Por Italo Pallotti.-

Esta Argentina nuestra, tan rodeada de ese misterio de las cosas que no llegan a comprenderse del todo bien, nos sigue caracterizando de un modo tal, hasta diríamos cruel, que no podemos, al menos una gran mayoría, sentir en nuestra intimidad muestra de rechazo, indignación y bronca. Porque los que producen los hechos que da nacimiento a ello no son seres desconocidos a los que daría lo mismo tenerlos en cuenta como no. Todo lo contrario. Porque son ciudadanos como uno. Porque son de aquellos que hacen de la Democracia un vodevil de variedades de un muy mal gusto. Porque son los que profetizan con los principios de la libertad y sin embargo, ellos mismos, la prostituyen en aras de enviarnos un mensaje de su defensa, de su vigencia. Porque maltratan ominosamente los principios de la República. Finalmente, porque a nivel humano, no respetan la más elementales norman de convivencia; aunque en el fondo piensen de modo distinto.

Esta introducción viene a cuento del bochornoso espectáculo de las diputadas Pagano y Lemoine (más reprochable por no ser la primera vez), en la sesión del miércoles en Diputados. Estas “representantes del pueblo” se olvidan, con descaro, que son depositarias de una parte de la voluntad e intención de muchos votantes. Y si piensan (ambas) que ese bochorno es por la supuesta defensa de la voluntad de sus votantes; creo que nadie, salvo algún enfermo fanático, puede avalar semejante y pésimo show.

El (o los) cierres de campaña están ofreciendo acciones, que no le van en zaga a lo antedicho. La visita del Presidente y comitiva a Lomas de Zamora concluyó de un modo desagradable, en la periferia de lo trágico. Una piedra de semejante tamaño arrojada a la comitiva, pudo ser letal. Para él como para cualquiera de sus acompañantes. La expresión fanática de un grupito; amagó arruinar una simple caravana. Y ni siquiera importa si tal salvajada fue producto de una fracción K, o de quien sea. Nos retrata como sociedad. Como grupos, a años luz de los consensos. En las antípodas del respeto a las opiniones ajenas. En el abismo aberrante del respeto al adversario político.

Como si esto fuera poco, para ensombrecer la semana, la aparición del “affaire” de los audios/coimas viene a instalar una de esas dosis de patetismo que derrumba el coeficiente de confianza popular. Y como de costumbre, aquello tantas veces dicho en esta columna, la corriente de la verdad/mentira, se muestra en plenitud. Cada parte con la suya. El fantasma de la corrupción merodea, de nuevo, la política. Lo grave, también otra vez, en la cúpula del poder. Peor presagio, hacia adelante, no puede haber. La frustración de la ciudadanía asoma de nuevo en su apogeo. La desesperanza flota ya como un susurro en las decisiones del votante. Porque además la “remake” del empresariado (una fracción) mezclado en ese torbellino nos retrotrae a recientes versiones sucias del mundo K. El Presiente Milei, su hermana Karina, parte del apellido Menem y en el medio “el aparecido” funcionario Spagnuolo, deberán, necesariamente despejar, como lo prometen, las dudas en torno a este asunto que conmueve la atención popular. La Justicia, parece hoy a velocidad desconocida, debe decirnos qué de cierto hay en semejante entuerto. Como de costumbre, la condenada Cristina salió de su ostracismo (obligado por la Justicia) para “reprobar” las posibles complicidades. Su descaro proverbial le puso al tema la dosis de juzgamiento como si fuera una inocente representante de la casta política. Bien decía “Martín Fierro”, “si la vergüenza se pierde, jamás se vuelve a encontrar”. Por todo lo expuesto, remito al título de esta nota. Mientras, la esperanza y la frustración pelean por decirnos a los argentinos, cuál triunfará.

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