Por Luis Alejandro Rizzi.-

Sentimiento de pena y congoja. Aflicción del alma.

Tales las acepciones más comunes de dolor, que también tiene una acepción, que llamaría material, que es esa “sensación molesta y aflictiva de una parte del cuerpo por causa interior o exterior”.

El objetivo de esta nota es el “dolor del alma”, un dolor subjetivo y cuya intensidad depende de cada uno.

Lo podríamos llamar un dolor “intangible”, no lo podemos localizar y es difícil de tratar y esta sólo en uno mismo calmarlo evitando que se convierta en un padecimiento que ya es una patología.

Una vez, hace decenas de años, conversando con el cura José Riamonde, que era psicólogo, me explicó que el padecimiento tiene que ver con el uso del dolor, como medio, por cierto, erróneo, para socializar desde el lugar de víctima, también me decía que en general el “padecimiento” requiere de asistencia psiquiátrica, la psicológica suele ser, desde luego necesaria, pero insuficiente.

Creo innecesario aclarar que el “padecimiento,” como toda enfermedad, no es voluntario, cuando si ocurre, podríamos entrar en el ámbito de las psicosis, que no siempre confluye con las neurosis.

No es fácil tratar con personas que “padecen”, porque se trata de esa gente que en lenguaje vulgar llamamos “tóxica”.

Viene a cuento este tema del dolor porque días pasados escuché a alguien decir que el 26 de octubre mucha gente “votaría desde su dolor”, un motivo político que no creo haber escuchado antes.

Un segmento social, que no llega al día 20 de cada mes, siente dolor porque además se siente socialmente descendido. Por eso me pareció interesante esa observación, “votar desde el dolor”.

El dato que agregaría es que el gobierno de Milei parecería que goza del dolor social, y exhibe como mérito las consecuencias del ajuste.

Cuando Milei dice que en pocos meses logró sacar a millones de argentinos de la pobreza, luce su versión sádica de la política y economía, ya que, si ese logro fuera cierto, no alcanzarían los “premios Nobel”, para premiar su gestión.

El riesgo del “dolor social” es que se convierta en “padecimiento”, ya que una de sus vías de escape es el culto al odio, entendido como el deseo del mal del otro o los otros.

Precisamente es otro de los medios que usa el gobierno como motor de campaña electoral, el culto al odio, manifiesto en sus redes amigas, que se distinguen por su vulgaridad y chabacanería agraviante.

En este proceso de desculturización que afecta no sólo a Argentina, sino a lo que llamamos o llamábamos “occidente”, consiste en sustituir a la sabiduría o cultura, por las “modas” del “pret a porter”, que consiste en promover el odio como factor de movilización, que, en situaciones de nihilismo, convierte el “anti” en fundamento de razón y significante convocante.

Tiene que ver con “el prohibido prohibir” del mayo francés del 68.

Lo resumiría en este eslogan “no sé lo que quiero, pero lo quiero”.

Tiene que ver con lo que parece el triunfo de “las masas” de Ortega y las supuestas “elites” de “sabios bárbaros”.

Lo paradójico es que el gobierno vive su propio odio interno, lo cual lo aleja día a día del horizonte del “bien común”.

Es posible que en esta elección estén más cerca de prever un resultado más certero, los psicólogos que los encuestadores.

Es obvio que hay un desencuentro entre segmentos sociales y el gobierno, éste parecería que padece a la sociedad y la sociedad al gobierno.

Es una relación tóxica.

En ese marco de dolor social, padecimiento mutuo, votaremos el domingo 26 y el resultado podría ser que votemos por la tutela del gobierno de Donald Trump, que es lo que parece significar el voto oficialista.

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