Por Luis Orea Campos.-

“Nunca me fui”, le dijo el expresidente provisional y dos veces gobernador de Misiones Ramón Puerta a un periodista que le preguntó si volvía a la arena política. En efecto, después de ocupar numerosos cargos legislativos y ejecutivos, el empresario yerbatero fundó el partido Activar, por el que en 2021 salió electa una diputada nacional que saltó luego a las filas mileístas como tantos otros ex Juntos por el Cambio.

En el reciente lanzamiento de su candidatura a diputado nacional por el espacio Encuentro Republicano Federal, que integra junto a Miguel Pichetto, el exembajador en España describió la actualidad como un panorama político desolador en el que la democracia como sistema de convivencia se encuentra jaqueada e incluso desdeñada por muchos ciudadanos que se niegan a responder a las convocatorias electorales.

Mas allá de sus fuertes declaraciones sobre el momento actual, la corrupción y la decadencia del kirchnerismo, sin duda esta iniciativa de Puerta tiene como objetivo inmediato ocupar un espacio decisorio en la empresa de recuperación del Partido Justicialista, hoy sumido en un marasmo identitario y dirigencial del que no logra salir.

Es que resulta por cierto un fenómeno político inexplicable que el peronismo histórico, en el que militan dirigentes de mucho volumen político ajenos a los delirios kirchneristas, no pueda conformar un esquema de poder interno que desplace de la conducción a quienes lo han llevado a este estado de disgregación e impotencia.

Salvando las lógicas apreciaciones generales propias de quien aspira a ocupar una banca en el Congreso, lo novedoso de las declaraciones de Puerta, en lo que importa a esta columna, es su referencia a la reconstrucción de los partidos políticos en general y del Partido Justicialista en particular.

Lamentablemente ni los dirigentes políticos ni los politólogos ni los comunicadores sociales se ocupan seriamente de enfatizar que el funcionamiento cabal de la democracia republicana exige esencialmente que los partidos políticos funcionen debidamente y cumplan el rol de instituciones fundamentales que les asigna la Constitución Nacional.

Lo único que hacen esos voceros es lamentarse de la evaporación de los partidos políticos sin advertir que es eso precisamente lo que provoca el advenimiento al poder de aventureros sin experiencia alguna que tienen poca o ninguna idea de cómo juegan los intereses de distintos grupos de presión en el marco de la actividad política.

Justamente lo que estamos viendo hoy en día ratifica que no se pueden inventar partidos de la noche a la mañana, porque las convulsiones internas que antes se dilucidaban en el seno del partido hoy se ventilan en el ámbito del poder con las consecuencias esperables en la gestión gubernamental, que se proyectan sobre toda la sociedad generando un descreimiento en las instituciones que por supuesto son tan nocivas como el fentanilo adulterado para la construcción de estructuras estatales sustentables, por lo que, como dijo alguna vez un sagaz legislador, “siempre estamos empezando”.

Es de esperar entonces que la inquietud de Puerta se transmita a otros dirigentes y comprendan de una vez aquello que sentenció con una visión profética el eximio pensador español don José Ortega y Gasset: “La salud de las democracias, cualesquiera que sean su tipo y su grado, depende de un mísero detalle técnico: el procedimiento electoral. Todo lo demás es secundario.”

Y las consecuencias de no entender el rol sustancial del partido político en el sistema electoral es lo que estamos viendo en este clima de lealtades líquidas sin doctrinas ni otra ideología que la cercanía al calor del poder producto de la inexistencia de ámbitos de debate partidario que sirvan para canalizar proyectos y propuestas que sirvan realmente al ordenamiento de esta sociedad resignada a la mediocridad.

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