Por Luis Américo Illuminati.-

«Porque no hay nada oculto que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de salir a luz» (Marcos 4:2).

El título de nuestra nota anterior: «Los secretos ocultos de la historia», prima facie, parece un oxímoron, pues «lo que es secreto está oculto». Estaríamos supuestamente en presencia de una «contradictio in adjecto» (contradicción en el adjetivo). Pero a poco que se medite nos damos cuenta que la expresión no es incorrecta ni ilógica, pues entre «lo secreto» y «lo oculto» hay una diferencia fundamental que es la intención: lo secreto implica una intención consciente de mantener algo reservado, por motivos en general inconfesables, mientras que lo oculto se refiere a algo que simplemente no se ve o no es visible, sin que necesariamente haya una intención de esconderlo. Un secreto es una forma de ocultamiento que se mantiene con un propósito, mientras que algo puede estar oculto por accidente o por su propia naturaleza.

Metafísica de los misterios

Siguiendo esta misma línea de pensamiento las cosas ocultas tienen cierta similitud o analogía con lo misterioso. El misterio y lo oculto son conceptos correlativos y tienen connotación con la verdad y la justicia. En la Biblia y en la liturgia, la palabra «misterio» se refiere a una cosa difícil de comprender pero que el creyente tiene la esperanza y la fe de comprenderlas después de la muerte. Los misterios divinos en rápido resumen son la Encarnación de Jesús -el Mesías- en el seno de la Virgen María, la Muerte y Resurrección de Cristo, el Misterio de la Trinidad (uno y trino), la transubstanciación donde el pan y el vino consagrado en la Santa Misa se convierten en el cuerpo y la sangre de Cristo.  De ahí que el evangelista se refiera a lo oculto. «Porque no hay nada oculto que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de salir a luz (Marcos 4:2). Dios está vivo y presente todo el tiempo. Él ha creado el universo. ¿Pero por qué no lo vemos con los ojos?

Dios es como el viento, invisible, nadie lo ve, pero a su paso las hierbas del prado se inclinan, los juncos se doblan y las hojas de los árboles tiritan. San Agustín de Hipona, en su libro «Confesiones», aborda el tema del Dios oculto o escondido. En el Libro I de las «Confesiones», escribe: «¿Qué es lo que busco, Señor, cuando te busco? No te busco para entender tu sustancia, porque mi mente es demasiado débil para eso, sino para tener alguna noción de ti, aunque sea imperfecta» (Confesiones, I, 5). Y en el Libro VII, escribe: «Tú, Señor, eres el Dios oculto, el Dios que se esconde detrás de la cortina de la creación» (Confesiones, VII, 10). Acá tenemos un típico ejemplo de un ser oculto, lo cual no equivale a hablar (rezar, implorar) con un fantasma. Dios es el logos. La Palabra. Pensar en Dios es una acción (Joubert). Si Dios se nos presentara, nos hablara y mostrara su rostro todo el tiempo, la vida humana no tendría sentido. Dios forzosamente se oculta, pues si no lo hiciera, el libre albedrío, el mérito, las buenas obras y la salvación carecerían de sentido. La abnegación, el dolor y las contrariedades no se entenderían en el plan salvífico de Dios. Verlo a Dios directamente a la cara sería para el mortal -decía el cusano- lo mismo que si el ardiente Sol se acerca a nosotros, nos derretiríamos en un instante como un muñeco de nieve.

La verdad os hará libres (Juan 8:31)

En cuanto a los secretos de Estado pueden decirse muchas cosas, existen dos bibliotecas opuestas sobre el tema. Cuando se tiene la conciencia limpia, el gobernante o el historiador honesto que revelan sin cortapisas todo lo malo y lo bueno que tiene que salir a la luz, para conocimiento del público, reciben como íntima recompensa la satisfacción del deber cumplido. Por eso lo más atinado y plausible es seguir el ejemplo de Vicente F. López que encendió la antorcha apagada, que investigó como un detective, en busca de los elementos probatorios de cargo y de descargo, como Sherlock Holmes. Y respecto de lo oculto es cuando resulta un imperativo categórico sacarlo a la luz y darlo a conocer como hizo Víctor Randazzo -veterano de guerra no reconocido- al escribir su libro: «Malvinas, la guerra oculta» (editorial Tinta Libre), es una historia que tiempo atrás hemos relatado en este mismo sitio. Le advirtió en su momento al Gobernador de Malvinas y después a los altos mandos, que en connivencia Gran Bretaña con la República de Chile, ésta permitiría que comandos británicos (SAS) penetraran por mar en el territorio chileno (Punta Arenas) para atacar la Base Aeronaval de Río Grande situada en Tierra del Fuego. Lo que efectivamente sucedió, pero sin éxito para los comandos invasores gracias a la información de Randazzo. Actualmente, este hombre se está apagando como una vela, tiene 81años, hace varios años ha sufrido un ACV y se mueve con una silla de ruedas. Las intenciones intrínsecamente malas son siempre secretas y no son reveladas hasta tanto la verdad y la justicia no actúen, pero si éstas tienen las manos atadas, el cuerpo del delito y las pruebas lamentablemente permanecerán ocultas.

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