superación de las veintitrés controversias limítrofes pendientes con la hermana República de Chile, terminando con un conflicto que tenía más de un siglo de historia.

Si bien lo no sucedido será siempre un misterio en la historia, con la experiencia de los últimos veinte años tal vez sería oportuno interrogarse qué hubiera sucedido en la Argentina si en el año 2003, en vez de Néstor Kirchner, hubiera sido Carlos Menem quien asumiera la presidencia de la Nación. Y si bien la pregunta es puramente retórica, la obviedad de la respuesta ilustra acerca de la dimensión de su figura y de la trascendencia histórica de su legado.

Quisiera realizar por último dos observaciones salidas del excelente libro de su hermano y principal colaborador el doctor Eduardo Menem: todas las nociones económicas de Carlos Menem las aprendió en el almacén de ramos generales de “Saúl Menem y hermanos”, con una visión absolutamente privada que enseñaba lo que era ahorrar, vender e invertir. El segundo punto que también señala Eduardo es la incesante afirmación de la unidad nacional que realizaba en todas las circunstancias, incluso ante sus más enconados adversarios, en una práctica irrestricta del apotegma del General Perón sobre que “para un argentino no hay nada mejor que otro argentino”.

En suma, unión de los argentinos, actividad privada y esfuerzos constantes de protagonismo internacional, combinados con una extraordinaria capacidad política surgida del carisma y la decisión, fueron los rasgos fundamentales de ese gran argentino que fue el presidente Carlos Saúl Menem.

Share